Desde el Faro

EMOCIONES OPUESTAS EN REAPERTURA DEL TEATRO JUAREZ

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Tal vez la falta de recursos impidió que en la reapertura del Teatro Juárez se pudiera apreciar en toda su plenitud la ópera Aída, de Guiseppe Verdi, obra llena de contrastes, con arias muy delicadas y otras rebosantes de pasión, que permiten al espectador percibir una lluvia de sentimientos durante casi 3 horas.

Amor, odio, venganza, guerra mantienen la tensión de principio a fin, en la obra original, donde participan poco más de 200 personas en escena, entre la orquesta, coros, solistas y un ballet; con escenografía y vestuario adecuados, contexto que permite a los cantantes desarrollar toda su capacidad histriónica frente al público. Esto no sucedió en la noche de reinauguración del Juárez.

Aída es una ópera grandiosa, en la que participan, como ya dijimos, músicos, bailarines, cantantes, con escenas integradas a la historia, que tienen coherencia con la trama, no son “pegotes” que puedan cortarse, eliminarse, es difícil hacer esto, y hacerlo es de mal gusto. El viernes pasado, la ópera fue “destazada”, de 4 actos, a solo 2, no se logró un espectáculo íntegro

En la trama Aída, es una princesa etíope capturada y llevada a Egipto como esclava, ella se enamora de Radamés, un militar egipcio, quien le corresponde; a este amor se oponen, por un lado Amneris, la hija del faraón que también ama a Radamés, y por otro, Amonasro, el padre de Aída y rey del pueblo vencido, que exige venganza. Como puede apreciarse, en la historia existe un triángulo amoroso, envuelto por el odio, amenazas, guerra, muerte, pero también, un amor sublime, aplastado por el rígido imperio egipcio.

De las escenas presentadas, destacó el terceto, donde Aída, Ammeris y Radamés cantan cada uno textos distintos; los celos de Ammeris, el dilema de Radamés y la entrega absoluta de Aída se combinan para crear una tensión que perdura toda la obra. El personaje de Aída fué interpretado por la soprano María Katzarava; Rosa Muñoz, mezzo soprano, interpretó a Ammeris; ambas, excelentes cantantes, del tenor es mejor no hablar.

Por su parte, la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, bajo la dirección de Roberto Beltrán Zavala, mantuvo su gran nivel, sobre todo, en la obertura, que contiene un tema de amor delicadísimo, con unos violines sublimes; o en el potente “Gloria a Egipto”, donde por cierto, el joven Coro del Teatro del Bicentenario, demostró deseos de escalar más éxitos. Aún después de concluido el concierto quedó en la memoria ese canto que dice: “gloria a Egipto y a Isis que protege al suelo sagrado y al rey que gobierna El Delta”.

Sí, fue una noche de sentimientos encontrados, al escuchar a una gran orquesta, dos excelentes cantantes, y a un buen coro, con una obra, que tal vez no pudo ser representada íntegramente por falta de presupuesto; pero lo más importante es que, a 120 años de su inauguración, el gran Teatro Juárez fue restaurado y reabierto para seguir siendo un “escenario de grandeza”.