Candil de la Calle

Acuérdate de Acapulco cuando pienses en París

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

París está en la mente de muchas personas en este lado del mundo desde la tarde del viernes, cuando comenzaron a llegar las noticias, las imágenes, a desatarse la movilidad sin cesar de las redes sociales.

Cuando vimos a decenas de parisinos —y algunos extranjeros— morir en atentados terroristas que fueron reivindicados por extremistas musulmanes.

Cuánto ha pasado en tan pocos días. La posibilidad de vaciar pensamientos, opiniones, discursos, apologías, odios, fanatismos, alguna que otra imbecilidad bien puesta, por la vía de las redes sociales, puede dejarnos boquiabiertos.

Simplemente no alcanzamos a saber. Nos rebasa la rapidez con que el cursor de la computadora baja y baja la página y siguen acumulándose expresiones del mundo mundial, sobre casi cualquier cosa.

Nos solidarizamos, nos entristecemos, publicamos la imagen de una vela encendida, de un moño negro, de una bandera de Francia en el fondo de nuestra fotografía.

Y entonces los bombardeos son granadas virtuales: regaños, críticas, ofensas, rechazo, burlas y, claro, memes.

Porque, ¿cómo podemos estar pensando en París y el sufrimiento de una ciudad y una población que tantas simbologías inspira (al menos) en este lado del mundo? ¿Qué, nos importan más que los guerrerenses que viven su propia guerra, que los normalistas de la escuela “Isidro Burgos” en Ayotzinapa, que los pobres tamaulipecos que desde hace años no ven su suerte ni respiran en paz?

¿Cómo es posible que se exprese pena y horror por unas personas que ni parientes son, que viven tan lejos, y encima de todo, no entendamos que las razones de fondo hablan de los afanes de una coalición imperialista para apoderarse de los energéticos y la ruta rápida para transportarlos a través de un país cuyos habitantes también han sido bombardeados, acribillados y arrasados?

Da la casualidad de que nacimos en el lado del mundo occidental. Nuestras raíces bien pueden tener una variedad de culturas mezcladas, incluyendo por supuesto a aquéllas del Medio Oriente, pero las principales referencias de la modernidad latinoamericana las tenemos de la lejana cercanía de Europa occidental, con los matices propios de un mundo multicolor que va mezclándolos, a veces casi sin darnos cuenta.

A veces, contra voluntades y de mala gana.

La intolerancia ha venido a menos, y ahora no es más que un click para hacer saber que “me gusta” que alguien se ocupe de regañar al usuario de la red social por pensar en las víctimas de los atentados terroristas en París y no en los desaparecidos en Chihuahua, o Michoacán. O Guanajuato.

La andanada bien podría terminar con un “acuérdate de Acapulco cuando pienses en París”.

El puerto, el primer puerto de México en ser mundialmente famoso, sufre. Sufren sus habitantes, sus prestadores de servicios, los miles de empleados de la industria sin chimeneas que se ahoga en sangre.

Los últimos días, las últimas semanas, han sido atroces. Los grupos armados irrumpen en escuelas y exigen cuotas a alumnos y la entrega de los aguinaldos que reciben los maestros.

Han cerrado más de mil negocios, 14 escuelas. Hay un promedio de 3 muertos cada día.

Del otro lado del mundo, el panorama de estos días ¿es mejor?, ¿es peor?

¿Según quién?