El Laberinto

Odiando

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De la relación amor-odio y su proyección en la realidad de vida de la sociedad.

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No sé si haya realmente un paso de distancia entre el  odio y el amor, pero se parecen mucho pues se caracterizan por la monomanía, esa obsesión que hace que lo odiado o lo amado absorba nuestros pensamientos y acciones, y la percepción distorsionada de la realidad del otro, ya sea que todo lo veamos malo o excesivamente bueno. Pero el odio lleva la ventaja en una cosa: no genera expectativas, por lo tanto es perdurable y suele crecer.

Desde la perspectiva del que odia, las acciones se centran en perjudicar al otro, en criticarlo y esto lo priva de hacer lo que realmente quiere o necesita y acaba dedicándose, muchas veces sin notarlo, en cuerpo y alma al ser o grupo que dice detestar, dejando incluso de ser él mismo y basando sus relaciones con el resto en el odio común.

Es una lástima ser un “odiador”, como esas personas que en vez de escuchar la música que les gusta en internet entran a los canales que no les gustan a pelearse con quienes lo disfrutan. Pareciera que encuentran placer en ello y eso es preocupante, pues podría explicar mucho de la violencia que vivimos en todos los espacios y a todas las escalas.

El odiado, por su parte, puede desvivirse buscando la aceptación de quien menos debería desearla y entonces entra en el mismo juego, en el de sólo ver la puerta cerrada y la mala cara, el rechazo encarnizado que lo hace pensar que está atrapado; un ejemplo son los que insisten en permanecer en un grupo que los desprecia y excluye.

Sin embargo, tiene mayor margen de acción con respecto al sentimiento que suscita en los demás, pues tiene la alternativa de voltear el rostro, sin ignorar que es odiado pues no existen enemigos pequeños, y buscar rutas alternativas de crecimiento, como el mismo excluido del ejemplo anterior cambiando de amigos de ambiente y formando relaciones más positivas donde tenga posibilidades reales de participar de manera equitativa.

Volviendo al trillado paralelismo del inicio entre amor y odio son las fuerzas más poderosas de la humanidad, ya que nos permiten crear construir y destrozar,  ambas tienen su razón de ser porque  hay prácticas y conductas que realmente necesitar desaparecer pero el hueco que dejan puede dar lugar a productos mucho peores que el anterior y ese es un lujo que no podemos darnos, solo desde el amor nace la propuesta que transforma lo que no debe estar en lo que nos gustaría que estuviera.