El Laberinto

Reflexiones oculares

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Casi todo lo que disfruto con intensidad implica el uso de mis ojos, leer, navegar en internet, visitar exposiciones o ver películas y sin embargo por comodidad o descuido no me había revisado la vista desde hacía ya varios años, tantos ya, que mi graduación se triplicó y llegué a la optometrista con una extraña sensación de arena en los ojos a la cual, por cierto, ya me había acostumbrado.

Sé que tal vez algo tan banal y rutinario como lo es un examen de la vista no ameritaría que se le escriban unas líneas para ser publicadas, pero el hecho de ser una cuestión tan sencillamente material me sirvió de metáfora para los problemas en general.

Primero está el hecho de acostumbrarse al malestar y dejarlo pasar hasta que en realidad se convierte en un problema de mayor envergadura como esa bolita de nieve que sin darnos cuenta y sin obstáculos que la detengan se convierte en una terrible avalancha.

Después, con las toneladas de nieve a cuestas pasamos por la elección del armazón, porque toda solución necesita una estructura que la sustente, y entonces entramos en la cuestión de elegir de un mundo de opciones la que mejor se adapte a nuestros gustos, necesidades y posibilidades y luego seguir adelante con ella porque dar marcha atrás significa volver a invertir y comenzar todo de nuevo.

Otra de las cosas que puso en relieve la experiencia fue la asimetría, pues resulta que no me había dado cuenta de la gravedad de mi problema porque mientras el izquierdo hace todo el trabajo, el derecho vive en unas vacaciones todo pagado sobre mi cara conformándose con ser pintado todos los días y con completar mediocremente el trabajo de su gemelo. Muchas veces las situaciones no muestran su verdadera naturaleza porque alguien más esta sacrificándose para resolver los problemas lo que a la larga se traduce en nuevos problemas para el que está sometido a más estrés y ya cuando por fin probaron la graduación en mis ojos descubrí lo mal que había estado viendo durante los últimos años. La obscuridad no se nota más que cuando nos enfrentamos a la luz.

Espero que les sirva todo esto de algo. Para cerrar solo puedo decir que si amamos hacer algo debemos cuidar que las condiciones que posibilitan su ejecución se mantengan al precio que sea, pues hay cosas que no se compran como los ojos nuevos.