El Laberinto

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Empezar es difícil, tanto que este laberinto llega a ustedes ya con enero bastante avanzado, contando con todo lo que ha pasado desde que levantamos las copas y exclamamos: ¡Feliz 2023! y es que hablando de comienzos, enero es el lunes del año y el lunes el coco de las semanas y para mis días normales, antes del primer café, que horrendas son las mañanas.

A los inicios se les atribuye una carga pesada de llevar, dicen que lo que mal comienza mal acaba y a veces, como con las cabañuelas, se considera el primer periodo como un modelito a escala, que si el día dos es helado, así será todo febrero, que si el primer episodio de una serie aburre, no podemos esperar después nada bueno. 

Será por eso que todo lo que empieza lleva consigo rituales, dádivas, anuncios y bendiciones, ya sea el año en lo colectivo o en lo individual, cuando llega nuestro cumpleaños, un nacimiento, un nuevo negocio, ese disparo al aire que te hace correr a la meta, aunque no la veas,  un desayuno fuerte y a empezar la jornada con la barriga recargada.

Equivocarse al escribir tu nombre en  el examen, recibir un gol en el primer minuto del partido; llegar tarde el primer día (o todos, por aquello de las mañanas); la yema que se rompe recién cascado el huevo; la botella que se cae antes de ser destapada; la primera cita del horror, una espantosa primera impresión, tropezar bajando desprevenido el primer escalón, por que hay más vacío a donde caer, porque de bajada es más difícil detenerse y en cambio para subir, no basta con quedarse parada .

Resulta que cuando se comienza a fallando es bastante difícil rectificar y no hay magia aquí, simplemente que se pierde la confianza, recuerdo mucho un juego que hicimos en un equipo de trabajo, nos numeramos, nos revolvimos y la idea era ir lanzandonos pelotas, en orden numérico, cada vez más rápido, cada vez más pelotas y todo fluía bien hasta que algún tiro fallaba o alguna  mano de mantequilla hacía su entrada triunfal, dejando tras de sí reclamos, tristezas, la cadena paralizada,  todas las pelotas en el suelo, todas las caras largas.

Nada, ningunas uvas, misas, previsiones o buenas voluntades nos eximen de que algo suceda recién comenzar y en realidad en ninguna parte del proceso, tan propenso es el mundo al caos, que podemos asegurar que si manejando soltamos el volante y apartamos la mirada lo menos probable de todo, es que no suceda nada.

Resiliencia será entonces la clave, saber adaptarse y anteponerse a la adversidad, no tanto empezar bien, si no el sobreponerse a un mal comienzo.