El Laberinto

La mermelada de la alacena

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No creo que tenga nada de malo añorar el futuro si nos encontramos pasando por momentos difíciles y sabemos que va a valer la pena al final, porque nuestra meta está ahí y solo debemos capotear lo feo. En este caso, la promesa nos endulza el presente, no lo arruina.

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Hoy vamos a ponernos golosos y hablar de mermelada, de esa que nos asecha en la alacena como una dulce promesa… o tal vez no y la conserva solo es un pretexto, como siempre, para hablar de nosotros.

Pareciera que la mermelada de fresa, marca común, nos satisface del todo, se la untamos al pan y se la ponemos al cereal, todo es bello y feliz hasta que un día llega nuestra madre con un elegante frasco importado de mermelada de chabacano y nos pone como condición para abrirla que terminemos de comernos el que ya tenemos. A partir de ese momento cada pan es una tortura, con plastas gigantescas para acelerar nuestro proceso, y eso que nos parecía sabroso se torna insípido y peor aún, se convierte una carga.

Resulta que el gozo anticipado de lo desconocido, que a simple vista parece mejor que lo que poseemos actualmente, puede privarnos de lo actual y mantenernos viviendo en el futuro sin alcanzar a disfrutar lo que nos rodea. Pero eso es solo uno de los casos, sigamos pensando en mermeladas y alacenas.

Detestamos la conserva de piña, pero es la que tenemos y por el momento es nuestra única opción, así que la comemos con resignación, de pronto llega el mencionado frasco elegante, con su consiguiente restricción y entonces todo parece menos negro y cada día de piña es uno que estamos más cerca de chabacano.

No creo que tenga nada de malo añorar el futuro si nos encontramos pasando por momentos difíciles y sabemos que va a valer la pena al final, porque nuestra meta está ahí y solo debemos capotear lo feo. En este caso, la promesa nos endulza el presente, no lo arruina.

Por otro lado tenemos al comedor religioso de mermelada de zarzamora, que la disfruta y se le vuelve una rutina y entonces llega el tentador envase y se decide a abrirlo de una vez y combinarlas en sus panes poniéndole sabor a su desayuno y entonces zarzamora le parece menos aburrida e incluso puede que se acabe el frasco sin notarlo y teniendo todavía de la otra para disfrutar. Aquí nos encontramos con que se pueden tener placeres alternos, con que se puede espolvorear la rutina y darle un giro sin abandonar nuestros deberes e incluso preparar nuestros cambios poco a poco de manera suave.

Existe la probabilidad también de que haya alguien que cada que va al súper observa con deseo a chabacano, la saliva se escurre de sus comisuras y luego voltea a ver el precio y decide que mejor será llevar mermelada de fresa, de marca común, y quedarse con las ganas de probar. Hay quien no se encuentra listo para el futuro o simplemente no está dispuesto a pagar el precio que tiene y se queda todo el tiempo en lo conocido y seguro.

¿Qué tal que al abrir chabacano resulta ser un frasco vencido y lleno de moho? Esa añorada mermelada hija de la gran fruta, nos ha hecho una jugarreta de campeonato y esto es posible en todos los casos mencionados.

El futuro es justo eso, un frasco de mermelada cerrado esperando en la alacena y nosotros elegimos, hasta cierto punto, el sabor y la marca partiendo de lo que tenemos hoy, muchas veces puede llegar uno que no esperábamos o que ese tan esperado no sea lo que queremos. Pero siempre es mejor averiguar que quedarse con las ganas.