Ecos de Mi Onda

El Elector (Al Grano)

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Algunas personas son muy decisivas cuando se refiere a evitar decisiones.

Brendan Francis Behan (1923-1964) Poeta y novelista irlandés

Parte 3. Final.

Para finalizar el sexenio del priista Enrique Peña Nieto, la mayor parte de la población estaba bien enterada del grado de corrupción al interior de las esferas de gobierno. El ambiente nacional era de inconformidad ante unas elecciones que se aproximaban y que le costarían a México la cantidad estratosférica de 6 mil 702 millones de pesos, incluyendo la elección del futuro presidente de México, cambio de diputados federales y locales, senadores, presidentes municipales y varios gobernadores. Un reclamo generalizado era reducir la asignación de recursos a los partidos políticos, dinero malgastado en campañas huecas, carentes de propuestas factibles para resolver los graves problemas endémicos de México. Partidos asociados en bandos codiciosos de poder, para mantenerlo o para hacerse de él, no pensando en el bienestar social, sino en mezquinos intereses individuales y grupales. La sociedad exigía iniciativas de ley para disminuir, por fin, el número desproporcionado de diputados y senadores en las cámaras legislativas locales y federales, y los altos costos que esto aún sigue representando para la nación.

El 6 de junio de 2021 los ciudadanos volverán a las urnas, tras dos años y medio de un gobierno autodenominado Cuarta Transformación, que maneja una agenda del gusto de millones de mexicanos, que incluye proyectos de dudoso impacto a mediano y largo plazo para un desarrollo social sostenido, pero con el cariz demagógico de esperanza en programas asistenciales desprovistos no sólo de auto sustentabilidad, sino de objetivos y metas claras en el engranaje de un sistema coherente encaminado a construir cimientos firmes, para impulsar un desarrollo consistente de justo beneficio y fortalecimiento social.

El inicio de las mentiras

En los resultados contemplamos lamentablemente un país dividido, con un presidente que no asume el compromiso de gobernar para todos, que no convoca al trabajo colectivo organizado y que parece complacerse en un indeseable centralismo. Acusa a los medios informativos del país como incondicionales de la Mafia del Poder, metáfora de raíz corrupta, entelequia que lejos de definir y denunciar con pruebas ante las autoridades competentes, trata de mantener como recurso para justificar la falta de resultados positivos, culpándola de oponerse a su transformación mitológica. Así entonces, a diario se dedica con fervor a “ejercer su derecho de réplica” desde el púlpito mañanero, en el que informa “la verdad” como vocero de sus propios logros y victorias cotidianas contra los “adversarios neoliberales y del conservadurismo”, que resultan ser, literalmente, todos aquellos que manifiesten el mínimo desacuerdo con su manera personal de gobernar, incluyendo a los propios colaboradores que se atrevan a contradecirlo. Todos sus adversarios son ferozmente denigrados ante el “pueblo sabio”, no importa si después se confirma que es el presidente el equivocado en sus apreciaciones.

En las declaraciones mañaneras se informa que todo lo que hace el gobierno está bien, todo marcha sobre ruedas, lo cual provoca el aplauso y lisonjas de millones de partidarios incondicionales, pero que en muchos ciudadanos despierta dudas razonables, ya que este recurso les parece más bien una cortina de humo que opaca la posibilidad de analizar y deducir, e incluso festejar genuinamente en su caso, los avances reales de los proyectos de gobierno.

Un ejemplo claro es la complacencia ante el manejo de la pandemia de coronavirus que sufrimos en México desde marzo del 2020, con auto elogios a una estrategia federal que, en vista de los resultados, ha fracasado rotundamente. Es ofensivo y arrogante declarar una campaña exitosa, frente a más de 200 mil decesos, cantidad a la que se suman alrededor de 33 mil casos reportados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), lo que ubica hoy a México en el tercer lugar mundial respecto a este lastimoso rubro. Considerando el cálculo de mortandad en función de población con los datos actualizados, se empeora la situación en el balance global. Pero frente a las cifras crudas no ha existido el mínimo asomo del reconocimiento de errores, ni mucho menos de la posibilidad de corregirlos y reorientar las estrategias. La solución son ahora las vacunas, sobre lo cual también hay una deplorable opacidad de información oficial, relacionada con los procesos de adquisición y con el plan nacional de vacunación, que se ha venido realizando con total desconexión de los gobiernos estatales.

El elector consciente tiene frente a sí un panorama político complejo, difícil de interpretar para derivar argumentos decisivos y seleccionar efectivamente la mejor opción, entre los candidatos designados por los partidos políticos correspondientes que competirán por los cargos en disputa. Los problemas de México siguen siendo los mismos, continúan los niveles altos de violencia y criminalidad, ha crecido la violencia contra las mujeres; no hay evidencias palpables de que la corrupción ha desaparecido, ni de que los corruptos del pasado sean castigados y devuelvan los recursos desviados; continúa intacta la impunidad frente a la delincuencia. La pandemia ha sido un factor notable, pero no se vislumbra crecimiento económico, ni de creación de empleos con salario digno; crece la pobreza extrema y la marginación. No hay tendencia rectificadora de las debilidades de los sistemas educativo y salud; no se contempla impulso al desarrollo en ciencia y tecnología; son malas las señales respecto a los problemas ambientales, y así podemos seguir incluyendo rubros en la lista.

Los electores podemos muy bien pronosticar que cada uno de los puntos anteriores, como siempre, será estandarte propagandístico de todos los candidatos, asegurando tener, ahora sí, la solución rápida y expedita para cada uno de ellos. Pero en lugar de presentar proyectos profesionales que muestren y expliquen con claridad a la población, la factibilidad real de sus estrategias, etapas, tiempos, recursos y modelos de evaluación, derramarán vituperios unos contra otros acusándose de corruptos e ineficientes, sin asomo de escrúpulos al morderse la lengua. Muchos políticos exhibirán resentimiento al no ser considerados elegibles por sus partidos y cínicamente harán piruetas y buscarán acomodo en otros partidos que, si ven la conveniencia, los recibirán con los brazos abiertos. Así lo veremos, así es la política nacional y esta gracia le costará a la nación un monto de ¡7 mil 159 millones de pesos! ¿No que en la 4T se iban a reducir las asignaciones a los partidos políticos?

Por la pandemia tal vez no veremos la misma cantidad, frecuencia y fogosidad de los acarreados a los mítines, con matracas, banderines, playeras, cachuchas, tortas, refrescos, despensas, escrituración de terrenos invadidos y otras concesiones diversas, a la manera del antiguo PRI y también del PAN, del Verde, de MORENA y de todos, pero abundarán las palabras encendidas, cargadas de indignación por la pobreza, desigualdad, violencia, falta de oportunidades, crisis económica, crisis sanitaria, crisis educativa, etc., como si apenas se dieran cuenta. La culpa es de los otros, del PRIANPRD, de los neoliberales, del conservadurismo, del centralismo, del populismo, del presidencialismo, del morenismo. Horas y horas de propaganda escrita, televisiva, radiodifusiva, espectaculares, redes sociales, analistas políticos. Todos los candidatos enseñarán la mejor cara maquillada de humildad y capacidad de servicio, se darán baños de pueblo, se transportarán en camiones urbanos, aceptarán tacos de los obreros, visitarán zonas marginadas, producirán videos tiktoks, se grabarán con indígenas, líderes feministas, comunidades LGBT, abortistas y antiabortistas, personas con discapacidad. Recibirán con marcada seriedad carpetas repletas de problemas, para los cuales disparará promesa tras promesa, cumpliendo cabalmente las leyes de la mecánica nacional. Ante el desprestigio de los partidos políticos, en algunas regiones optarán por convencer a futbolistas, cantantes, actores, luchadores, payasos y personalidades diversas para que participen como candidatos, dispersando la idea de que vale más la inexperiencia que la maña de los políticos corruptos, sin considerar que son estos últimos quienes tratarán de manipular a esos personajes como marionetas. 

Los políticos profesionales tienen entonces muy bien comprendidas las maniobras establecidas en los manuales, pero… y los electores ¿qué tenemos? Nunca es tarde, es el adagio. Debemos despertar a la reflexión, asomarnos a la información disponible con objetividad y sentido crítico, para derivar conclusiones construyendo escenarios hipotéticos juiciosos y de esta manera emitir un voto a conciencia, no sólo a partir de afinidades y aversiones pasionales. Votar no sólo significa cruzar una boleta ¿Puedo confiar en un oportunista que cambia de partido?, ¿tuvo cargos públicos previos?, ¿fueron buenos sus resultados?, ¿es sospechosos de malos manejos?, ¿tiene fama de honesto o de corrupto?, ¿es claro en sus propuestas?, ¿trabaja en equipo con seriedad?, ¿respeta a sus colaboradores?, ¿se embrolla en falsedades?, ¿demuestra capacidad de decisión?, ¿es creativo?, ¿comprende sus errores y se apresura a corregirlos? No existe el candidato ideal, pero es necesario tratar de conocer lo mejor posible a quien escojamos para un servicio público en beneficio de la sociedad. Porque los candidatos compiten por tener el privilegio de servir a la sociedad y eso es algo que una vez en el poder se les olvida muy fácilmente.

La democracia le ha costado a México, a todos los ciudadanos, de tal forma que no podemos permitir que prive la prepotencia rapaz y el culto a la personalidad en la mediocridad. Debe ser el elector el que decida la agenda, debe pugnar por estructurar debidamente su inclusión efectiva en la toma de decisiones. No podemos regresar al pasado corrupto e ineficaz de los sexenios anteriores, pero tampoco estancarnos en un presente repleto de dudas. Un caso concreto de retorno al centralismo vicioso, es la campaña de desprestigio que ha desatado el régimen en contra del Instituto Nacional Electoral (INE), que puede tener mil defectos, pero es el órgano constitucional autónomo que –por decisión ciudadana– es responsable de regular los procesos electorales. Tenemos el deber de revisarlo de continuo, corregir las desviaciones, vigilar la administración de sus asignaciones presupuestales, ponderar sus decisiones, pero nunca aceptar el perverso retorno a que los procesos electorales sean manejados por el estado. Manuel Bartlett fue el último que estuvo en ese compromiso y se le cayó el sistema. El ave fénix se quemó y pretende resurgir de sus cenizas.