Histomagia

OCTUBRE

Compartir

Por estas fechas, llegan a Guanajuato los vientos fríos que aguardan todo el año, llegan para quedarse hasta bien entrado marzo. El frío que hace en este lugar es uno que cala hasta los huesos y que si no te previenes puede causar malestares tanto físicos como del alma.

Se dice que donde los fríos serranos se posan ahí es donde los muertos y los espíritus itinerantes incluso los espectros y fantasmas están al acecho de los habitantes que, cuando sienten que ya están cerquita de octubre, es mejor guardarse en sus casas, no vaya a ser que un aire siniestro, les lleve y traiga el alma de otro muerto y no el de sus parientes o familiares, porque sí, aquí nuestros muertos siempre nos acompañan nos previenen, nos ayudan y salvan de adversidades que devienen de hace un montón de años..

Me cuenta mi amiga María que cuando su hermano murió, la familia estaba desconsolada, nada los tenía con la resignación que en estos casos debe de privar para dejar descansar al espíritu del muerto, para que se presente ante Dios y si es posible, que le otorguen esa libertad para estar en su nueva vida desde la muerte y seguir pendientes de sus seres amados aquí. Pero la familia de mi amiga, ahogada en el dolor de la pérdida, no quiso dejarlo ir, así que algo extraño les sucedió esa noche de octubre de 1999. 

Todo comenzó con esos vientos fríos de la sierra, sí, ellos no se quedan fuera de las casas, entran y hacen que la casa se cimbre, la hacen cantar con el ulular del choque del aire en las ventanas, pilares, árboles y plantas, esas corrientes, si a los humanos nos llegan hasta los huesos, a las casonas les llegan hasta los cimientos donde la piedra más dura, se separa de esa casa y hasta la puede hacer caer o, en el menor, de los casos, entra entre las paredes de adobe y forman cosas inauditas que hasta el más cuerdo lo hacen dudar de su propia existencia.

María me dice que esa vez, ella estaba segura que los vientos de la desgracia caerían en su casa por no haber respetado el tiempo del difunto de su nuevo estado, por lo que el viento atrajo la desgracia y los recuerdos más amargos de ese accidente en donde perdieron a su hermano. Él no pudo irse, los lloros y el sentir la pena más profunda en el corazón de la familia, lo hizo regresar acá, pero a qué precio.

Todo sucedió el noveno día en que las gentes y familiares rezaban para el descanso del alma del difunto. Todo estaba como cada día desde que empezó el novenario, María incluso pensaba en al terminar darles un pan y café a los asistentes, en verdad añoraba descansar por una vez en esos días de locos de trámites, consuelos y lágrimas al por mayor. Vio la foto de su hermano con tristeza y melancolía, cuando de pronto,  ante todos el cirio que estaba al centro de la sala comenzó lentamente a desplazarse por la mesa, mi amiga pensó que estaba tan cansada que su mente le jugaba una broma, cerró los ojos y movió la cabeza en señal de negativa, sonrió, volvió a abrir sus ojos verdes al escuchar el barullo y algarabía de las personas quienes, asustadas, repetían una y otra vez: “no puede ser, no puede ser”. Pues bien, la llama del cirio, antes tranquila, ahora estaba inquieta, muy inquieta, crecía y parecía querer tocar el rostro de la foto, María sintió súbitamente ese viento frío, es octubre, pensó, es octubre, entonces miró a su alrededor y en verdad la temperatura había descendido, vio cómo el vaho salía de las bocas de los asistentes y giraba ante sus rostros, parecía que formaba remolinos que querían entrar en sus caras… el viento frío, el viento frío, repetía mi amiga… y sí, parecía que esos aires malditos hacían crecer la llama, y esa flama buscaba sin lugar a dudas llegar hasta el retrato de su hermano muerto.

María, aunque asustada, decidió defender a su hermano, dio un paso hacia el frente para poder controlar la situación, y quitar esa luz malévola del camino del alma del difunto, pero al tocar el cirio, la flama creció tanto señalando un muro y clarito se vio en esa pared cómo poco a poco se dibujaba la silueta de un rostro, la pared era blanca, pero no sé si el mismo aire trajo tierra del panteón o de no sé dónde que formó el rostro de su hermano, pero no se veía feliz como en la foto, ese rostro parecía que estaba pegado a la fuerza a la pared, se deslizaba de arriba abajo, haciendo muecas de un sufrimiento insoportable. Paralizada del terror María no daba crédito a lo que veía, sus ojos desorbitados eran la expresión misma de la desesperanza, de la tristeza, del horror de saber que su hermano muerto no había seguido su camino. Tan absorta estaba en su propio dolor, que cuando regresó su serenidad, ya no estaba nadie en el lugar, todos salieron despavoridos, gritando, pero ella no había escuchado nada, sólo quedaron ahí los miembros de la familia. María entonces volteó a la pared y el rostro ya no estaba. Sólo la soledad del cirio con una llama tan tranquila, y la foto esa foto de su hermano feliz.

Esa noche, mi amiga les pidió a todos y cada uno de sus parientes, dejar de llorar, rezar con el alma, para darle una buena despedida a su amado familiar, todos, ante lo sucedido, lo hicieron con el respeto que se debe dar al alma de un fallecido. María asegura que, desde esa noche, todo se calmó en su casa. Sí, los vientos fríos llegan cada año, porque aquí, en este lugar, los aires ayudan a limpiar las malas intenciones, los malos augurios, sólo que a veces los vivos olvidamos las reglas de la muerte: respetar el camino del otro, es lo que garantiza su paz, su tranquilidad eterna.

Dicen los que saben que cuando el alma o espíritu de alguien no llega a donde debe, los espectros o seres de bajo astral, los atrapan, no los dejan seguir su camino, se alimentan de ellos y les hacen hacer las cosas más indescriptibles y horrorosas que un espíritu solitario en la oquedad de la nada sin asirse a nada, en la soledad absoluta que da la oscuridad del ente que los atrapa, por eso debemos dejar la pena de lado y orar para que cada alma siga y encuentre  la armonía con la naturaleza y con su Dios. ¿Quieres conocer la casa de María? Ven, lee y anda Guanajuato.