Sigue viva la tradición de la Apertura de la Presa

Compartir

Guanajuato, Gto. 01 de julio de 2013.- Con la finalidad de encontrarse con el alcalde Luis Gutiérrez, su esposa y el ayuntamiento capitalino, a la una de la tarde menos quince minutos, el gobernador del estado, Miguel Márquez Márquez, y su esposa María Eugenia Carreño, bajaron de la planta alta de Palacio de Gobierno acompañados por varios secretarios.

Muy concurrida la Apertura de la Presa (Foto: Especial)

Mientras tanto, las familias cuevanenses que desde temprano se apostaron en las inmediaciones de la Presa de la Olla para disfrutar de la Apertura de la Presa, disfrutaban también de las interpretaciones de la Banda del estado. Un ayudante del gobernador sugirió: “Mejor nos apuramos, porque nos van a chiflar”.

El gobernador y el alcalde, cada uno de la mano de su esposa, avanzaban lo más rápido que podían bajo el aluvión de saludos y peticiones de foto concedidas. La entrada del parque Florencio Antillón ya a esas horas estaba saturada de capitalinos; familias completas, hombres y mujeres, trataban de acercarse a la zona acordonada para ver mejor la festividad.

Cinco minutos antes de la una y ya se escuchaba la chifladera, ánimos que se calmaron cuando las autoridades ingresaron a la zona restringida. “¡Ya llegó el gobernador y el presidente, a ver si podemos pasar!”, fueron las exclamaciones más frecuentes.

No pocos invitados ya aguardaban en el templete, que fue colocado a unos metros de la caída de la corriente: el presidente del Congreso, Adrián Camacho, platicaba con Luis Felipe Luna; el senador panista Juan Carlos Romero abordó al secretario de Educación Eusebio Vega; el presidente de la Junta de Gobierno del Congreso, Juventino López Ayala se adelantó para recibir al gobernador; el secretario de Turismo, Fernando Olivera Rocha, hablaba por teléfono, y un representante de la Secretaría de la Defensa Nacional saludaba a los mandos policiacos.

Cuando el gobernador y el alcalde alzaron sendos pañuelos blancos, alrededor de la una de la tarde, nadie veía el reloj: todos los ojos estaban fijos en la cortina de la presa, todas las cámaras, incluidas la de los teléfonos celulares, atentas al fuerte torrente que  salió como una bestia líquida escapando de su jaula.