El Laberinto

Penoso deber del anfitrión

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De la paradoja que es el ser anfitrión y apegarse a un protocolo, así como las vicisitudes que ello conlleva.

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Ser anfitrión significa asumir una de las tareas más penosas a las que nos sometemos, a veces por obligación y a veces por gusto. Se dice que los que celebran son siempre los que menos disfrutan y esto se debe a que deben estar al pendiente de los demás y del entorno, que aunque no sean de su propiedad por el lapso que dura el festejo, es su responsabilidad también, sin contar que llegan al evento cansados por los preparativos.

Una celebración, cuando ésta es de carácter oficial y no espontáneo, es un tipo de don (una forma de intercambio) y por lo tanto es un acto social total, que involucra a la mayoría de las esferas de nuestra organización, como relaciones de poder porque el que da la fiesta demuestra su posición económica y social ante los demás; valores, ya que la forma de festejar y de comportarse en público deben nacer de un consenso; sistemas jurídicos, pues son los ritos de paso hechos ley los que provocan las celebraciones  y el deseo de mirar y ser mirado. Además impone tres obligaciones: dar, si la ocasión lo amerita y queremos seguir perteneciendo; recibir, si somos requeridos por quien da, y dar de nuevo, ya que alguna vez recibimos.

Lo material, aunque es parte del acto, está cargado de simbolismo y es sólo un vehículo para la realización del mismo, el brindis, la ropa, la decoración e incluso la manera en que se acomoda a los asistentes tienen un significado y una razón de ser que solamente se entiende dentro de un tiempo y espacio determinados.

Es por eso que las fiestas regionales retratan de cuerpo entero al grupo social que las lleva a cabo al igual que las personales dicen mucho de quien la organiza. Tan es así que en la obra de teatro de Molière “Anfitrión” (1668) distinguen al verdadero héroe de la historia de su impostor, que era nada menos que Zeus persiguiendo a una mujer para no perder costumbre, por la manera en que solía agasajar a sus invitados. De este relato, basado en un héroe griego, es por cierto de donde adoptamos el término “anfitrión” para designar al que convida al resto.

Aunque hay que resaltar su carácter comunitario y alejado del utilitarismo como cualidades loables, no debemos dejar que el protocolo y las obligaciones nos alejen demasiado de lo que realmente es importante para nosotros, tengamos presente al pobre Anfitrión, ya que la mujer que asediaba Zeus, con éxito por cierto, no era otra que su esposa.