Ecos de Mi Onda

Historietas en el Retrovisor: espejismo inducido

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Las situaciones juveniles de los años setenta y de todas las generaciones. En la juventud siempre se producen ilusiones y se presentan frustraciones que hay que ir superando en el camino del desarrollo personal.

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Parece un barco fantasma. No. Espera. ¿Son árboles? Una ilusión óptica. Espejismo.

James Joyce (en Ulises)

 

Guanajuato, noviembre de 1974

Mario llegó a la fiesta con sus amigos de siempre, Luis, Candy, Leti, Ángeles y Lalo; entraron por la puerta de arriba del Salón de los Murciélagos e inmediatamente sintieron esa atmósfera inigualable que se percibe en el vestíbulo, especialmente en las fiestas de la Escuela de Química por el gran ambiente que siempre se genera. Al estar entregando los boletos de entrada y en espera de que les indicaran la ubicación de la mesa, ya escuchábamos la música, impacientes por entrar y bailar… I can remember the fourth of July, runnin’ through the backwood bare, and I can still hear my old hound dog barkin’, chasin’ down a hoodoo there, chasin’ down a hoodoo there. Born on the Bayou… (Creedence Clearwater Revival)

Es notorio cómo se intensifica la emoción al bajar la amplia escalera hacia el área de las mesas y la pista de baile, vibrando con la levedad de las notas musicales que se elevan, rebotan en el techo y se filtran en los cuerpos incitando a bailar con los mejores pasos de la fiesta, adivinándose una noche de intensa excitación. Saludaron a todo el mundo y se dirigieron a la mesa reservada, quedando cerca del grupo Opus Sixth Band que para ese momento tocaba en la terraza principal del salón una canción de ChicagoYou are my love in my life, you are my inspiration, just you and me…

Se cooperaron para comprar una botella de Presidente y ya estaban en la primera ronda, platicaban sin orden, chistes, burlas, risas, y tras un rato de adaptación, atisbaban a las chicas para seleccionar y aprestarse para invitarlas a bailar. Concluyó la tanda del Opus y luego, en la terraza de arriba el grupo Edorfe inició su turno con una cumbia y Ángeles y Lalo se pararon a bailar. En ese momento se acercaron a la mesa algunos amigos para saludarlos y Mario se paró para platicar con ellos, hablaban animadamente sobre el torneo de básquet cuando sintió una mano que le tocó el hombro y al voltear quedó petrificado al ver que era Claudia, quien con la mayor naturalidad le pedía que la invitara a bailar. Sorprendido no acertó a decir palabra y agitó la cabeza como para quitarse lo aturdido. Sus amigos notaron claramente el desconcierto y dirigieron la conversación hacia Luis

Claudia, no entiendo, hace dos semanas me dijiste que no te buscara, que te dejara en paz, y ahora vienes con esta confianza que me saca de onda ¿Qué pasa? ¿Qué significa esto?  Vamos afuera por favor y explícame de qué se trata.

Todo mundo baila, sólo unas cuantas parejas platican en el jardín. Claudia le pedía perdón con el deseo de un nuevo acercamiento, de platicar tan a gusto como antes, y le explicaba que en el tiempo que dejaron de verse se había dado cuenta de que no quería perderlo. Candy se asomó al jardín y vio a la pareja tomados de las manos, triste advirtió que Mario estaba en las nubes, era evidente que renacían sus resecas ilusiones. Explicaciones, aclaraciones y promesas, se besaron y se le abrían doradas esperanzas. Claudia le pide que vayan a bailar y regresan a la pista. Candy sentada en la mesa platicaba con Luis.

Bonita, ligera, menuda, vestido amplio y largo satinado, peinado sencillo y muy poco maquillaje. Mario embelesado la tomó de la mano y fueron al centro de la pista. Por feliz coincidencia la banda empezó a tocar Una Pálida Sombra (su canción: Siempre te recordaré con esta canción… toda mi vida)We skipped the light fandango, and turned cartwheels across the floor, I was feeling kind of seasick… (Procol Harum)

El placer de bailar con ella era flotar entre las nubes, los brazos alrededor del cuello, la cara  recargada en su pecho. El corazón se le salía y esto no era algo cursi, era la prodigiosa realidad de alguien completamente enamorado, aspirando el aroma de su pelo, apretados los cuerpos, suavemente, al ritmo lento de la canción. La fricción del vestido satinado al punto del roce de las piernas, bailando tan estrecha y lentamente que la sentía fundida en una comunión extasiada. Un beso, dos besos, tiernos, suaves, apacibles. Quería vivir ese momento, tenía derecho a vivirlo, se desvanecieron las melancolías del pasado reciente, las angustias del futuro. Lo estaba logrando y Claudia le proporcionaba las justas condiciones para el éxtasis. Recordó haber bailado varias veces con Claudia, pero nunca con tal pasión. Bailaron toda la tanda y al terminar regresaron abrazados a la mesa, pero como no había lugar previsto para Claudia, Luis se fue con otros amigos cediéndole el lugar.

La fiesta subía de tono y platicando, bailando, tomándose unos tragos dieron las dos y media y Claudia le dice a Luis que ya es tarde, que la acompañe a su casa. El ambiente todavía estaba en plena agitación y todos bailaban en la pista, de modo que salieron furtivamente y no se despidieron de los amigos.

Eran más de las tres y Claudia se recargó en el dintel de la puerta, alzó la cara mirando a Mario fijamente a los ojos, lo abrazó y se besaron. Mario siempre la besaba con delicadeza. La noche era tibia y el callejón estaba apenas iluminado por un foco en lo alto de un poste. Pasaron así un buen rato, hasta que Claudia sacó la llave del bolso, abrió la puerta y se volvió hacia Mario inesperadamente… No hay nadie en casa ¿no quieres pasar?

Aún en su ingenuidad característica interpretó que no era una frase de cortesía ¡Lo invitaba a pasar! y si bien con reacción titubeante y tímida asintió con la cabeza. En la penumbra atravesaron la sala y sólo se escuchaba el leve roce del vestido de Claudia sobre los muebles. No encendió la luz, lo guió tomado de la mano hacia un pasillo, subieron hasta el siguiente piso por una escalera vieja de madera que crujía con los pasos y enfilaron a la derecha. En la oscuridad él procuraba mirar el suelo para no tropezar y hacer ruido, ella caminaba con la seguridad de conocer el camino. Claudia abrió la puerta del cuarto, todo a oscuras, extraño silencio que en medio del asombro a Mario le parecía denso, como dentro de un sueño, raro y dulce sopor, dejándose llevar, contacto tibio, suave, hipnosis cutánea.

Dos, tres, cuatro pasos, ella hacia atrás, atrayéndolo lentamente, besos sutiles, le parece encontrarse ante las puertas de la gloria. Comprende la situación inminente del encuentro sexual y no puede evitar la aparición en la conciencia de los escrúpulos de su código moral, el temor de embarazarla, conceptos desarrollados con naturalidad en la familia, en el catecismo, en las pláticas escolares, con los scouts, en sus reflexiones de adolescente, en los talleres parroquiales juveniles; todo es importante, pero es tarde, cierra los ojos y su cuerpo se mece flotando en una atmósfera blanda, venciendo la fuerza gravitacional, navegando en un flujo que lo atrae hacia ella en un proceso de una naturaleza tal, que forja en su mente el contorno femenino multicolor y luminoso de la amada, posicionándose en ella para fundirse en un solo cuerpo y según lo siente, en una misma alma. Espacios etéreos, terciopelo, dulzura, miel. Todo parece girar alrededor con gran velocidad al sentirse besado con una pasión desbordada, inconcebible, casi pierde el aliento y si aún existía una pizca de razón en la mente la pierde por completo. Agitados, toda la ropa cae al suelo, los cuerpos se aprietan, la piel se fricciona. Dando traspiés llegaron al borde de la cama, cayendo lentamente por gravedad, en esa condición carnal y ardiente todo lo demás se fue dando por inercia instintiva, suspiros, movimientos compulsivos, vaivenes con un ritmo muy lento que de pronto crecía en una pasión desenfrenada, hasta alcanzar el clímax, con la visión del universo y todas las estrellas. Primera vez y todo le parecía perfecto. Sky pilot…..sky pilot; How high can you fly; You’ll never, never, never reach the sky (The Animals)

La razón le despellejó lo primordial al sueño y Claudia lo apresuró a vestirse –Aprisa, aprisa por favor, seguro que ya están por regresar y tienes que irte… Luego hablamos. Ella se vistió también de prisa y en el proceso ya no cruzaron comentarios.

Recorriendo de la mano con ella el regreso por la misma ruta, la puerta de la casa se abrió y Mario se vio de pronto en la calle, turbado no atinaba a pensar si todo había sido realidad, o acababa de salir de un sueño. Una luz en el segundo piso de la casa se encendió, era su cuarto, seguro reordenaba el desorden. Miró el saliente del balcón y le pareció salitroso y muy desgastado, pensó que tendría que decirle que no se asomara por el balcón porque había peligro de que las losetas se vinieran abajo en cualquier momento. No se fijó en la luna llena encendida en el fondo oscuro del cielo, cavilando dudaba de la certeza de lo ocurrido, pero concluyó que todo había sido real, no le cabía la menor duda, y en medio de una atmósfera agridulce sentía felicidad, pero un algo ligeramente agreste la contenía.