El espacio de Escipion

Más que una vista la de AMLO a Trump

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El presidente de México hará su primera gira de trabajo fuera del territorio nacional y lo hará a los Estados Unidos, en la coyuntura electoral más discutida en ese país y ante la resistencia y crítica de diversas voces a esta decisión de Andrés Manuel López Obrador. 

Calendario electoral estadounidense (Foto: Especial)

Sin duda, es una visita llena de muchos simbolismos y mensajes políticos, los cuales impactarán más entre los mexicanos que entre los estadounidenses. El paso es de alto riesgo, pues podría tener el mismo efecto que cuando el gobierno de Enrique Peña Nieto recibió al entonces candidato Donaldo Trump, y más de un analista internacional ya lo anticipa, pues será casi seguro el uso electoral que hará el mandatario estadounidense de este encuentro con su homólogo mexicano.

Quizá la percepción y el expertise de internacionalistas estén mal y la jugada del gobierno mexicano sea arriesgada pero visionaria y nadie lo ha detectado hasta ahora. El canciller, Marcelo Ebrard Casaubón, uno de los políticos más sofisticados del gobierno federal, es quien corre la suerte y conduce la estrategia. A él le tocó informar de la gira a través de Twitter: “Les confirmo que recibimos invitación del Gobierno de los Estados Unidos para Visita Oficial de Trabajo el 8 y 9 de julio próximos. Información mañana temprano, 1o de julio, día en el que entra en vigor el TMEC. Saludos”.

En consonancia con lo anterior, la Secretaría de Economía resumió que en sus 34 Capítulos, el T-MEC incluye nuevas disciplinas, que se adaptan a las necesidades actuales de los agentes económicos que participan en los intercambios comerciales y de inversión en la región. Entre ellas, “se incluyeron nuevos Capítulos de Comercio Digital, Energía, Medio Ambiente, Laboral, PyMEs, Competitividad, Buenas Prácticas Regulatorias, Anticorrupción, Política Macroeconómica y Anexos al Capítulo de Obstáculos Técnicos al Comercio, que buscan facilitar el comercio de determinados sectores”.

A la luz de estos datos es claro que el gobierno mexicano finca muchas de sus esperanzas de recuperación económica en el T-MEC. Los pronósticos de crecimiento de este año y las proyecciones del 2021, desde el Banco de México, el INEGI hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el informe WEO sobre el impacto del Covid19, la economía mexicana será una de las más dañadas del mundo, y mucho más, quizá, porque se han carecido de medidas paliativas para que sus sectores productivos enfrenten los desafíos por venir. De acuerdo con Forbes, 80% del PIB mexicano se encuentra supeditado al comercio exterior y de este porcentaje el 40% tiene que ver con las exportaciones mexicanas a EUA.

Sobre esta lógica, AMLO hace lo correcto al acudir a EUA a refrendar el apoyo a un acuerdo comercial renegociado y acotado. Sin embargo, el momento político no es el propicio por la presión electoral al que está sometido el mandatario estadounidense por su reelección. Los demócratas estadounidenses por supuesto no han recibido bien este mensaje, y la comunidad de migrantes y latinos en Estados Unidos tampoco.

La política exterior del gobierno de México quiere colocarse en la agenda de prioridades de los Estados Unidos, tanto para refrendar todo el impulso al T-MEC como para recibir los apoyos financieros a los proyectos emblemáticos como Tren Maya, Refinería Dos Bocas, el Transítsmico y el aeropuerto de Santa Lucía, que hasta ahora no han fructificado.

Más aún, el presidente mexicano estaría mandando una señal contradictoria a la línea que parecía haber abonado desde que recibió a Evo Morales y el apoyo al llamado Grupo de Puebla (donde México es anfitrión del Foro de Sao Pablo). La conducción de la política exterior, en este sentido, podría marcar un giro en las relaciones con Venezuela, Cuba y Argentina, a cambio de los apoyos que esperarían de la segunda administración de Trump, en caso de triunfar la relección.

Los reacomodos del mapa político latinoamericano, tan intensos desde 2006, han generado movimientos radicales del eje ideológico izquierdista y de las derechas. Es aquí donde se encuentra el elemento más importante para el gobierno de México, pues el proceso electoral de 2018 despertó gran inquietud e interés de los partidos políticos de los Estados Unidos, de los líderes sudamericanos de izquierda, del gobierno de Cuba y de las organizaciones partidistas mundiales como la Internacional Socialista y la Democracia Cristiana, para saber cómo se administraría en sus alianzas con otras naciones.

La política inicial de tender puentes a países de Centro y Sudamérica con la oferta de encabezar un “Plan Marshall” (aunque era el mismo objetivo que el Plan Puebla Panamá), aunado a la estrategia energética nacionalista, podría romperse después de la visita al correrse más al norte que al sur. El papel del Presidente de México como ejemplo para los modelos alternativos al modelo capitalista predominante, podría quedar sólo como el de un expectante más de la buena voluntad de la primera potencia mundial hacia su administración que tendría otro año económico perdido. Finalmente, para más simbolismos, ¿qué pasará si ganara el demócrata Joe Biden? ¿Cuál sería la política de México con ese posible nuevo gobierno que arrancaría durante enero del 2021? ¿Y cómo quedaría el gobierno de AMLO ante la comunidad mexicanos en EUA con las decisiones tomadas en esta administración?