Entre caminantes te veas

El Nacimiento de Renato

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Renato y sus cavilaciones sobre las posibilidades de morir el próximo año, si el nacimiento se rompiera.

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Planear el nacimiento le toma un mes, y llevarlo a cabo casi dos. Las piezas que lo conforman, y que ya son más de un centenar,  han sido reunidas a lo largo de su vida. Algunas figuras forman parte de la herencia familiar, otras las recolecta de los viajes que hace a diferentes poblados en la República por su trabajo.

Siempre regresa con un objeto de aquí y otro de allá. Nunca son suficientes porque aunque pareciera que el espacio sigue siendo el mismo mientras los objetos aumentan, la realidad es que cada año trae sus pérdidas. En éste, por ejemplo, un ángel perdió un ala mientras que el perro negro de barro apareció sin cola y con una pata más corta que la otra. A San José hubo que darle unos retoques de pintura y varios pastores necesitaron ser remozados: algunos estrenaron sombrero, otros  zarape, unos cuantos recibieron más color en sus mejillas.

Pero las que más dolían eran las piezas que no tenían arreglo. Por ejemplo la campesina de la canasta con manzanas. Era una verdadera obra de arte esa figura, la compró a una pareja de ancianos en un pueblito. El hombre hacia las figuras de barro mientras que la mujer les confeccionaba la ropa, los pintaba, les ponía pelo, los detallaba y poco faltaba para que soplara en sus bocas para darles el aliento divino de la vida. Le gustó que la campesina sonreía y sus ojos brillaban de una manera especial, así, como brillan los de las mujeres enamoradas. Por eso, no pudo dejar la otra figura sin comprar, era un cazador con el rifle listo para disparar. El cazador no tenía mucho qué ver en el nacimiento, pero si se trataba del enamorado no podía dejarlo sin ella, perdería la sonrisa y el brillo en la mirada. Por eso, le cambió al hombre el rifle por una espada y el traje de cazador por uno de soldado al servicio de Herodes y, de esta manera, pudieron seguir juntos mucho tiempo. Sin embargo, ella ahora estaba hecha añicos y él acababa de quedar viudo. Nada pudo hacer el barniz brillante que le aplicó en los ojos para devolverles la luz, al contrario, estaban tan húmedos que la laca no consiguió fijarse al barro. Renato lloró en silencio mientras guardaba los pedazos rotos de la campesina en una caja con forro de terciopelo.

También rodaron sus lágrimas cuando Juancho, el caballo blanco que normalmente ocupaba la plaza apareció sin cabeza al abrir la caja. Juancho llevaba con él toda la vida, fue su compañero de juegos en la infancia y una de las figuras más queridas en el nacimiento, sus crines eran reales, sus ojos de vidrio y los cascos tenían tal perfección…pero nunca apareció su cabeza y tuvo que decirle adiós.

Igual que al pez rojo y a la tortuga de caparazón de concha, a 4 de las 50 estrellas y a un pato que tampoco tuvo arreglo. A cada nueva pérdida correspondía una despedida especial, porque así era para él cada figura y cada elemento en aquella maqueta religiosa y espiritual. Tenía su cementerio privado en un rincón de su jardín para cada uno de los personajes caídos. Este año la suma de las bajas llegaba a cincuenta y cuatro. Sin embargo, volvía a animarse cuando comenzaba a montar el nuevo escenario con sus luces y sus efectos. Pronto, el cazador viudo convertido en soldado se encontró al lado de una aldeana de largas trenzas negras y sus ojos volvieron a brillar. Y un pavorreal tomó el lugar de Juancho en la plaza, al pato lo reemplazó un pozo con palomas en el brocal y de esta manera todo volvía a marchar. Algunas cosas con parches, otras con mejor aspecto, pero todas marchaban.

Cuando las fiestas pasaban, Renato decía adiós a sus personajes y objetos mientras los guardaba y envolvía cuidadosamente. Cerraba las cajas con la esperanza de volverlos a ver enteros al año siguiente, pero sabía que la vida nunca era estática. Que algunos de ellos, por más que se afanara, podrían aparecer rotos sin remedio, o ¿quién podía saberlo? Tal vez él mismo podría romperse en esos meses y el nacimiento morir con él.

A final de cuentas, las maquetas son la representación de la vida a escala. Y así como en la realidad perdemos seres queridos por mil razones distintas y nos vemos obligados a cambiar de panorama, de la misma forma en los nacimientos la vida a veces es muerte y la muerte, dicen, es la entrada a una real vida…Y al terminar de poner la última pieza Renato decidió que el próximo año, si Dios le daba vida, habría también un arcoíris entre los montes coloreando el firmamento.