Juan José Araiza Arvizu (atisbos a su biografía)

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CORREDOR LITERARIO «DE CERVANTES AL QUIJOTE»

Jorge Olmos Fuentes


El Dr. Araiza Arvizu ofrecerá esta noche una charla en torno a los libros en su vida, dentro del programa Corredor Literario «de Cervantes al Quijote». En tal virtud, viene bien a la circunstancia recuperar un texto a propósito de su persona. Este breve apunte biográfico, publicado en el libro Estancias. Poesía reunida (1936-1998), que compiló la obra de este longevo y afable poeta, quiere dar una idea de los incidentes y sucesos (muchos de ellos notables) que tuvieron lugar en la trayectoria vital del Doctor, como suele uno dirigirse a tan gentil persona. Su último poema registrado en el libro data de 1998, precisamente. En verdad, acudir a su charla en torno a los libros no tiene despedicio alguno.

ESTANCIAS EN EL TIEMPO

Desde el punto de vista oficial, Juan José Araiza Arvizu es de Michoacán, pues nació en Morelia. Sin embargo, desde la perspectiva familiar, es guanajuatense, pues su nacimiento estaba previsto que ocurriera en esta entidad. Fuera como fuese, al mes de nacido, en ese año 1919, fue traído a Guanajuato, en cuya actual Basílica, se le bautizó. Por razones de trabajo, su familia radicó en la ciudad de México, a partir de 1924 en Querétaro, y desde 1932 nuevamente en Guanajuato.

"Atabales de sombra" grabado de Mariano Rechy (1948) incluido en uno de los libros publicados de Juan José Araiza Arvizu

Hijo de un egresado del Colegio Militar, quien fuera también integrante del Estado Mayor del general Cárdenas, miembro de la Generación del Centenario y escolta del presidente Madero en su traslado de Chapultepec a Palacio Nacional cuando el levantamiento de Huerta. Araiza Arvizu tuvo sin embargo acceso a una muy buena biblioteca, limitada en número, pero escogida. Su padre la había formado a resultas de su afiliación a una hermandad filosófica. En ese sentido, pudo crecer al socaire de un hombre que escribía no precisamente literatura, menos poesía, y que profesaba amor por la cultura.

Según su propio decir, fue en 1935 cuando empezó en verdad a escribir, en compañía de varios de sus condiscípulos, en un curso de literatura que impartía el maestro Fulgencio Vargas en el Colegio del Estado, así como bajo el influjo de Arturo Sierra, otro maestro poeta. En esa época, no había en Guanajuato una sola publicación literaria totalmente al día. Eduardo Valtierra Gómez, un bibliófilo consumado, recibía una buena parte de las revistas que se publicaban en la ciudad de México, y a su vez las difundía entre sus colegas. El mismo Valtierra publicaba en el Colegio del Estado la revista Umbral, que adquirió cierta tradición. Ahí publicaron Armando Olivares, Juan José Prado, Alfonso Prado y Eugenio Trueba. Así fue como se forjaron una cultura literaria firme, sobre todo en la poesía del momento, dominada entonces por el grupo de Contemporáneos.

Instalado otra vez en la ciudad de México, ahora con el propósito de continuar sus estudios profesionales, hubo de dedicarse, por una parte, a trabajar, pero al mismo tiempo pudo cultivar su creatividad, tanto literaria como plástica. No sin problemas derivados de la incompatibilidad de los planes de estudio, Araiza Arvizu se propone estudiar medicina, primero en San Luis Potosí, después de la Universidad Nacional. Allí, precisamente, retomó el gusto por la escritura, de tal suerte que, en el Departamento Agrario, donde su padre lo había colocado, se publicaron sus dos primeros poemas, en las páginas del periódico sindical denominado Surco, en 1940.

Así, entre cursos preparatorios y complementarios, no será sino en 1944 cuando se inscriba en la Universidad Nacional y curse la carrera hasta 1949. Al año siguiente, un grupo de alumnos de medicina formó la «Sociedad Literaria Netzahualcóyotl», misma que acordó publicar la revista literaria Remanso de ensueños, impactados aún por el hecho de que Manuel Acuña se hubiera suicidado en el edificio de la Escuela de Medicina en Santo Domingo. En sus páginas vieron la luz pública, junto con los poemas de Araiza Arvizu, textos de  Desiderio Macías Silva. También se integró a la «Sociedad Científica y Cultural Claudio Bernal», un grupo muy plural que, además de las actividades literarias, mantuvo un programa en la radio de la universidad durante cuatro años; en él se leía ensayo, sobre todo de historia, relacionado con la propia Universidad de México; también cuento y narrativa.

Sin formular para sí la intención de iniciar una carrera propiamente literaria, terminada la carrera de medicina, ingresa a la Escuela Nacional de Antropología, en cuyas aulas estudió de 1951 a 1956. Se dedicó entonces, en exclusiva, a estudiar y al trabajo de investigación asalariado. Y esto lo combinaba con la actividad literaria, aunque no entraba de lleno en los círculos literarios. Mientras tanto, se mantenía bastante activo en el plano familiar y en el sentido social, de tal suerte que comenzó a involucrarse en las actividades propias de una gran ciudad, última etapa de la gran bohemia en la ciudad de México.

En ese lapso entró en contacto con la pintora María Izquierdo, a través de Amparo Posadas Izquierdo, sobrina de la artista, quien era compañera en Ciudad Universitaria de un primo de Araiza Arvizu. La casa de María Izquierdo, como se sabe, era un caldero de alta cultura, el cual atraía la atención de intelectuales y de creadores. De acuerdo con sus propias palabras, Juan José Araiza tuvo la fortuna de conocer allí a Pablo Neruda, Pita Amor, Elías Nandino, Alí Chumacero, Octavio Paz, José Clemente Orozco. También conoció a Roberto Guzmán Araujo, poeta guanajuatense que entonces se encontraba ya encumbrado en la esfera política.

Para 1954, aún estudiante en Antropología, Araiza Arvizu y Juan Patricio Villalobos deciden publicar Espiral, un pliego de poesía, publicado mensualmente, que solamente incluyó textos inéditos. Un recuento a vuelapluma de sus colaboradores arroja un listado con nombres como: Elías Nandino, Roberto Cabral del Hoyo, Dolores Castro y Rosario Castellanos; José Cárdenas Peña, María del Mar, Jorge Ramón Juárez, Enrique Pacheco Rubio, Esperanza Zambrano, Efraín Huerta, Alí Chumacero, Tomás Díaz Barttlet, Margarita Paz Paredes, Miguel Álvarez Acosta, Juan Ignacio Altamirano, Emma Godoy y Jaime Sabines. Luis Cernuda y Emilio Prados. Entre los artistas gráficos, contaron personalidades de la talla de: Mario Paredes, Mariano Rechy y Elvira Gascón. En su conjunto, constituye un abundante material que justifica el esfuerzo de publicar esta revista de alcance internacional.

Empero, en el mismo 1954, se publica Retablo al olvido. En sus páginas se advierte la influencia de ciertos poetas, por ejemplo Xavier Villaurrutia y Jorge Cuesta. Entre las satisfacciones que le redituó esta obra, se encuentra una carta elogiosa de Margarita Paz Paredes, y una carta más, encomiástica, de Elías Nandino. Acto seguido, Araiza Arvizu se vio metido en una etapa de mucha intensidad en el trabajo profesional, a tal extremo que le resultó materialmente imposible dedicarse a la literatura. Pasó tres años y medio en el estado de Veracruz, de norte a sur, de la sierra hasta la costa. Este hecho, aunado a la circunstancia de Silva Villalobos, motivó que ambos dejaran el proyecto de Espiral.

Estos deberes profesionales, sumados a otros de índole familiar, explicarían el hecho de que, en el periodo que va de 1954 a 1986, la producción poética personal quedara hecha a un lado.

Juan José Araiza Arvizu regresó a Guanajuato, en forma definitiva, a finales de 1983. Con frecuencia venía en plan de paseo familiar o en plan de descanso. Recuerda, por ejemplo, sus encuentros con Enrique Ruelas, cuando empezó con el Teatro Universitario, en el autobús que iba o venía a Guanajuato de la ciudad de México. De suerte que se mantenía más o menos informado, en lo concerniente al ambiente artístico de Guanajuato, aunque no de una manera directa, porque venía casi como turista.

Recién llegado de la ciudad de México, entró en contacto con miembros del taller de creación literaria impartido en la Universidad de Guanajuato, quienes lo convidaron. Del trabajo en el taller, surgió la idea de publicar una revista literaria para dar salida al producto. Como no hubo ni institución ni mecenas que sufragar el costo de la publicación, optaron por pagarla los miembros del taller. Así surgió Tertulia, que empezó a publicar con gran modestia en papel revolución sus 16 páginas, impresas a una sola tinta, en 1992. Revista trimestral que fue conquistando territorio y voluntades hasta que se hizo posible publicarla en mejor papel, con portada en color, y aumentarla a 32 páginas. Las colaboraciones se multiplicaron; empezaron a recibir colaboraciones de distintas partes, de distintos municipios, incluso de varios países. De esa manera lograron constituir una trayectoria que se prolongó hasta el año 2000.

En el ínterin, y aunque lo hiciese con irregularidad, continuó escribiendo poemas, los cuales vieron la luz pública unas ocasiones en las páginas de Tertulia, otras en Tierra de mis amores, impreso anual que se publica el Viernes de Dolores, cuando no los conservaba inéditos. A propósito, en materia de creación literaria, Araiza Arvizu suele comentar que siempre hubo una vivencia física, independientemente del sentimiento, la manera de sentir su  intención era encontrarse con la experiencia: cantar la experiencia y buscar la posibilidad de expresarla en el poema.