Desde el Faro

JUGLAR DE FIESTA Y QUEBRANTO

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En su camino, el poeta campesino recibirá el Premio Nacional de Artes

“Juglar de fiesta y quebranto” es la mejor expresión para definir al artista, al hombre que durante más de 40 años ha llevado, junto con su quinta huapanguera, jolgorio, alegría, reflexión y conciencia social a las ciudades y a los sitios más apartados, donde la gente se conmueve y emociona con su poesía.

El personifica en la actualidad a esos poetas que en la Edad Media vagaban de un lugar a otro para transmitir noticias y enseñanzas; él deja huella, canta las canciones que hombres y mujeres necesitan escuchar, las verdades que inquietan y crean conciencia, y que a veces molestan a los políticos.

Ese es Guillermo Velázquez Benavides, el que recibirá el próximo martes el Premio Nacional de Artes y Tradiciones Populares; para llegar hasta ese momento, el fundador de Los Leones de la Sierra de Xichú ha vencido crisis emocionales, la primera, cuando decidió ser huapanguero; estaba a punto de convertirse en sacerdote, después de haber estudiado en el Conservatorio Diocesano de Querétaro, pero la poesía decimal le reveló su verdadero destino.

“Nunca me he arrepentido ni tantito de la decisión que tomé en la encrucijada suprema de mi vida; sin embargo, a lo largo de más de 40 años de ejercer mi destino, he caído en periodos de gran insatisfacción y desasosiego, al grado de sentir al huapango como una camisa de fuerza”. Memo se refiere a esos momentos del sexenio de Enrique Peña Nieto: “nos tenía a todos en el filo de un futuro incierto y abominable, la corrupción y la impunidad estaban desatadas, había dolor por las miles de personas desaparecidas, un dolor que aún ahora representa una carga imposible de sobrellevar”.

Por esos días también había sobrevivido al veto impuesto por Vicente Fox, Calderón y Peña Nieto, que le impedía participar en el Festival Internacional Cervantino. En esa época, las fiestas comunitarias, familiares, las “topadas” – enfrentamiento con otros poetas campesinos -, e incluso, las giras a Estados Unidos, y a las Islas Canarias equilibraron su estado de ánimo, pero la intranquilidad permanecía.

Hubo otro momento decisivo que lo impulsó a seguir su destino: el Colegio de México le invitó a escribir y coproducir un libro con motivo de los 100 años del nacimiento de Juan Rulfo, que se cumplieron en el 2017. La idea de acompañar la obra del gran escritor con la poesía decimal lo entusiasmó.

Velázquez Benavides cuenta una anécdota que relata cómo se encontraba en un estado de ánimo y en una órbita muy especial: “estaba leyendo en mi casa de Xichú el final de El Llano en Llamas; inmerso en plena lectura, ví varios cuervos que pasaron graznando, recordé que Rulfo en varios de sus textos menciona aves. Al día siguiente comencé la lectura de Pedro Páramo, y precisamente en un pasaje que dice: ‘una bandada de cuervos pasó cruzando el cielo vacío haciendo ¡cuar!, ¡cuar!, ¡cuar!’, justo en ese momento, me dio un vuelco el corazón, ¡varios cuervos pasaron milpa abajo haciendo cuar, cuar, cuar! .Quedé alucinado agradeciendo ese signo de aprobación por lo que estaba haciendo”.

Así nació el texto titulado “No Hay Destino sin Camino, Ecos del Páramo”, una experiencia creativa que el poeta campesino, menciona como la más extraordinaria en el último tramo de su vida. Por lo pronto, su camino lo llevará el martes próximo al Palacio de Bellas Artes, donde recibirá el premio. La Sierra Gorda estará con él; seguramente, la inolvidable Doña Esperanza también estará orgullosa.

Su destino aún continúa…