Hasta siempre Don Juan

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Enfrente del Templo de San Francisco en la calle Manuel Doblado de Guanajuato capital, hay un local mediano donde se echan tortillas a mano y se hacen gorditas de guisados, tortas, hamburguesas, y a la hora de la comida  la especialidad son chiles rellenos de queso, que se sirven con arroz y otros guisos con otras guarniciones.

Regularmente en los meses de escuela presencial el negocio estaba atiborrado de estudiantes de diferentes carreras que iban a almorzar y por la tarde algunos funcionarios de la zona acudían a comer rápido, rico y barato, para después regresar a sus oficinas a seguir con la jornada.

Al entrar detrás de un gran comal donde se hacían las tortillas, las quesadillas de guisado y las gorditas, señoras amables preguntaban qué ibas a pedir. A un lado del comal un mueble con al menos 15 recipientes con guisos distintos que los clientes podían probar a lo largo de la semana: costillita de cerdo con rajas, huevo revuelto, chicharrón duro o prensado  y otras delicias de la comida mexicana.

Atrás de ese mueble, una parrilla para hacer hamburguesas y tortas tipo panino, donde las más solicitadas eran de milanesa, sándwiches o al antojo del cliente, según el día y la hora.

Don Juan (QEPD)

En paralelo, un mostrador con otras golosinas, chicles, un banco en la esquina y en él, siempre, don Juan.

Don Juan Morales Gaytán estaba ahí escuchando música clásica, jazz o de rock,  que decían mucho de lo que siempre le gustaban esos géneros musicales, alternados con algunos noticieros  en especial, uno con el que colaboro desde hace años.

En medio del local había otro espacio de mesas y sillas y al fondo la cocina donde sonaba el timbre y su esposa, Aracely Vázquez Pantoja, recorría el local para tomar los pedidos, mientras las cocineras sacaban los platillos para colocarlos en las mesas. Al filo de las 13:30 horas cuando los muchachos de la secundaria salen de la escuela llegaba con su mochila a la espalda en güero Yeb, hijo de los dos. Ahora es un joven, que pronto en altura nos rebasó a todos.

Estuvimos en el lugar incontables veces, tantas que acabamos tejiendo una amistad fuerte y atípica, llena de afecto y anécdotas.

Don Juan llegó a contarme algunas veces cuando se dedicaba a otras actividades y no al comercio;  era representante de una empresa trasnacional en la región del Bajío, en la que conoció mucha gente importante y preparada.

En otras ocasiones me contó de su cabaña en un poblado de Michoacán y el enorme gusto y placer por montar a caballo en las mañanas o en las noches brumosas en medio del bosque, solo acompañado de su corcel y los ruidos de la noche.

Además, tenía una fascinación por los libros de historia y por los personajes que han destacado por la fuerza de su espíritu y bondad, por su tesón y entrega a sus ideales; la novela policiaca y el cine.

Un día le insistí que me contara esa otra parte de la historia que pocos conocen para hacer un cuento o para hacerle al cuento, casi lo convenzo, pero se mantuvo firme en que otra ocasión, a lo mejor.

Esa ocasión tendrá que aplazarse aún más de lo previsto. Esta tarde (8/9/20) me llamó su esposa, para comentarme que murió don Juan el domingo, que fue otra víctima más del COVID-19. (QEPD).