Entre caminantes te veas

El Callejón de los Juicios

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bancas en belauzaran PMEn realidad su nombre era otro, pero por la manera en que quienes moraban en él se comportan, comenzó a ser más conocido como el Callejón de los juicios. La actividad en él comienza en cuanto el sol se abre paso trayendo claridad, como si se tratara de una escena teatral perfectamente ensayada; las mujeres de la casa, algunas muy jóvenes, otras maduras y hasta sexagenarias salen armadas con sus escobas para observar todos los movimientos del diario transcurrir y registrarlo todo después del amable, claro y hasta dulce “Buenos días” con que daban comienzo a su menear de escobas para levantar el polvo.

Para ninguna escapa que Marcelita Rocha regresó a casa un poco antes de amanecer: “seguro que le pone el cuerno al marido”… “las mujeres como ella, con caras de mosquitas muertas, son las peores”… “dicen que el hijo mayor no es de su marido, le hizo creer que sí, pero en realidad su padre es un extranjero, o ¿cómo explican los ojos claros del muchacho siendo ellos tan prietitos?…”

Como tampoco pasa desapercibido que Juan Mendoza, el de la casa amarilla con balcones floreados, cada vez se ve más demacrado y flaco: “es alcohólico, seguro que ya se fregó el hígado”… “a lo mejor tiene SIDA, lleva una vida muy disipada, no me extrañaría nada”… “pobrecita de Luchita, su madre, tanto que se esmera en sacarlos adelante y pagarle así”…“Dice mi viejo que a él le consta que anda en malos pasos, bueno, hasta golpeador de mujeres resultó…”

En las tardes, cuando las labores terminan y las familias quedan libres de obligaciones, se sientan en torno a la puerta o frente a la ventana que da a la calle para ver pasar la vida, la gente, las oportunidades de chismes y engendrar nuevos juicios mientras en silencio pronuncian tan amable, claro y dulcemente como en la mañana: “Buenas tardes” no sin antes registrar que Lolita está subiendo de peso “seguramente la embarazó el jefe de la tienda donde trabaja, todos saben que él la favorece a cambio de…”, “Don José compró un carro nuevo, con esto del narcotráfico, cualquiera puede mejorar de vida. No nos extrañe que un día aparezca su cadáver en la puerta de su casa…”

El único momento en que cesan los juicios en este callejón es el domingo por la mañana, cuando se queda medio vacío porque todos van a misa de 12, en donde entre oración y oración registran nuevos acontecimientos y tras santiguarse con fe corren presurosos para apostarse nuevamente en sus sitios llevando las primicias del material obtenido durante la celebración.

En el Callejón de los Juicios se tejen historias a la luz de los faroles, se distorsionan vidas con la facilidad que da el poder de la palabra y las piedras de las calles agudizan sus extremos a medida que pasan los días. Porque es más sencillo para cualquier caminante juzgar lo que sucede al exterior, que cerrar la puerta del hogar y enfrentar lo que existe al interior.