La política es un acto de equilibrio entre la gente
que quiere entrar y aquellos que no quieren salir.
Jacques BenigneBossuet
Han transcurrido casi tres meses de que entró en funciones el nuevo gobierno federal con toda la pléyade de “nuevos” y “los mismos” priístas.
En varios puntos del territorio nacional, los síntomas de violencia y presencia del crimen organizado que batalla entre sí y desafía a autoridades son tan vigentes como si estuviéramos a la mitad del sexenio de Felipe Calderón, como ocurre con el gobernador Graco Ramírez en Morelos y los asesinatos violentos en ciudades del Estado de México.
Pero hay otro ámbito de este doloroso acontecer de los últimos años en la vida nacional, que se enfrenta a esta rueda de la fortuna que es el poder, la ruleta electoral, la alternancia simulada u orquestada, y que padece, sigue padeciendo, no deja de sufrir, una abominable ausencia de justicia, de verdad, de certeza:
Con un gobierno que se fue y uno que llegó; con una larga fila de funcionarios de los primeros niveles de gobierno que a partir del primero de diciembre o del primero de enero debieron entregar renuncias, oficinas, cajones, escritorios y papelería, las familias de los miles de desaparecidos que el sexenio mortal de Calderón dejó a este país —que se suman a otros miles de desaparecidos en otras recientes e igualmente ignominiosas etapas siniestras de la vida política nacional— se encuentran con rostros nuevos, logos nuevos en la papelería, organigramas modificados, y una repetitiva consigna: volver a empezar.
En la presente semana, las organizaciones que en los últimos meses del sexenio calderonista habían logrado articular algunas mesas de trabajo a través de la Secretaría de Gobernación, la PGR y la Comisión Nacional de Derechos Humanos para trabajar en los miles de casos, en los protocolos de búsqueda, en ser escuchadas (por principio de cuentas) sostienen una serie de reuniones con estas y algunas otras dependencias y organismos para retomar el seguimiento de estas historias de impunidad. Para volver a empezar.
Con Miguel Ángel Osorio Chong en la Secretaría de Gobernación tras el paso de Alejandro Poiré en los últimos meses del calderonismo, las organizaciones prácticamente reabren archivos, expedientes, negociaciones, peticiones, reclamos, historias. Para volver a empezar.
El martes, estos grupos de padres, hijos, hermanos y las asociaciones que se han formado y que los acompañan acudieron a Gobernación, y por la tarde a reunirse con la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara federal.
Este miércoles, harán lo propio con el nuevo procurador general de la república, Jesús Murillo Karam.
El jueves, en pasos más continuos y generosos, se encontrarán con directivos de la Cruz Roja Internacional, con la cual se ha trabajado en un protocolo de búsqueda de personas desaparecidas. Este mismo día, los representantes en México de la organización Human RightWatch presentarán un informe general y actualizado sobre las víctimas de desaparición forzada en México.
En principio, la reunión que el martes debieron sostener con Osorio Chong iba a ser con Enrique Peña Nieto. Les canceló una vez, y lo turnó al titular de Segob a fin de cuentas.
Guanajuato no es ajeno a esta transición que ha dejado con las manos vacías a muchos familiares que ya se sentían atendidos en algunas dependencias federales, donde los nuevos funcionarios (muchos de esos viejos priístas) saludan con un “no encontramos nada en los archivos” o “déjeme empaparme del asunto porque voy llegando”.
El Centro Victoria Díez de derechos humanos forma parte de los grupos civiles que presionan para ver si en este sexenio sí, ahora sí, hay una política integral de atención a las desapariciones.
Acompaña a los familiares de los cazadores de León desaparecidos en Zacatecas —un caso que ya cumplió dos años sin que se sepa siquiera si oficialmente se les sigue buscando—, así como a migrantes de San Diego de la Unión y Salvatierra y algunos otros casos.
“Se nos cayó todo lo que habíamos avanzado, estamos preparando fichas e informes”, me dijo la directora del CVD, Ángeles López, en la víspera del viaje a la Ciudad de México.
Volver a empezar. Desolador.