Histomagia

El marco

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Alguna vez escuché que la magia de nuestros ancestros nos llega día a día. Ellos se hacen presentes por voces, gritos, manifestándose como fantasmas, bruma, o incluso moviendo objetos. Pero nunca había sabido que se pueden manifestar cambiando tu cuerpo, modificándolo para hacerte saber de esa sangre antigua que vive en la tuya, esa sangre ancestral sigue cambiándote, sigue su evolución espiritual y, de cuando en cuando, se hacen presenten de formas humanamente imposibles, y a veces, sólo a veces, son captados por el lente de una cámara.

David, amigo de mi hermana Aurora, en palabras de ella –le creo–, es una persona increíble, lo mismo trabaja en redactar textos en diferentes modalidades a partir de análisis en sus investigaciones dado el Doctorado en Filosofía que tiene, o desde la mirada de las personas comunes acercando lo que necesita a su casa y en su casa. En este tenor, si David requiere algo, por ejemplo, para decoración, él se lo manufactura, él trabaja en sus creaciones a ratos de día y a ratos de noche, en la soledad y quietud de la luz y de las sombras, en la alquimia perfecta de la transmutación. Así, hace poco compartió en redes sociales una fotografía en donde muestra uno de sus trabajos de carpintería terminado: un marco de madera que hizo para un cuadro que quiere colocar en su hogar. La foto, de entrada, es clara y nítida, tan así que todo lo que se presenta ahí, en esa imagen, es perfectamente visible: las herramientas propias de un taller de carpintería, la puerta atrás de David, la vista parcial del reloj, una lona en el piso… pero eso sí, nadie, absolutamente nadie, ni siquiera él se había percatado de una anomalía –pues el focus era el marco de madera–, “algo” aparece, “algo” que verdaderamente trastoca, no solo una mirada, sino realidades, el tiempo y el espacio, dimensiones… y estaba ahí, a la vista de todos. Sin embargo, uno, sabemos que en las redes sociales siempre hay uno, un alguien observador, deja la timidez y a pie de comentario señala: “Profe, ¿ya vio su mano derecha?, ¿qué onda?”, y en ese momento todos y cada uno de los que vieron la foto observan cómo en la mano derecha que sostiene el cuadro, aparecen más dedos, no hay truco, esos dedos eran del mismo color de piel que David, distorsionados, encimados, como ayudando a cargar el cuadro, como manifestando el deseo de ser reconocidos en la construcción del mismo y lo muestran (¿orgullosos?), ¿ese era el objetivo, no? mostrarlo para que ya por fin la alquimia de la trasmutación de la madera, del dolor de la transformación, pueda dar albergue a la obra de un pintor mazatleco, Antonio López Sáenz. Esa pintura tiene un beisbolista en el centro, dos mujeres etéreas, casi como espíritus, y como el beisbolista genera movimiento al haber lanzado la pelota, curioso, su brazo derecho aparece en las sombras, así cubierto con su manopla ¿mensaje? misterio…  

¿Cuántos ancestros mostraban el marco?, ¿por qué manifestarse así?, ¿David se sabe mágico?, ¿todos somos mágicos, magia ancentral? No lo sé. Lo que sí me queda claro ahora, es que David no está solo, porque la transmutación de su sangre ancestral es la que le ayuda a crear y, con su humildad y sabiduría, diseminarla en cada obra, en cada objeto, en cada texto, honrando así a sus antiguos, a su sangre y a él mismo. ¿Quieres conocer a David? Esta vez coincido contigo, yo también lo quiero conocer, ¿vamos juntos? Ven, lee y anda Guanajuato.