Histomagia

UNA HISTOMAGIA A RAS DE SUELO

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Ahora que ya termina el año 2023, es fascinante escuchar, en las reuniones familiares de estas fiestas, infinidad de historias que dan cuenta de tu pasado, de tu niñez, de tu juventud. Eso sin duda une a la familia, porque las historias que te cuentan te hacen volver, por medio de la imaginación, a los lugares y momentos más amados y añorados, esos lugares a donde sueñas regresar, porque la añoranza es la que nos sostiene muchas veces para no caer en la locura. A veces esos relatos pasan por muchas gamas temáticas, desde las más divertidas hasta las más escalofriantes e inesperadas, pues es evidente que cada uno tiene infinidad de experiencias de vida que resultan increíbles, y sí, en nuestro caso han sido muchas, pero una de las histomagias que falta contar es la que le sucedió a mi hermano mayor Lucio.

Guanajuato es un lugar vivo pues este espacio lleva su sangre o aguas subterráneas por sus venas que han sido y son transportadas por los diversos túneles y puentes, tanto los que vemos ahora como los que quedaron enterrados por las diversas capas de tierra o suelos que cubren cada nueva construcción, hecha una sobre otra, y que ahora sostiene gran parte de los edificios que conocemos hoy a ras de tierra, porque recordemos que la ciudad se formó en una cañada con cerros a sus lados y, el centro tiene infinidad de historias que son el recuerdo de los primeros asentamientos grandes de diversas obras acuíferas y haciendas dedicadas a la extracción de oro y plata de las minas de Valenciana, Cata y Rayas.

Tal y como resulta la vida en este mítico lugar, también en el tiempo -no solo en el espacio- se cuentan historias que pocos saben y dan a conocer en vida o ya muertos.

Nos cuenta mi hermano Lucio que hace tiempo, cuando él estudiaba en la Universidad de Guanajuato, en la Escuela de Filosofía y Letras, que se ubica en Valenciana, a unos cuatro kilómetros del centro, estaba esperando el autobús que lo llevaría esa tarde a clases. En ese entonces el horario escolar era sólo vespertino, así que el camión pasaba y recogía a los estudiantes afuera de la Escuela Delfina Quiñones, prácticamente a un costado de la hoy llamada Alhóndiga de Granaditas que en la colonia se le conoció como la Hacienda de Beneficio de Dolores de Granaditas.

Pues bien, nos dijo que llegó, y se le hizo raro que, pese a la hora casi las cuatro de la tarde, no hubiera nadie de sus compañeros esperando; de hecho, miró a su alrededor y una extraña soledad se posó en ese lugar tan transitado, como que esa soledad lo preparaba para lo que estaba por venir, porque así es. Dicen los que saben que cuando te llega un mensaje desde otro punto del universo, el silencio es el que lo acoge, la soledad lo sostiene y el frío de la sierra, en Guanajuato, lo lleva por las plazas y callejones para que todos sepan que la historia es de los muertos, ellos son los que nos hablan desde allá abajo, desde la tierra.

Lucio pensó que igual se les haría tarde a sus compañeros, y se sentó en una de las jardineras a esperar su transporte. Cabizbajo observando el pasar de una hormiga, escuchó el arrastre de unos pies que se acercaban hacia él, volteó a su izquierda y a su lado, a una distancia prudente, una viejecita se sentó y con buenas costumbres lo saludó: “Buenas tardes”, le dijo. Mi hermano amablemente contestó el saludo y cuando iba a mirar otra vez la hormiga, ella le preguntó a bocajarro: “¿Sí sabe lo que pasó en ese lugar?”, y con sus ojos antiguos miró con un dejo de añoranza el lugar frente de ellos, donde ahora es el Archivo Histórico del Estado, en ese tiempo había un taller mecánico que cubría sus alrededores con láminas. Lucio miró el lugar y le dijo que no sabía qué había ocurrido ahí.

Ella comenzó a narrarle que su abuela, a su vez, le había contado que ahí, en ese lugar, en aquel tiempo había un puente de madera que lo llamaban Puente de Palo donde confluían las aguas de los ríos de cata y de la cañada de San Javier, que comunicaba a la Hacienda de Las Flores. Todo mundo pasaba por ahí, era la manera de cruzar los dos ríos y pasar al Castillo de la Alhóndiga, así le llamaban en esos días, porque se ubicaba arriba en la loma, estaba amurallado, y desde abajo se veía enorme e imponente, todo era cerro por aquí, y agua, porque en ese entonces, insistió, había mucha agua, árboles y arbustos.

La anciana siguió con su relato contando que luego del puente, se construyó ahí una hacienda que llegaba hasta lo que ahora es la calle Insurgencia. La hacienda era de dos pisos, tenía arcos muy bonitos, y ahí abajo, porque todo se hacía a ras de suelo, el río era parte de su paisaje, sí, porque en ese tiempo todo era así, en tierra firme. Mi abuela me dijo que nadie supo porqué la hacienda de repente se quedó sola, abandonada. Dicen que, al derrumbarse poco a poco, muchos encontraron dinero enterrado, en grandes ollas de barro, pues en esos tiempos, los muros se hacían fuertes con grandes vasijas entre paredes para sostener el peso de la cantera y madera que las hacían ver bellas esas haciendas. Mi abuela también me dijo que ahí al lado fusilaron a muchos de los rebeldes de la independencia, “ahí mire”, le dijo, señalando una tienda ubicada al frente de la Delfina Quiñones, Lucio volteó y se quedó buscando entre sus pensamientos alguna imagen de esos tiempos que con su relato ella le evocaba.

En ese momento, ella le preguntó: “¿Y usted para dónde va?”, mi hermano le respondió que iba a Valenciana, ella le dijo: “Yo voy a Cata, allá es mi lugar”. Se hizo un silencio. Lucio le iba a decir que su historia era increíble y le iba a agradecer que le contara, pero en el instante que volteó, la viejecita, ya no estaba, había desaparecido. Un frío de la sierra que pasó entre las hojas de los árboles que estaban cerca lo hizo saber que ella no era de este mundo, lo supo, lo escuchó, pero él sólo atinó a buscar con su mirada a esa ancianita que vino desde debajo de las piedras a recordarle que somos sólo un paso en esta vida, que aunque pensemos que al morir nos vamos, no es así, seguimos aquí, contando la historia que nadie vio, sólo ellos que ya muertos vienen del pasado a seguir la tradición oral que todo pueblo ha tenido y siempre tendrá, porque la historia oficial, esa, esa es otra historia. ¿Quieres conocer el preciso lugar donde se apareció la anciana? Ven, lee y anda Guanajuato.