La posible construcción de un discurso a través de la imagen personal
Mucho conocemos acerca de las manifestaciones a las que el ser humano recurre con el fin de comunicarse. El habla es el elemento principal de esa necesidad de comunicación y expresión que puede entenderse como una habilidad desarrollada por medio de la evolución, ya que según el reconocido estudioso del lenguaje Edward Sapir, ninguno de los órganos involucrados en el sistema del habla carece de alguna otra función relacionada con las necesidades básicas como lo son el respirar y el comer. Por este motivo se tiene la teoría de que naturalmente el hombre no nació con la capacidad del habla sino que por una necesidad imperiosa de establecer redes de comunicación, el habla se desarrolló en el hombre y esto le permitió crear una convención sistemática que actualmente conocemos como lenguaje.
Entendiendo pues el lenguaje como algo artificial y creado por el hombre es posible asociar a él diferentes subdivisiones como por ejemplo: el lenguaje verbal que englobaría la comunicación hablada y escrita cuya herramienta principal es la palabra; el lenguaje icónico construido por imágenes regularmente de significado universal como por ejemplo la cruz roja como señal de emergencia, el cigarro encerrado en un círculo y atravesado por una línea roja que significa que está prohibido fumar en determinado lugar, etc.; y el últimamente llamado lenguaje no verbal que va estrechamente involucrado con el lenguaje verbal, ya que involucra los gestos, los ademanes, las miradas, etc., que el ser humano usa para dar cierta intención a su discurso y hacer comprender a su interlocutor o interlocutores exactamente lo que quiere decir, esto hace posible manifestaciones del lenguaje verbal como el sarcasmo, donde con un tono irónico de la voz y cierta gesticulación, aquello que decimos literalmente se transforma y toma el sentido exactamente opuesto a lo que se está diciendo en palabras.
La versatilidad del lenguaje es tal que ya no sólo se limita a la escritura o al habla, sino que se proyecta en nuestros movimientos, miradas, tonos, etc., que nos hacen proyectar hacia nuestros interlocutores cuestiones que difícilmente serían explicadas con palabras. Esto incluye una ampliación de la convención, misma que consiste en que visualmente podemos interpretar muchos más sentidos de los que una frase literal pueda tener.
En este punto ha comenzado a desarrollarse algo importante respecto a la comunicación visual, se trata de aquello que complementa el discurso verbal y corporal de una persona, esto es, la creación de su imagen personal.
Bien escuchado es que “una imagen dice más que mil palabras”, que “la primera intención es lo que cuenta”, e infinidad de frases hechas respecto a la imagen de una persona, en este sentido la imagen personal también está llegando a formar parte del discurso de quien la porta, pues regularmente solemos adoptar un estilo propio en lo que a la imagen se refiere, según lo que queramos que los otros perciban en nosotros, por ejemplo, alguien que adopta un look total y absolutamente casual en un evento de gala, independientemente de sus motivos personales, se notará, llamará mucho más la atención que cualquier otra persona porque sale del contexto, se ve diferente y quizá esa sea su principal motivación.
Sin embargo, al elegir el estilo que portamos en nuestra imagen personal, al igual que en el lenguaje verbal, también estamos sujetos a un sintagma y un paradigma que lo que hoy conocemos como “moda” nos impone, nos sujetamos a aquellas tendencias que surgen en el mundo del diseño y que pronto se comercializan ofreciéndonos una gama específica de colores, combinaciones, prendas, etc. en diferentes temporadas del año y queramos o no, estamos subordinados a ellos, pues la necesidad de vestir es primordial e ineludible.
Aunque esto muchas veces es calificado de superficial, esta opinión carece de sentido, pues al tener todos la necesidad de vestir, así como la de comunicarnos, debemos sujetarnos a un sistema, una convención que es necesaria, no podemos en nuestra calidad de hablantes renombrar los objetos con nuevas palabras y cambiar de pronto el lenguaje; por lo tanto, es absurdo decir que no tratamos de comunicar nada a través del estilo de vestimenta que adoptamos, pues por insignificante que les parezca a algunos, todos hacemos una elección cada día para vestirnos y arreglarnos, así algunos pretendan no poner atención a lo que hacen en ese respecto, eso será lo que comuniquen a sus observadores e interlocutores, que no les importa su imagen. Por lo que la intencionalidad en vestir existe y no se puede evitar.
Todos estamos sujetos a la construcción de una imagen propia que comunica cuestiones específicas sobre nosotros, que interviene de manera muy significativa y da sentido a nuestro discurso del día a día, independientemente de cómo decidamos llevar la construcción de nuestra propia apariencia.