Literaria

La comunicación de la ficción, única posibilidad del lenguaje: “El inmortal” de Borges

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Borges (Foto: Especial)

La diégesis del cuento EL inmortal comienza situándonos en Londres, principios del mes de junio del año 1919. Un anticuario ofrece y logra vender la Ilíada de Pope a la princesa de Lucinge, quien notó que el anticuario era muy viejo y además manejaba con fluidez e ignorancia distintas lenguas casi sin percatarse de que cambiaba de una a otra en solo un momento.

Posteriormente la princesa se entera de la muerte del anticuario, lo cual sucede en el mar.

Ella encuentra en el último tomo de la Ilíada un manuscrito del cual se desprende todo el desarrollo del relato.

El protagonista, Marco Flaminio Rufo, es un militar de una de las legiones de Roma en el imperio de Dioclesiano. Cuando se hallaba escondido en una trinchera cerca del río, un soldado del ejército enemigo se acercó a preguntarle precisamente por el nombre de ese río. El soldado enemigo alcanzó a comentarle al protagonista que el río que buscaba era capaz de purificar de la muerte a los hombres. Poco después de mencionadas sus palabras el soldado murió.

Este acontecimiento será el motor que guiará las acciones del personaje principal, quien se decide a buscar el río y la ciudad que lo rodea: La ciudad de los inmortales. A su hazaña lo acompaña un ejército, que poco a poco, tras largos días de caminata comienza a desesperarse. Días después se encuentra tirado y de manos atadas en una especie de fosa hecha en la tierra. Al parecer apenas recobraba el conocimiento, se estuvo ahí por varios días reposando, hasta que pudo desatarse e inclinarse al río (bastante turbio) a beber agua.

Observó la ciudad en la que se hallaba y a sus hombres; la primera impresión que tuvo fue que éstos pertenecían a la especie de los trogloditas, pues paseaban desnudos y devoraban carne cruda de serpiente.

La desesperación invade al protagonista a causa del insomnio que se le ha prolongado por varios días y por la inquietud de que los trogloditas tampoco dormían, situación a la que no encuentra explicación. Pronto decide caminar hasta la ciudad seguido hasta ahí por uno de los salvajes. Al encontrar la cuidad rodeada de muros y ni una sola puerta de acceso, decide refugiarse en una caverna, la cual le permitió el acceso a una cámara circular donde: “Había nueve puertas en aquél sótano, ocho daban a un laberinto que falsamente desembocaba en la misma cámara; la novena, a través de otro laberinto daba a una segunda cámara circular, igual a la primera. Ignoro el número total de las cámaras, mi desventura y mi ansiedad las multiplicaron”.

La impresión del protagonista ante la ciudad no lo detiene, su curiosidad por explorarla continúa hasta que: “Cautelosamente al principio, con indiferencia después, con desesperación al fin, erré por escaleras y pavimentos del inextricable palacio. (Después averigüé que eran inconstantes la extensión y la altura de los peldaños, hecho que me hizo comprender la singular fatiga que me infundieron.)”.

La incomprensión que surge en el personaje principal posteriormente, se debe a que el encuentro de la ciudad, es su primera experiencia como inmortal, su condición le permite acceder a esta ciudad, recorrerla, darse cuenta de su indeterminación: la ciudad es el caos.

Aparece aquí un indicio de la filosofía borgiana: la identificación de la realidad como un caos al que el hombre trata de buscarle sentido sin satisfacción alguna. La ciudad de los inmortales, es la representación de la realidad a la que como sujetos no podemos acceder.

La cualidad de inmortal que posee el protagonista le permite el acceso a ella por medio del laberinto de cámaras consecutivas al que se enfrenta en principio. “Un laberinto es una casa labrada para confundir a los hombres; su arquitectura prodiga en simetrías, está subordinada a ese fin. En el palacio que imperfectamente exploré, la arquitectura carecía de fin”.

La exploración de Marco Flaminio Rufo en la ciudad o palacio de los inmortales es imperfecta, porque él no la comprende, aún no es consciente de su inmortalidad y por tanto intenta buscarle un sentido a su encuentro con aquel lugar, reacción que todo mortal, ajeno a la ideología de un inmortal, tendría.

La siguiente experiencia que el personaje principal experimenta, sucede cuando finalmente consigue salir de La ciudad de los inmortales y encuentra afuera de la caverna a aquel troglodita que lo siguió desde el principio de su caminata. Esa noche lo siguió, el protagonista intentó enseñarle a hablar pero fracasó, lo bautizó con el nombre de Argos, igual que el perro de Ulises en la Odisea de Homero. También trató de enseñarle su nombre pero todo fue inútil.

Luego de una fuerte lluvia, de la que todos los “trogloditas” parecen gozar, el protagonista vuelve a llamar a Argos por este nombre y por primera vez en mucho tiempo: “Argos balbuceó estas palabras: Argos, perro de Ulises. Y después también sin mirarme: este perro tirado en el estiércol.”

Es hasta este punto del relato cuando el protagonista cobra conciencia sobre lo que sucede; cuestiona a Argos sobre qué tanto conoce de la Odisea y éste le contesta: “Muy poco, dijo. Menos que el rapsoda más pobre. Ya habrán pasado mil cien años desde que la inventé.”

Borges (Foto: Especial)

Así es como se da cuenta que está en la ciudad de los inmortales y que el agua que bebió en aquel río lo convirtió en uno de ellos.

Los inmortales no hablan, no se comunican, para ellos en su asumida condición, el conocimiento ha dejado de ser un medio para convertirse en un fin en sí mismo. La actitud del inmortal no requiere comunicar nada, no busca nada. El pensamiento es simplemente su forma de pasar la vida: “determinaron vivir en el pensamiento, en la pura especulación. Erigieron la fábrica, la olvidaron y fueron a morar en las cuevas. Absortos, casi no percibían el mundo físico.”

Un inmortal no busca nada, tiene acceso al caos y es parte de él de muchas formas, es todos los hombre posibles al mismo tiempo porque es infinito.

Sin embargo, una característica más de la filosofía de Borges es la conclusión de los ciclos, de tal forma que si un río le dio la inmortalidad al personaje principal, otro puede quitársela y en efecto así sucede. Por esta razón la princesa se entera de la muerte del anticuario que sucede al descender de un barco, el ciclo comienza justo donde termina y entonces el microcosmos llega a su fin.

El protagonista nos cuenta su historia, es decir la impresión de su experiencia mediada por el lenguaje, finalmente a lo que como lectores pudimos acceder fue pura ficción. Aunque haya tenido como referente a la caótica realidad, a la que tuvo acceso un inmortal, el lenguaje es insuficiente para dar cuenta de ella, por lo tanto cualquier intento de comunicar la realidad es sólo una aproximación, incluso la filosofía, la historia o cualquier testimonio.

Finalmente, vemos que la literatura de Borges está cargada de teoría filosófica e incluso no es descabellado pensar que cada ensayo, relato, cuento o poema de este escritor sea parte de una filosofía borgiana completa pues en definitiva tanto literatura como filosofía son ficciones construidas con lenguaje.

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Yunuen Alvarado Rodríguez (1989, León, Gto.) es licenciada en Letras Españolas por la Universidad de Guanajuato.