El Laberinto

“Madura para tu edad”

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Voy a empezar con una historia de mi muy tierna adolescencia, en la que iba a un café donde los fines de semana un par de hermanos, ya saliendo de la década de los veintes, tocaban canciones de grunge en versión acústica, con la peculiaridad de que solían olvidar las letras, viendo la oportunidad y explotando mi buena memoria me volví su amiga y su apuntador, pues era mi género favorito y además uno de ellos se convirtió en mi interés romántico.

En una ocasión, en que algo festejábamos, terminamos dándonos algunos piquitos y él me pregunto mi edad, la cara le cambio cuando supo que tenía solo quince años, pues he de decir que mis gustos o mi arrojo o mi estatura no daban señales de eso, pero él me miró muy serio y me dijo: “eres una niña y no está bien”. No lo voy a negar, me dolió, pero después entendí que el sujeto hizo lo que cualquier persona con sentido común haría en esos casos: asumir que a pesar de mi consentimiento, mi presunta “madurez” y  de la atracción que existía, él era un adulto y yo no. El asunto, felizmente, quedo ahí.

La línea de conquista de “eres muy madura para tu edad” es en sí un anuncio neón que dice ¡corre corre y no mires atrás! primero porque ocupa la vieja artimaña divisoria de hacer creer a las mujeres que una forma de engrandecerse es a través del insulto a las otras, como si ser como las demás o parecer de su edad fuera motivo de vergüenza.

Pero además está dicha por alguien que, en efecto, no es lo suficiente maduro para su edad, pues si no trataría de conquistar en condiciones más simétricas, esto dejando benévolamente de lado que aunque exista paridad de edad, normalmente cuentan con privilegios que les dan la posibilidad de establecer relaciones desiguales de todos modos. Entonces si le sumamos todo es una bomba de manipulación y abuso.

Se habla mucho de los embarazos adolescentes, pero muy poco de que estos normalmente tienen una contraparte adulta, se habla mucho de que está mal tocar a una niña pequeña mientras bromean con “legalizar” a las de dieciséis, tenemos una cultura que ve como deseables a las mujeres jóvenes, puras, sumisas y dependientes, en pocas palabras: niñas y esta presión hacia las adultas vende millones en cosmética y nos mantiene obsesionadas peleando con nuestra edad, pues esta nos hace invisibles, en lo laboral y en lo social. Es decir, por un lado se presiona a las pequeñas a entrar en el mundo, mientras se empuja a las mayores a salir, ambas cosas de manera prematura.