El Laberinto

Ese mundo de lo que se ve

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Aparece en un  salón de baile del siglo XIX  un hombre perfectamente vestido, con una interesante conversación y pasa por uno de los nobles y adinerados de Madrid. Durante la fiesta enamora a la mujer más virtuosa del lugar y consigue de la tía de ésta el permiso para cortejarla formalmente, se trata del hombre más buscado de la época, el ladrón Luis Candelas y esta escena se la debemos a la biografía novelada que de él escribió Antonio Espina en 1930.

Ser juzgado por la apariencia es algo a lo que seguramente todos nos hemos enfrentado ya sea en la cadena de un establecimiento, en la búsqueda de un empleo, en la presentación con los suegros o los papás de nuestros amigos o en alguna tienda departamental. Estos exámenes tienen en común el hecho de enfrentarnos a algún desconocido que cuenta con poco tiempo para clasificarnos, la apariencia personal puede situarnos en nuestro justo lugar, aunque también puede servir para enmascarar bajo distintos propósitos lo que somos en realidad.

El culto a la imagen personal es, desde mi punto de vista ,algo universal, pero en México adoptamos una forma aun más extrema de este juego de simulaciones, el culto a la imagen a secas;  a nosotros nos gusta todo lo que sale en la foto o lo que se guarda en la vitrina y muchas veces olvidamos lo que hay detrás. Graduarte es salir en la foto con toga y birrete igual que ser católico es hacer grandes bodas, bautizos y primeras comuniones y asistir a la fiesta patronal, nos importa muy poco el estudio que hay detrás de un graduado o el aspecto teológico que está detrás de todos los festejos. Somos de viajar y comprar la reproducción del monumento o tomarnos la foto junto a él sin cuestionarnos la historia de éste, de votar por el más guapo o de ver películas con muchas explosiones pero poca trama, en las noticias siempre se van por lo más aparatoso y rara vez se analiza una nota ya sea política, económica, de farándula o hasta deportiva mostrando los antecedentes y las posibles consecuencias del fenómeno. Pensando metafóricamente en que la forma es el envase y el contenido lo que tiene dentro, adoramos las botellas, aunque la mayoría de las veces estén vacías.

No tiene nada de malo en realidad que las cosas además de ser parezcan, lo preocupante es cuando dejan de ser tan solo para parecer, cuando todo nuestro esfuerzo se va en lo vistoso, cuando sin darnos cuenta estamos siendo cortejados por un ladrón.