Histomagia

Reposet

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De cómo es vivir con un don paranormal en la ciudad mágica de Guanajuato.

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Guanajuato es una de las ciudades mágicas que existen en México, ya que todo lo que pasa con los vivos y los no vivos  hacen que no lo olvides nunca. Tener trascendencia espiritual y dones para comunicarte con los muertos no es cosa fácil y, a veces, te sucede de manera tan imprevista, como recién me sucedió a mí.

El viernes fui a ver a mi suegra, que vive ahí por la panorámica de Pastita, para saber cómo le íbamos a hacer para el viaje a la playa. Ese día, yo estaba muy cansada de tanto trajín en los varios trabajos que tengo, aunando a ellos las tareas domésticas y lo que conlleva todo eso. Así que me senté a esperar a Hugo, mi esposo, en el reposet que había sido de mi suegro, fallecido tres años atrás.

Todo estaba bien, siempre he ido a casa de su mamá y pues ves sombras que pasan, ruidos de personas que te cuchichean en los oídos, cosas pequeñas y comunes, hasta me arremoliné en el sillón reposet, de espaldas a la escalera, cerca de la puerta de entrada, donde se puede observar todo lo que sucede tanto en la sala como en la cocina. Y sí, ahí fue que sucedió.

Estaba viendo a Hugo y a su mamá yendo y viniendo de la sala a la cocina, al balcón, en un ir y venir tan activo que yo me referí de manera directa, al retrato de mi suegro diciéndole que íbamos a ir a la playa y que no me viera con esos ojos, en una broma que a mí me pareció inocente. Voltee mi mirada a la sala, cerré los ojos un instante, los abrí e intenté voltear otra vez a la sala y no pude.

Entonces me di cuenta que no podía escuchar nada, y vi que todo era como en cámara lenta, como de un tinte grisáceo con bruma, miraba todo alrededor como con una sorpresa inmensa, con extrañeza por los cambios sufridos desde ¿mi partida? y no podía quitarle los ojos de encima a Hugo a quien miraba con un amor fraterno, incondicional, con unas ganas de llorar, “lo extraño tanto”, pensé. Y en ese preciso momento me resistí a seguir viendo, pensando y sintiendo lo que estaba sintiendo, me forcé a mirar el retrato de mi suegro, sonriente como él era, y en un esfuerzo hablé y le dije: “No me haga esto Don Pedro, no me haga esto”, y le pedí por favor que me dejara, que no he sido mala persona con su hijo.

Regresé la mirada a la sala y pude escuchar de nuevo los sonidos, las voces de Hugo y su mamá hablando de una camisa de lino y de no sé cuántas cosas. Sólo atiné a decirle a mi suegra que ella la llevara en su maleta porque en la nuestra no cabía ya, mientras tanto yo trataba de serenarme y acallar el interior de mi cuerpo que había sido ocupado por un instante por mi suegro que, ya no me queda duda, también extraña a mi amado Hugo.

Sé que desde hace mucho tiempo me pasan estas cosas. En verdad no le deseo a nadie tener este don que sí puede hacerte sentir afortunada, pero las más de las veces te sorprende y sientes cómo tu espíritu se hace a un lado para darle cabida a otras almas que quieren usarlo para volver a ver, aunque sea un instante, lo que dejaron aquí, y en este caso, a su amorosa familia que aún extraña la presencia de Don Pedro, hombre de buena madera.

Si quieres puedes venir, experimentar estas y otras sensaciones más en esta mística ciudad. Ven, lee y anda Guanajuato.