El Laberinto

Estuve a un día de ser bruja

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Para mi amada familia y en memoria de la yaya

Este laberinto trata de retratar a mi yaya (abuela) una persona tan multifacética como fascinante y aunque es como tratar de describir el sol tan solo con el calor que nos hace sentir, le he escrito esto con todo el cariño del mundo porque le debo, entre muchas otras cosas, el amor por las letras y fue la primera lectora de los laberintos. Para poner un poco de contexto con respecto al tema de ser bruja, Lupe nació un 30 de octubre de 1930.

¿Quién fue Lupe Sala? Sin importar el interlocutor, siempre tendrás dos respuestas: una que ya conocías y otra completamente nueva, pues sin dejar nunca de ser ella misma, tenía una versión hecha a la medida para cada persona que conocía.

La descripción que obtendrás en común es que era imposible contenerla, siempre lograba salirse con la suya, estirando con su asombrosa inteligencia y voluntad todos los límites sociales, morales y hasta físicos que se interpusieran entre ella y sus deseos o intereses.  

Fue la que atravesaba la facultad de medicina, casi exclusivamente masculina, levantando suspiros pero sobre todo admiración; la madre que tomaba clases de historia y comerciaba antigüedades; la señora elegante que se metía a los mercados y que una vez manejó sobre una cubeta cuando le robaron los asientos; la católica ferviente pero flexible y científica;  la abuela que cuidaba a sus nietos y canarios pero que se escapaba a tomar café mientras leía y fumaba en un ritual personal; la que manejaba con artritis y cataratas y se brincaba los altos y usaba sin trabas la reversa; la mujer de setenta años que se levantaba a hacerme el desayuno a las siete de la mañana, aunque no supiera cocinar; la que siempre tenía presente a la muerte pero que amaba vivir y compartir de todo lo que  disfrutaba como las flores, el cine, el teatro, el arte, la lectura, los viajes y el amor de su familia. Siempre dijo que era cursi, pero aplicaba solo para algunos gustos, pues era práctica, sobria y con nervios de acero.

En cuanto a cómo lograba  ser una para cada quien, tenia herramientas infalibles que consistían en ser esponja, camaleón, escorpión y suave bálsamo: primero absorbía tu esencia con preguntas filosas y observación sagaz de ojo telescópico, después se mimetizaba y una vez que te mirabas al espejo, con todo lo malo y bueno de ti, venía el piquete que servía para moverte de tu zona de confort, siempre hacia adelante o para defenderte de sentir pena o dolor por ella cuando no se encontraba bien. Finalmente era el más suave de los bálsamos, nadie sabía consentir a las personas como ella, aunque rara vez te diera un beso o un abrazo. Se podía sentir por ella de todo, menos indiferencia y cualquiera que estuvo cerca, ya fueran quince minutos o toda una vida, lleva una marca imborrable.

Decía que había estado a un día de ser bruja, aunque más bien fue bruja todos los días, cualquiera que sea la definición que de esta palabra se tenga: sabia, intuitiva, independiente, cautivadora, agorera, curandera, transformista, ilusionista, longeva, e incluso despiadada, que las sombra solo hacen que brille más su luz.

Con todo esto sobre la mesa, o mejor dicho sobre el papel, si me pidieran escribir un epitafio, este probablemente diría así:

“Siempre hizo lo que quiso e hizo a los que quiso”