Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Esclavitud psicológica

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(Foto: Especial)

La liberación de Adriana Manzanares Cayetano, indígena que sufrió 7 años de reclusión, acusada y condenada por la supuesta práctica de un aborto que se tipificó como homicidio, trae a la palestra el tema de la continuidad de la esclavitud, aun cuando la celebración de días internacionales en contra de esta práctica —específicamente para la infancia o las mujeres obligadas a trabajar, como se hizo con la población africana en las colonias sureñas de USA—, convertida en moda noticiosa sobre todo cuando se le vincula con la explotación sexual, utilizada por los medios como nota de escándalo para elevar el rating.

¿Será solo el factor demográfico el causante de 20 millones de “víctimas de la esclavitud moderna enfrentadas a sufrimientos diarios que jamás podremos imaginar”?[1] En la particularidad de esclavizar personas fundamentalmente para comercio sexual —prostitución, pornografía, adopciones ilegales etc.— agencias internacionales reconocen más de ochocientos mil personas que anualmente son traficadas a través de las fronteras internacionales de esta aldea global, que ha incrementado toda clase de comercio, incluso ilegal. El mayor porcentaje de estas víctimas es femenino —mujeres y aun niñas— y son miles de millones[2] las ganancias —reconocidas y ocultas— por este terrible “negocio”.

Otro de los engaños en el tratamiento del tema, es la causalidad de la pobreza para favorecer la esclavitud con fines sexuales y si bien hay mucho de verdad —familias con hambre venden a sus niñas, madres solteras desempleadas se enganchan a través del Internet, etc.— no es posible soslayar la esclavitud que atrapa también a mujeres en altos niveles de la sociedad. Por supuesto está el tema de las empleadas domésticas de casas de alcurnia —en México se reconoce cuando menos a 2 millones solo en una ONG que las apoya— a quienes desde temprana edad se les enseña y obliga a mentir[3]; pero se sabe de jóvenes con magnífica escolaridad y altos niveles de inteligencia, que de pronto están casadas con delincuentes o personajes con diversas modalidades de enfermedades mentales. ¿Por qué este perfil de mujeres sobresalientes son atrapadas por sectas internacionales a todas luces manipuladores y cuasi diabólicas? ¿Qué pasó en la vida de estos personajes inclinados a agredir a las personas —esposa, novia, compañera, hijos, feligrés etc.— anulando en las víctimas toda posibilidad emocional de defensa? El tema ha sido explorado en el contexto de la violencia, sobre todo intrafamiliar; sin embargo, hay asistentes secretariales esclavas de por vida de un neurótico que pasa de la adulación a la amenaza del despido con la misma velocidad de los minutos en el curso del día y esposos improductivos capaces de obtener por la vía de manipulación, lo mismo el trabajo y los favores de “su mujer”, los préstamos sucesivos solicitados a los amigos, que el perdón constante por el simple hecho de haber aprendido a funcionar en el vértice de la víctima.

Este tipo de esclavizadores generalmente son inteligentes y educados como aristócratas y los encontramos en la generación de juniors que agotaron la herencia familiar, descendientes de criminales encarcelados o de plano desentendidos de los valores familiares y hasta empresarios o funcionarios exitosos pero carentes de la estructura inherente a una persona adulta con madurez. ¿Por qué nadie protegió a unas niñas preescolares, cuya madre —esposa de un alto funcionario del servicio exterior mexicano adscrito a una función en los Estado Unidos— denunció las tendencias del propio padre y los amigos que frecuentaban el hogar? ¿Qué tuvo que pasar para que finalmente esta mexicana, a la cual no se le hiciera justicia ni se le permitiera volver a ver a sus hijas, descubriera que su distinguido marido era un pederasta?

He sabido de un padre que luego de violentar a la madre de sus hijos, les dijo por años que “la había corrido porque era una puta”. También sé de jueces que con este argumento han decidido la custodia a favor de un señor, sin trabajo fijo, sin facilidades para llegar puntualmente por su hija a la escuela; pero igualmente sé de madres que abandonaron la crianza en manos de nodrizas y choferes, de madrastras que al enviudar mandaron a los entenados lo más lejos posible; y por supuesto he vivido lo bastante para explicarme cómo es que estos hijos, al llegar a adultos esclavizan a su cónyuge, alejándola de todo contacto familiar que pueda apoyar la defensa de conductas patológicas casi siempre inconscientes, al tiempo que son “encantadores” con los visitantes sociales. ¿Qué tipo de madre hay detrás de una cultura que desprecia y hostiga a las suegras? ¿Cómo está llenado el vacío paterno de toda una generación de vástagos de madres solteras justificadas por el peace & love? ¿De qué tamaño es el daño de una joven que en medio de su éxito profesional tiene que deslindarse de la vida de su padre criminal?[4]

Al liberar a la indígena Manzanares nadie se ha preguntado quién era el padre del niño “abortado”. Tampoco se ha investigado quién promovió su linchamiento. Mucho menos sabemos qé les dijo el padre o la madre de esta esclava de “los usos y costumbres” a los hijos engendrados en su matrimonio, ni tampoco se ha hablado del trato que le daba el marido hoy ausente. ¿Cuál es el daño emocional en la hoy liberada, en las muchas encarceladas o muertas por las acciones de parejas de vida que se las acaban a golpes o simplemente por la vía de las preocupaciones y de los hijos de estas mismas víctimas? Preguntas sin respuesta que se llevan a la tumba, las esclavas emocionales.

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[1] John Ashe, discurso del 2 de diciembre del 2013, en la ONU, por el día mundial para la abolición de la esclavitud.
[2] De cinco a nueve mil millones de dólares, en el 2004, y hoy por hoy compite con el tráfico de estupefacientes, por el primer lugar de actividades criminales.
[3] “Siempre que busquen a la señora, diles que se está bañando, que salió o que está dormida”, es la clásica instrucción del celoso, el inseguro o el que algo turbio oculta.
[4] La cantante Melissa, conocida como La Barbie Grupera, se deslindó hoy públicamente de su padre, Enrique El Kike Plancarte. Michoacán.