El Laberinto

La razón del navegante

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Recuerdo lo curioso y sorprendente que me pareció, en su momento, leer a  Tzvetan Todorov,  narrando en el libro La conquista de América, la cuestión del otro (1982), como Cristóbal Colón, sin entender la lengua de los nativos de las Antillas, suponía que siempre le respondían aquello que estaba deseoso de oír y como toda la naturaleza, exuberante y ajena, le indicaba siempre que estaba muy cerca de lo que estaba buscando, es decir metales y piedras preciosas.

El navegante que nos retratan aquí acomodaba la información precaria  que se encontraba a su alrededor, para sentir que no se encontraba tan perdido y que el ambiente hostil, el de España y el de las islas bien valían la pena, para darle la razón a aquellos que habían creído en su proyecto pero también para demostrarle a los que no lo equivocados que estaban. Los navegantes de hoy, no aquellos que se internan en los mares, si no los que deambulan en internet son trágicamente similares al genovés.

A pesar de encontrarse en un mar de información, basta con entrar a la sección de comentarios de cualquier contenido para encontrarse con personajes que buscan, a toda costa, regodearse en sus opiniones encontrando frases célebres, estadísticas, chistes y comentarios de otras personas que se acerquen a lo que ya tenía en mente sobre algún tema o buscando estudios pseudo científicos donde se afirma que ciertos rasgos de su personalidad, que en otro tiempo llamaban defectos, denotan inteligencia, rebeldía, belleza o cualquier otro calificativo agradable, sin importar la veracidad y la interpretación correcta de los datos y arremetiendo sin respeto alguno contra aquellos que osen afirmar lo contrario.

Así podemos encontrar al mismo tiempo quienes afirman o niegan la importancia de un suceso; los que insultan o halagan a un personaje; artículos que dicen que los desvelados viven más y otros asegurando que dormir nueve horas es lo ideal si queremos llegar a viejos. La cuestión aquí es que todos ven lo que quieren ver y tienden a ignorar o descalificar todo aquello que no se ajuste a sus parámetros.

Cristóbal Colón tenía empeñados su vida, reputación, tripulación y el dinero que se invirtió en su empresa y aun así la realidad terminó por imponerse porque no puedes sembrar el oro donde no existe, tal vez por la misma razón ni toda la información del mundo es suficiente para abrir las mentes de los que están tras de un monitor y no tienen nada que perder más que sus prejuicios.