RANACULTA

O.P.

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Octavio Paz (Foto: Especial)

La poesía es conocimiento. Así inicia Octavio Paz, en El arco y la lira (1956), una de las reflexiones más reveladoras sobre el fenómeno poético, no sólo del por qué, el cómo y el para qué se escribe un poema, sino cómo el ser y el estar del hombre se resumen en las relaciones entre las palabras y el pensamiento: el lenguaje.

*

Palabra, voz exacta

y sin embargo equívoca;

oscura y luminosa;

herida y fuente: espejo;

espejo y resplandor;

resplandor y puñal,

vivo puñal amado,

ya no puñal, sí mano suave: fruto.

(Palabra, 1939-1944)

*

Si entendemos la palabra “conocimiento” como la aproximación para tratar de ver este mundo que encontramos y en el cual nos encontramos, no cabe la menor duda de que en la obra poética de Paz desaparece la distancia entre el decir del filósofo —racional, exacto, preciso— con el decir del poeta: imagen, ritmo y canto.

*

En soledad pregunto,

a soledad pregunto.

Y rasgo mi boca amante de palabras

y me arranco los ojos

henchidos de mentiras y apariciones,

y arrojo lo que el tiempo

deposita en mi alma,

miserias deslumbrantes,

ola que se retira….

(Pregunta, 1938-1946)

*

Poesía y conocimiento acompañan la producción literaria de Octavio Paz. El poeta usa imágenes pero también emplea conceptos. Mientras poetizar denota; el concepto filosófico suele connotar. Tanto conceptos como imágenes conviven en esta alegoría que es la literatura.

*

Paz sabe perfectamente que el poeta es un mentiroso, estafador, plagiario perfecto. (¿No acaso Ulalumé González de León llegó a afirmar: “Y todo es plagio. Todo ha sido ya dicho”?) Baste recordar a Platón para percatarnos que el poeta imita el mundo que nos rodea, y este mundo, el humano, en el que nos ha tocado existir, es a la vez copia de un mundo perfecto. Así, el poeta, desde lo más profundo de la caverna, sabe que la poesía no será sino imitación de una imitación.

El itinerario con Paz me ayudó en el arte de pensar bien. Todo en él convergía en el poder de la palabra por construir el lugar de encuentro. La palabra es más palabra. Algo nos dice. Algo nos hiere. Algo nos recuerda lo que hemos olvidado. El poeta nombra lo innombrable. Fuera de sí se hace otro. Lo sagrado habita la otra orilla. Así las palabras dejan de ser para ser actos. Con Paz, así como con Hölderlin, el poeta se asombra de su asombro porque el hombre, a pesar de todo lo contradictorio y paradójico, es lenguaje.

*

Soy hombre: duro poco

y es enorme la noche,

pero miro hacia arriba:

las estrellas escriben.

Sin entender comprendo:

también soy escritura

y en este mismo instante

alguien me deletrea.

*

J’étais amoureux de la poésie nos dejó como sentencia Octavio Paz cual moderno Descartes. Fue necesario que un poeta nos recordase que somos, justamente, el arco, la flecha y el blanco.