Candil de la Calle

Confesión de parte

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Los trabajadores seguiremos siendo los parientes pobres de la democracia.         

Marcelino Camacho

(Foto: Especial)

El ex presidente del consejo del Instituto Federal Electoral, Luis Carlos Ugalde, vino a Guanajuato a ofrecer una conferencia en el salón principal del Instituto Estatal Electoral, y nos dijo, más o menos, lo que ya sabíamos.

La democracia electoral es un negocio en el que los partidos ganan, los candidatos ganan, y los ciudadanos nos quedamos con la cuenta por pagar.

Y por supuesto, los partidos y los candidatos no querrán, no quieren perder este negocio, así que esa cosa que se llama Reforma Electoral, surgida e impuesta principalmente por el Partido Acción Nacional, dejará intocado el tema de los dineros.

Esta reforma, que el recientemente ratificado presidente nacional del PAN, Gustavo Madero, impuso como condición para que su partido aprobara otras del paquete de la Reforma del Estado acordado en el seno del “Pacto por México” (que hoy es una sombra fantasmagórica), pareció ser la moneda de cambio blanquiazul… pero para mantener los privilegios financieros de los partidos políticos, su opacidad, las amplias posibilidades de triangular los dineros…

El negocio electoral.

Lo positivo, lo negativo, las omisiones… Luis Carlos Ugalde se mostró en desacuerdo con la desaparición —en los hechos— del artículo de la legislación electoral que prohibía la propaganda personalizada de funcionarios, servidores públicos, misma que por supuesto, es también cargada al erario.

A la cuenta de todos.

Porque hay presidentes municipales que quieren ser diputados. Diputados que quieren ser gobernadores. Gobernadores que quieren ser presidentes. Rectores de universidades que quieren ser gobernadores. Secretarios del gabinete que quieren ser senadores.

Y se volvió tan común ver los rostros de gobernantes mezclados con los de candidatos en campaña (en realidad, los unos y los otros con el mismo propósito).

Entre las revelaciones de quien estuvo al frente de una de las más polémicas elecciones presidenciales (después de la de 1988, la del 2006), figuran otras confesiones de parte que le han hecho algunos diputados: en realidad, desde hace mucho que los candidatos no respetan los topes de campaña establecidos en la ley y supuestamente regulados por los organismos electorales.

Todos encuentran la forma de pasárselos por el arco del triunfo, sin que ello al final derive en una sanción. O la que algún organismo puede imponer si encuentra el pelo en la sopa, es realmente intrascendente para el tamaño de la falta.

El financiamiento privado se incrementará, y presuntamente también la vigilancia sobre el mismo.

La contaminación de las campañas con dinero ilícito se volvió la sospecha más contundente en el proceso electoral del 2012, sin que en realidad se hubiera detectado de manera clara algún caso importante y suficientemente documentado como para sentar un precedente de lo que no debería ocurrir nunca en la democracia electoral.

Sin embargo, permearon en el ambiente pre y post electoral el caso Monex y las tarjetas de Soriana. A toro pasado, porque así lo marca la legislación electoral, los dudosos manejos en ambos casos se señalaron como irregulares.

Ya para qué. El candidato del partido que recurrió a esos tarjetazosse convirtió en Presidente de la República, y nada impidió eso.

Las omisiones de la Reforma Electoral en materia de dinero, no son tales.

Los partidos cuidan el negocio.