Histomagia

LA ESPERA

Compartir

Guanajuato es una ciudad muy hermosa. Es aquel lugar en donde el tiempo pasa y no pasa a la vez. Pasa porque seguimos la cronología real, pero no pasa porque la ciudad es arquitectónicamente colonial donde las energías irreales que viven en esas casonas, callejones, plazas y calles, a veces los humanos no las pueden manejarlas, por ello es que las experiencias paranormales son muy recurrentes aquí, a todas horas puedes ser testigo de cómo pasan sombras atravesando las casas, o de cómo algunos espíritus -incluso de animales- se manifiestan pasando por donde antes eran caminos y ahora son casonas con pasillos que parecen interminables cada noche, cada madrugada donde el viento frío de la sierra llega y abraza a esta ciudad, el campo, todo, y donde, sobre todo en estos tiempos, la lluvia alimenta la tierra y los árboles que siempre nos protegen y cuidan de muchas calamidades meteorológicas, pero también del mal.

Me cuenta mi amiga Bety que cuando ella era adolescente siempre trataba de ser la que innovaba las actividades y juegos en su grupo de amigos. Sin embargo, una noche, su amiga Lolita, la más tímida de todos, decidió ser ella quien llevara alguna novedad al grupo: les propuso una aventura muy arriesgada, actividad nocturna, para poder sentir la adrenalina. Les dijo que era un misterio, pero que esa noche, sabrían de qué se trataba. Todos estuvieron de acuerdo en participar de esa nueva modalidad de su amiga, ¿qué sería lo que les iba a dar?, ¿será que sólo les jugará una broma?, igual y no irá, pensaron.

Ya muy entrada la noche, Lolita llegó a la salida de la escuela, donde quedaron de verse, de ahí ella llevó a sus amigos a un lugar cercano al centro, en donde ahora ya está una cancha de fútbol, y dio inicio a su misterioso plan contando historias de misterio y de terror, para ambientarse y que la noche fuera más interesante.

No sólo narraron las típicas leyendas de la ciudad, sino que todos y cada uno tenía que contar alguna historia real, algo que les hubiera pasado a ellos o a su familia.  Todos contaban sus historias y todos a veces reían de los nervios que les daba esa situación y el vaivén de las hojas de los pirules bajo los que estaban. De pronto se hizo una pausa, un silencio donde, Lolita, con la mirada fija en la cancha, comenzó a contar una historia donde los protagonistas eran sus abuelos quienes cuando jóvenes había jugado con una tabla ouija que les había hecho mucho mal a ellos y a toda su familia, al grado de que hubo muchas muertes y pérdidas monetarias que los hicieron sufrir mucho. Por eso es que, para deshacerse de ella, la enterraron en ese terreno, en donde ahora estaba ese lugar deportivo, cerca de los pirules más lejanos de la tribuna. Así que, les dijo, ahora estaban ahí para ir por ella y pedirle al ser que la posee los dejara en paz. Todos se miraron entre sí, Lolita parecía estar absorta en su narración, pero sin perder oportunidad les dijo que ahora deberían ir a la cancha y escarbar en esa orilla del fondo para poder sacarla.

Sorprendidos por lo que escuchaban, los jóvenes, animados por la aventura, decidieron que, con miedo y todo, habría que ir por ella. Deseosos de saber de su futuro y de hacerle preguntas, en tropel fueron directamente al lugar indicado. Todos y cada uno en la fascinación que daba el ambiente lóbrego de la noche con una luna brillante que les alumbraba y el viento que hacía cantar los pirules, lograban que se escucharan las respiraciones afanosas el estar escarbando con sus propias manos el lugar. No tardaron mucho y dieron con esa tabla. Lolita la pidió de inmediato, su cara era otra, ya no se le veía como joven, pareciera que tenía en su cara tierra de esa tierra movida que ahora pareciera una tumba recién cavada. Sin pensarlo, uno de los muchachos se la entregó, y ella la puso en el suelo, y puso sus manos en la tabla y sus manos se movieron tan rápido que era imposible saber qué decía, o al menos eso creían. El olor a humedad desenterrada, en ese momento, parecía como una droga que los llevó a todos a un estado de encanto, como si estuvieran hechizados, obedecían cada palabra que Lolita dijera, quien ahora les ordenó, con voz firme y que no parecía humana, que se sentaran alrededor, para poder hablar con ese ser que había lastimado a toda su familia. Silencio.

La ouija vio la luz de la noche y parecía que emitía un brillo plata que aún más los hipnotizó. Fue lolita quien comenzó a hacer preguntas, la luz de luna le pegaba en el rostro y sus ojos parecían que absorbían cada haz de luz que miraba. Lolita jamás emitió con voz las preguntas, todo fue mental, y la tabla viva ahora, se movía de tal manera que era evidente que la voluntad de ella era estar con ese ser y saber más de lo que les había contado. Todos la miraban como si fuera diosa, ninguno se atrevía a decir algo, no querían perderse de ese momento mágico que de pronto se volvió atroz al ver, con horror, a Lolita tirada en el pasto convulsionando, lo que los trajo de nuevo a su realidad.

Impresionados vieron cómo su amiga luchaba por ponerse de pie, trataron de ayudarla, pero una fuerza extraña lo impedía. El viento arreció parecía furioso por lo que esa pobre chica estaba viviendo. Los pirules trataban de hablar, de cantar alguna salmodia antigua para ayudar a esa pobre chica. Incrédula de lo que veía, Bety decidió entrar en acción, y les gritó que por favor rezaran cada uno de lo que se acordara, que lo hicieran ya. El aire pareció ayudar y purificó el lugar, porque de inmediato Lolita se puso de pie, aterrada los miró, tomó la tabla en sus brazos, y se desmayó. Despavoridos, Bety y sus amigos corrieron para salir de ese lugar a como diera lugar. Sin mirar atrás, todos en desbandada abandonaron a su amiga ahí.  

El horror que pasaron esa noche, nunca lo van a olvidar, me dice mi amiga.

Al día siguiente, en la escuela, todos ellos comentaban en voz baja lo sucedido. Lolita no llegó. Todos pensaron que se había quedado ahí., pensaron lo peor. Decidieron salirse de la escuela. Se fueron de pinta para ir, ver y ser testigos de lo que había pasado con su amiga. Llegaron y vieron que todo estaba normal, de hecho, el lugar donde escarbaron estaba como si no hubiera pasado nada. Asustados decidieron ir a casa de Lolita y ver si estaba bien. En el camino comentaban y pensaban en las posibilidades de lo que le hubiera pasado a su amiga. Cuando llegaron a su casa, en Pocitos, donde hay un pequeño patio en la entrada con una enredadera, cerca de la Alhóndiga, la vieron ahí con sus abuelos, ella contenta, feliz, eso sí con la mirada perdida. Sus abuelos los miraron con rencor, y cuando iban a hablarle a su amiga, ellos les impidieron contactarla, sólo les dijeron que se fueran y, de manera, determinante les dijeron: “Todo ya ha sido hecho”.

Desde ese día Bety ya no supo de su amiga, hasta muchos años después donde se enteró que se había casado, que no había tenido hijos, que su esposo murió muy joven, que se quedó sola, ahí en esa casona del centro donde vivía con sus abuelos, que ahora la acompañan desde el más allá, esperando ella use la tabla para ahora contactarlos a ellos y seguir aquí, viviendo a través de Lolita.

Dicen los que saben que las tablas ouija más poderosas son aquéllas que se hacen de las tablas donde un muerto descansó y fue enterrado, esas tablas son mágicas e incluso se mueven solas, caminan de un lugar a otro en espera de un espíritu o alma que las quiera y desee tener. Lolita deseó tenerla, su familia la había enterrado, pero de seguro ellos le prometieron que la iban a sacar después, esperaron a su nieta y le enviaron como mensajera, como sacrificio para volverla a la vida, por eso esa tabla no se fue, por eso esa tabla los esperó, y ahora son ellos quienes comparten con ese ser maligno la comunicación con ella, ella que fue la expiación que ellos hicieron para poder regresar de la muerte, estar aquí y ser inmortales en tabla que fue reposo de la espalda de un muerto en el Panteón de Santa Paula. ¿Quieres conocer ese lugar de entierro? Ven, lee y anda Guanajuato.