Candil de la Calle

Nuestra deuda con Ellas

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Afortunadamente ya pasó el Día de la mujer con toda su parafernalia.

Un día después, pienso en Luz, que a casi tres años de haber sido atacada y golpeada sigue esperando el juicio para su agresor (detenido y recluido); en cómo cambió su vida y en la justicia plena que no ha visto aún…

Pienso en Karla, mi colega, que en un lapso mayor de un año ha visto desfilar de la cárcel a la calle a tres de sus agresores materiales, sin que llegue el momento, la oportunidad, el cumplimiento cabal, la respuesta total de las instituciones para poner frente al estrado de la justicia al orquestador u orquestadores del ataque de que fue víctima y sin poder alcanzar la reconstrucción vital porque ¿así cómo?…

Pienso en la niña T, alumna de secundaria en León, para quien hubo descrédito, negación, sospecha y desaire de las instituciones ante la denuncia por el abuso sexual de su profesor con el pretexto de un “enamoramiento”…¡de una menor de 13 años con un adulto de más de 25!…

Pienso en A, tan pequeña y tan cercana al hombre que acabó por convertirse en monstruo, y que al paso de los años ha encontrado la oportunidad de conseguir una justicia que en su momento le fue negada sin miramientos, descartada en automático la denuncia “por falta de pruebas”, ésas que antes no se ocupó nadie de recabar…

Pienso en Claudia, quien sigue en pie, trabajando y luchando, que debió conformarse con una reparación material del hombre que casi la ahorca, sólo porque ella no desistió y alzó la voz…

Pienso en Margarita, temerosa, insegura y viviendo en condiciones de pobreza terribles, quien ha perdonado antes las agresiones de su ex pareja y sobrevivió al último desencuentro brutal con todas las dudas sobre si valió la pena…

Pienso en D, cuyo padre luchó arduamente y en medio del descrédito fácil para conseguir —sí con la reacción positiva de la procuración de justicia, eso también se dice— una sentencia contra su maestro agresor, aun en contra de autoridades educativas y de derechos humanos omisas, cómplices y tapaderas que, como pasa, no creyeron, soslayaron y descalificaron.

Pienso en lo lejos que se ve para varias de ellas su restauración como mujeres, en sus pérdidas para siempre, en los huecos que dejamos (gobiernos y sociedad) en sus vidas con nuestra indolencia, nuestras críticas, nuestra indiferencia, nuestra negligencia.

Pienso en que varias de estas niñas y mujeres, cuyas historias he conocido de manera muy cercana, han sido ofendidas o víctimas representadas en el nuevo sistema penal acusatorio y oral. Los juicios verbales y breves, como se les conoce más popularmente, que han entrado a suplir al llamado sistema tradicional y se instauran a lo largo y ancho de Guanajuato y del territorio nacional.

Pienso en que este sistema se anunció como una revolución de la impartición de justicia, más ágil, más rápida, más garantista, cuyo principio de publicidad daría a los habitantes de este país certezas sobre el actuar de jueces, ministerios públicos y abogados defensores de acusados o indiciados.

Pienso, cada que salgo de una audiencia de este nuevo sistema, en cómo se confirman sus fortalezas y se abren como abanico sus deficiencias, sus carencias y las carencias de quienes deberían tener una nueva mirada para juzgar, una nueva mirada para juzgar, en estos casos, con perspectiva de género y privilegiando el derecho de las mujeres, de todas, a una vida libre de violencia.

Pienso en todo lo que les seguimos debiendo.