Guanajuato es una ciudad cultural, donde los museos, teatros, iglesias, y el Edificio Central universitario, dan cuenta del paso del tiempo y de las muchas más historias que a cada paso, cuando caminas por sus calles, plazas y callejones, cuentan la arquitectura, las luminarias, cada columna y árbol dando a esta ciudad un matiz que la pinta con los colores del misterio que las fuerzas naturales y espectrales la hacen cada día, noche o madrugada, más interesante.
Este lugar es una ciudad que tiene en sus entrañas otro Guanajuato que siente cada pisada y pasos de los miles de turistas y estudiantes, población flotante, que les permite imaginar por instantes cómo habrá sido la vida cotidiana de cada objeto, de cada casona y cada persona que se ha cruzado por aquí y que nos representa como seres únicos que vivimos añorando otros tiempos desde la nostalgia que da el pensar en nuestros antepasados, en lo vivido, en los sueños de cada uno de los que la han habitado desde hace mucho tiempo… incluso esos escritores literatos secretos, esos cronistas de a pie que cuentan sí la historia, pero la suya, en donde cada histomagia reviste de un halo enigmático este bello lugar, Patrimonio Cultural de la Humanidad. Así que muchas de las veces ver a sus parientes como momias para ellos no necesariamente es con orgullo, a veces es con el terror de saber que tal vez, y sólo tal vez, su destino sea ese precisamente: ser una pieza de museo que muestra a la muerte como esa compañera sempiterna, que convive con nosotros, con cada uno de los que pasan por aquí.
Cuentan los que saben que vivir aquí es una bendición porque la identidad mágica-mística que nos cubre cada tarde con el manto de la noche que llega y que nos envuelve en esos vientos fríos de la sierra, nos permiten tener una visión distinta a los que sólo viven el vaivén de ir y venir como ciudadanos del mundo, pero no de este mundo cuevanense que los hechiza porque la magia existe desde el interior de cada piedra con la que se levantó la primera casa, el primer puente, la primera calle, el primer Guanajuato. Los que saben nos dan cuenta de que esos que viven ahí abajo son los que nos ven desde el piso, desde las cornisas de los edificios, desde las torres y tumbas de las iglesias, incluso desde los ventanales que son los ojos de las viejas casonas, donde siempre que miramos a través de ellos nunca estamos solos. La vida en Guanajuato es así: tenemos compañía siempre.
Yo pienso que quien vive aquí se enamora de ese sentirse arropado por cada uno de los lugares que visita, pero sobre todo por esos secretos fantasmas que lo miran desde todos lados. No. Si piensas que esta ciudad está sola cada noche, no es así. Cada noche y madrugada la fiesta sigue en las callejas oscuras, en las tumbas de los niños pequeños de las casas antiguas, en las criptas de los panteones, en la calle subterránea. ¿No lo crees? Ven, te invito. Ven, lee y anda Guanajuato.
