El espacio de Escipion

El momento de los cambios y el perfil del gobierno de AMLO

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Estamos en una fase de alto interés para el país, porque el bloque en el poder está inmerso en muchas disputas abiertas y, cuando éstas se hayan concluido, el perfil del gobierno de Andrés Manuel López Obrador tendrá otro rostro y quizá otra forma de procesar los desafíos actuales y por venir.

Parecería una obviedad, pero no, los retos que enfrenta el país para salir de la crisis multifactorial desatada por la pandemia requieren respuestas urgentes y razonables de un gobierno que tenga unidad y rumbo. Lo que ha pasado en estos dos años es una curva de aprendizaje lenta, poco efectiva y con muchos heridos en el camino, internos y externos. Las decisiones tomadas, razonadas o no, han creado un ambiente de incertidumbre en casi toda la administración pública, que cotidianamente se queja de falta de recursos, de personal poco calificado y el temor a dejar el cargo sin ser acusado de traidor.

El gabinete presidencial está confrontado en al menos tres bandos desde el primer día: los primeros son “radicales” y “lopezobradoristas puros” quienes consideran necesaria la ruptura abrupta con el status quo, sin contemplaciones ni misericordias como si se tratara de que adquirieron el poder por medio de una revuelta social y no por una elección democrática; los segundos son “moderados” que son adherentes y no precisamente morenistas, pragmáticos y con visión política y económica más tradicional, quienes apuestan por aterrizar los cambios paulatinamente y negociar nuevas reglas con los factores de poder económico; y los terceros, que en este momento son sólo piezas coyunturales, los encargados de operar electoralmente los programas gubernamentales, por eso no importan sus credenciales académicas o profesionales, tampoco sus demasiadas improvisaciones, sino solamente estar sujetos a la voluntad unipersonal del titular del Ejecutivo para ganar las próximas elecciones.

Por supuesto, el pleito ha devenido en diez renuncias ruidosas en poco tiempo, porque no hay afinidad en los equipos de trabajo ni en la visión y operación del aparato de gobierno. “Sí escuchamos (a los funcionarios), pero tiene razón (Jaime Cárdenas), pedimos lealtad a ciegas al proyecto de transformación, porque el pueblo nos eligió para eso, para llevar a cabo un proyecto de transformación, para acabar con la corrupción, para acabar con los abusos, para llevar a cabo un gobierno austero”, respondió el presidente en su conferencia matutina al último funcionario que renunció.

En el partido oficial, MORENA, las condiciones no son distintas y en la elección del dirigente también se juega el destino del gobierno, pues la alianza Marcelo Ebrard – Ricardo Monreal por Mario Delgado es el control del instituto político y de la ruta que lleve la agenda legislativa y cómo le gusta al presidente. Mientras, del otro bando, cierran filas los duros con Claudia Sheinbaum y el peso político de Porfirio Muñoz Ledo para buscar controlar esos hilos fundamentales para el régimen actual.

Un panorama nada fácil. Por un lado, hay quienes ven a Marcelo Ebrard como «el vicepresidente» debido a su papel como bombero político del gobierno de AMLO, lo mismo para la compleja relación con países del sur que con EUA. Le han salido bien los temas candentes como darle continuidad al T-MEC, despresurizar a los maduristas y sus simpatizantes que pedían a México alineamiento, el asilo a Evo Morales y su fugaz salida, la atención al caso de la familia LeBarón, la gestión para la vacuna anticovid-19, la visita presidencial a Donald Trump, entre otros. 

Sin duda, la imagen de Ebrard ha crecido y consolidado, pero no para el gusto de todos en MORENA, pues ya Porfirio Muñoz Ledo lo acusa de detentar el poder presidencial y hasta advertirle que lo expulsaría del partido; la revista Proceso le dedica un reportaje duro sobre sus “negocios” en Honduras, de donde es originaria su esposa Rosalinda Bueso.

La ofensiva contra Ebrard no guarda distancias ni formas. Actores vinculados a Claudia Sheinbaum no tienen miramientos en bombardearlo para evitar que tome el control de MORENA, incluso, al grado de decir que tampoco es del agrado del presidente que él tuviera las riendas del partido, justo cuando deben también comenzar a elegirse a candidatos a gobernadores, alcaldes y legisladores.

Luis Rubio citado por Milenio Semanal, apunta una anécdota significativa: “Cuando López Obrador era jefe de Gobierno de la Ciudad de México, le hablaba de usted. Los demás funcionarios eran apenas unos instrumentos, Ebrard era su colaborador”. 

“Le dio una secretaría que no es muy importante porque, como decía Lyndon Johnson, es mejor tener a los enemigos dentro de la tienda, orinando hacia fuera y no para dentro, pero resultó que Ebrard se convirtió en el gran operador dentro del gobierno”, remata Rubio.

Del otro lado, Sheinbaum tiene los complejos problemas de la ciudad y una indefinición de qué hacer con su papel como jefa de Gobierno frente al poder presidencial. El manejo de la pandemia distanciado de los dictados del subsecretario Hugo López Gatell le resultaron y fueron bien capitalizados por su equipo. Asimismo, tiene una virtud de peso: los afectos del presidente por encima de todos los demás políticos enrutados en la autollamada “cuarta transformación”.

Sin embrago, Claudia tiene la limitante como no tener aliados de peso al interior del primer equipo presidencial; todos los días quiere resolver problemas que dejan la incompetencia de los alcaldes de la capital del país y dejar de pensar en el 2024. La adhesión de los duros a la candidatura de Muñoz Ledo y con el respaldo de Claudia dieron un salto en las encuestas internas y eso habla de efectividad y capacidad de aglutinar a las demás corrientes y bloques. Esto es una ventaja pero también un problema, pues detrás hay lastres que no la dejarán correr con libertad cuando decida hacerlo.

El 7 de septiembre arrancó el proceso electoral federal 2020-2021 para elecciones de gobernadores, legisladores locales y diputaciones federales. Para esto, por ética política, los aspirantes a puestos de elección popular ya debieron renunciar a sus cargos públicos (legislativos, municipales, estatales o federales) y comenzar a trabajar por sus candidaturas.  De ahí que haya mucha expectativa de lo que pase en el gobierno de la República, pues habrá ajustes por estas salidas y un cambio en la correlación de fuerzas al interior del gabinete, y ahí, todo pasa por la renovación de la dirigencia.