Histomagia

La arboleda

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A veces las señales de que alguien te está cuidando llegan nomás así, sin avisar, como que tus antepasados saben que aún en la distancia entre dimensiones, necesitas de su ayuda, ellos lo saben por el simple hecho de amarte incondicionalmente, por eso siempre están al pendiente de ti y de tus familiares, incluso de tus mascotas, eso lo sé porque algo extraño les pasó a mi sobrina Itzamná y a su esposo Gustavo, una madrugada esta semana, donde dieron fe de que nunca estamos solos.

Sucede que esa madrugada la noche era fría, el aire se colaba entre los árboles y el sonido que salía del roce entre sus ramas se escuchaba al compás y vaivén del viento daba idea de que lo que ellos hablaban entre sí era una lengua antigua, tan antigua que les ha permitido siempre que puedan proteger la casa y a sus moradores. No cualquiera ama los árboles como mi sobrina y su esposo, ellos saben que el poder de las plantas está en su hogar, que ellos son las almas antiguas de sus antepasados, que nos dan oxígeno y sombra para poder vivir en paz con este planeta, por ello, esa noche, antes de irse a dormir, Itzamná se asomó por la ventana para ver cómo las ramas de los árboles incólumes bailaban con ese viento protegiéndolos.

Itza cerró la ventana, el frío estaba en su rostro, la luz de la luna se colaba al compás del viento y pudo ver en la penumbra que sus adoradas mascotas: Logan, su perro; Lex, su gato, y Lana, su gatita bebé, ya estaban dormidas. Gus se acercó a mi sobrina la abrazó y se fueron a dormir con la certeza de que descansarían plácidamente, ya que nunca les había pasado nada que los hiciera dudar de ello. El silencio de la noche sólo se rompía con el diálogo de los árboles que les arrullaba su sueño.

Sí, esos vientos helados se hacen presentes en Guanajuato y pareciera que quieren llevarse la maldad que rodea a las buenas personas al fin del mundo y que no regrese. Particularmente Itza y Gus ese día habían trabajado hasta muy tarde y estaban cansadísimos, por eso lo que les ocurrió es inexplicable aún hasta el día de hoy.

Me cuenta mi sobrina que de pronto, en la madrugada, un sonido de vidrios quebrándose retumbó en sus oídos interrumpiendo su sueño y el diálogo arbóreo cesó dejando un silencio que acentuó el ruido del cristal roto, pensó de inmediato en el espejo de cuerpo entero que tiene en su sala frente a la puerta de entrada como protección mística. Sin pensar y con una rapidez inimaginable, alcanzó a llegar a tiempo a sostenerlo con sus manos antes que se hiciera añicos. Todo sucedió en segundos. Lo curioso es que el espejo no tocó el suelo, se hizo pedazos al ir cayendo, dando tiempo a que sus mascotas se quitaran de ahí resultando sanas y salvas. Gus llegó a su lado, segundos después, sorprendido por la ahora inexplicable prontitud de cómo Itzamná se levantó y llegó hasta la entrada de la casa, y afortunadamente, pese a los fragmentos de vidrios en sus manos, no se cortó.  

Esto les sucedió la semana pasada, es como si alguna fuerza sobrehumana haya lanzado el espejo directo a las mascotas y algo o alguien lo haya sostenido en el tiempo por microsegundos dando un lapso para que llegara mi sobrina y los sostuviera. Lo asombroso es que, a la fecha, ellos no saben cómo Itza llegó tan rápido a sostener el espejo, adormilada y descalza, pues la distancia de tres metros de la recámara a la sala, lo hace aún más increíble; lo que sí saben es que cuando terminaron de limpiar la sala vieron cómo una especie de bruma blanca se escapó por la ventana hacia el parque de los árboles que en ese instante siguieron dialogando, pues el viento siguió su curso hacia el fin del mundo, donde esperemos se queden esas malas vibras de las personas que no quieren ver la felicidad en los otros. Itza y Gus saben que siempre estarán cerca de esos árboles llenos de las almas de sus parientes muertos, son sus vigías, los aman. ¿Quieres conocer la arboleda? ven, lee y anda Guanajuato.