Histomagia

Fuerza ancestral

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Yo no sé qué suceda a veces en las familias, pero lo que sí sé es que la fortaleza se trae ancestralmente adentro del ser, uno la siente y sirve para defenderse y defender a los seres queridos de la maldad que deambula por el mundo…

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Uno de los miedos más antiguos del ser humano es sin duda enfrentarse a fuerzas oscuras que inexplicablemente se presentan de manera sorpresiva. “El mal sólo tiene cabida si tú se lo das”, me dicen los que saben, pero sé de buena fuente que no siempre ha sido así. Guanajuato no es la excepción aquí se han dado casos en los que los seres malignos ancestrales se manifiestan queriendo dañar a las personas.

Me cuenta mi amiga Rocío que cuando ella era niña jugaba mucho con sus primas en la casa de los abuelos. Siempre en vacaciones se juntaban y pasaban las tardes corriendo, jugando y, al atardecer, contaban historias de miedo cerca de la iglesia abandonada en Marfil, y siempre, al terminar la historia más terrorífica, gritaban al unísono y salían despavoridas corriendo a la seguridad que daba la casa del abuelo. Al menos eso creían ellas.

Una de esas noches en que llegaron todas en tropel al comedor a cenar, la abuela les pidió se fueran a lavar las manos para poder sentarse a la mesa, qué es eso de llegar sudorosas y descompuestas a la mesa, no señor, se van a lavar las manos. Todas salieron a sus respectivas recámaras, sólo su prima la más pequeña se quedó viendo cómo acomodaban con detalle cada plato, cuchillo y tenedor en la mesa, tan absorta estaba que no vio cuando una sombra cruzó el patio directo al lavadero en donde pensaba lavarse las manos para llegar antes que todas al festín. Su abuela salió de la cocina con la comida y antes que le dijera nada, ella se fue al patio para lograr su hazaña de llegar antes que todas. Abrió la llave, buscó el jabón que estaba tirado en el piso, ella se agachó para recogerlo y fue en ese instante que vio ante ella unos pies que no eran pies, eran unas enormes pezuñas rojas, ella tomó el jabón y se puso lentamente de pie observando eso que tenía esos raros pies, subió la mirada y se encontró con un rostro con ojos negros, boca maloliente, rostro enmarcado en unos enormes cuernos encendidos con fuego, ella no sabía qué decir ni qué hacer, soltó el jabón en el agua y decidió ayudar al ser apagando el fuego de su cabeza, así que le tiró agua en la cara, a lo que el diablo respondió tomándola de la cabeza con una sola mano diciéndole que debía temerle, que se la iba a llevar al infierno, la prima de Rocío sólo atinaba a decir no con la cabeza y la sacudió con tal fuerza al momento que le decía que no se iba a ir con él, que la dejara en paz, que ella solo quiso ayudarle, le dijo, y en ese instante ese diabólico ente desapareció. Su prima se quedó en silencio, volteaba a todos lados para cerciorarse que alguien hubiera visto a ese espectro avernal que quiso llevársela.  Ya más tranquila se lavó sus manos, se lavó la cara y fue entonces que sintió ardor en su frente, tenía un rasguño que le dejó el ser demoníaco, corriendo fue a la cocina a decirle a su abuela, pero y a todos se habían ido a dormir, ¿cuánto tiempo había pasado en la lucha con ese ser espectral? Nunca lo supo, sólo se enteró al otro día que ya se terminaban las vacaciones y que tenía que irse de esa casa. Y así fue.

No le contó a nadie de su aventura hasta hace días en que se dio cuenta de que ese ser intemporal, persigue ahora a una de sus nietecitas queriendo asustarla como lo hizo con ella. Rocío le dijo que la familia es fuerte y que, si no le pasó nada a ella, a su nieta tampoco.

Yo no sé qué suceda a veces en las familias, pero lo que sí sé es que la fortaleza se trae ancestralmente adentro del ser, uno la siente y sirve para defenderse y defender a los seres queridos de la maldad que deambula por el mundo, como lo hizo la prima de mi amiga, ¿quieres conocerla y que te cuente su historia?, ven lee y anda Guanajuato.