Las cosas como son

El asombro ante los hechos

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Uno de los asuntos más asombrosos en el trabajo de la consulta tiene que ver con mirar los hechos. Solamente los hechos, tal como ocurrieron. De allí se deriva la intención de entrar en contacto con las cosas como son. Parece fácil, sin embargo no es tan sencillo centrar la atención, en lugar de en una historia, en hechos específicos. Es que estamos muy acostumbrados a contarnos historias, a poner en clave narrativa lo sucedido, que la desarticulación llega a ser impensable.

A diferencia de una historia articulada donde uno pasa sin detenerse sobre numerosos asuntos, un hecho brinda la ocasión de recuperar la intensidad de una vivencia, de mirar con detalle qué hicimos cuando aquello ocurría, de aplicar una lente de aumento a la vez que nos trasladamos en el tiempo a aquel instante y a aquel sitio. ¿Por qué es asombroso? Sencillo: porque uno recupera la oportunidad de sentir qué compromiso formuló, cuál pacto estableció entonces, quién estaba ausente durante los incidentes, qué sentimientos nos inundaron y cuáles no pudimos organizar.

No a la manera de una película, lo cierto es que uno vuelve a ver una escena completa, en la que sobresale siempre algo. Digamos a manera de botón de muestra que allí resalta lo que atrapó nuestra  atención, lo que nos produjo dolor, tristeza o alegría. En esa imagen, que llevamos bien integrada en las raíces vitales, puede aparecer la orfandad de un padre, una mujer que fue desdeñada amorosamente y como sin importancia, un hijo no nacido que juguetea con una madeja de estambre, una madre llorando ante el esposo distante, un jefe gritando que regaña y ofende a un subalterno, un hombre sudoroso llevando el sustento a sus muchos hermanos, y tantas otras cosas.

En esta posibilidad visual, que es sensorial en un amplio espectro, radica lo asombroso, pues la persona gana la oportunidad de darse cuenta, es decir, de tomar consciencia, de aquella decisión casi es seguro que ya está olvidada, con respecto a la vida, al mundo, a los hombres, a las mujeres, a los hijos, al amor, a los jefes, al dinero, al trabajo, al sexo, a la religión, a Dios, a los amores posteriores al primero, a lo que sea que se haya presentado. Se ganó en ese hecho una seguridad: sé qué haré con respecto al mundo y a la vida, cuando estén presentes este tipo de personas, y me parecerá que esto es correcto porque así evitaré la repetición de una injusticia, porque impediré una nueva pérdida, porque me convertiré en un vigilante silencioso.

Esto es así debido a que uno formula al mismo tiempo un pacto, un pacto íntimo, quizá de uno solo, que abarca a una o varias personas, sin que ellas lo sepan, y que guiará nuestros actos siguientes, incluso muchas de las decisiones próximas, el carácter, y las personas con las cuales nos codearemos para tal fin. Vistas así las cosas, la consulta permite recuperar, a partir de la identificación del hecho, normalmente pasado, situado en la familia de origen o en la familia de ahora (constituida por propia decisión), qué decisiones nos condujeron a la situación actual, de la cual no conseguimos salir, o quisiéramos cambiar o que fuera diferente.

En efecto, se echa una mirada retrospectiva, pero no abierta para ver qué se pesca. Por el contrario, es una mirar acotado, la búsqueda de un hecho similar al actual o parecido o que hace las veces de raíz, incluso puede tratarse de la búsqueda de una frase o de un sentimiento. Igualmente resulta asombroso constatar que la persona conoce el hecho, al cual mira como indefenso, como uno más entre los muchos acumulados. Y es toda una suerte abrir los cordeles de ese paquete y dejar que emerjan las emociones y los sentimientos, las percepciones erigidas en aquel instante y en aquel sitio, desatarlas, removerlas y hacer en consecuencia un espacio para algo nuevo.

Este es un doble movimiento, y no siempre se puede conseguir. En veces se tiene solamente la posibilidad de identificar el hecho, de plantar a la persona frente a su acontecimiento, y descargar el pesado fardo. Otras veces resulta imprescindible dejar atrás el hecho en pos de un afincamiento en lo presente, y hay aun ocasiones en que basta con presentar el hecho a los ojos de la persona, dada su trascendencia, para que ella misma emprenda otras acciones, se autoayude a crecer, a ubicar su sitio, y a darse cuenta del tamaño de su fuerza y de sus recursos.

Por eso es que decimos: la misma fuerza que hace la adversidad es la que empuja en lo provechoso, hacia lo favorable. ¿No es asombroso que todo eso se desencadene solamente de enfocar la atención en un hecho?