Histomagia

ALMAS VIVAS

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Venir a Guanajuato y no pasear por sus jardines, plazas y callejones es imperdonable, pero lo es más cuando tienes la oportunidad de entrar a una de las sorprendentes casonas del centro de la ciudad donde se entretejen las más increíbles historias de fantasmas, aparecidos y almas vivas que cohabitan con los seres humanos que seguimos en este lugar mágico que nos remonta, de cualquier manera, a un mundo donde no sabes cuándo estos seres se aparecerán en tu vida. No sólo se aparecen de noche o madrugada, también de día, donde tú crees que la luz te protege de esas energías que sientes al andar por esta ciudad de piedra, cantera, adobes y peñas, pues a cada paso pisas sus casas, sus caminos antiguos que están enterrados y que ahora son los cimientos de esta colonial localidad.

Me cuenta mi amiga Lupita que cuando ella llegó de Sonora, el destino la llevó a vivir en uno de los lugares más céntricos de la ciudad, de hecho, abría la puerta y la calle principal era su andar cotidiano. Los que hemos vivido en Guanajuato sabemos que es muy difícil que te toque vivir en calle dados los altos precios de la zona, por ello los estudiantes y trabajadores, vivíamos en callejones que a veces era muy difícil subir, porque antes no había tanto transporte público como ahora. En fin, el asunto es que a mi amiga le tocó la suerte de que la casa en que se hospedaba estaba a muy buen precio y además a pie de calle, ¡qué más podía pedir! y en una de las casonas antiguas de la ciudad que siempre sale en las fotos turísticas.

Me cuenta Lupita que una de esas mañanas frías y ventosas típicas de la región, viendo por una de las ventanas cómo empezaba el trajín de la ciudad, decidió no ir a la universidad, se quedaría en casa, sola, para refugiarse de la horrible ventisca que vaticinaba una fuerte y helada lluvia y en verdad, no estaba de muy buen humor para tropezar con los cientos de turistas que a veces le hacían incómodo transitar por la calle principal.

Así que con su taza de café caliente en sus manos, aún humeante, y su gran pijama de felpa, cerró la ventana con los postigos de madera, y con una semioscuridad azulada de mañanita muy temprano, se fue a sentar en el sillón mullido de la sala, quería recostarse un poco más y en el silencio de la casa escuchar el golpeteo del viento en las ventanas, queriendo entrar a la casa calientita que la abrigaba y detenía la pertinaz llovizna que de apoco se fue convirtiendo en un verdadero aguacero, bendito Dios que no vivía en callejón, el agua, al menos aquí, bajaba rápido pero dejaba las banquetas libres, bendito Dios, se repitió in mente.

Cerró los ojos e intentó arrullarse con el ruido de la naturaleza, de pronto, quiso quedarse dormida, pero la sensación de que no estaba sola la puso alerta, abrió los ojos para cerciorarse de su soledad, y en efecto, la vista le decía que estaba sola, no vio a nadie con ella, pero su sentir le hacía estremecer, sabía que algo o alguien, estaba esa mañana con ella, volvió a cerrar los ojos y, valiente, con todo su ser, pidió ver, pidió que ese ser se manifestara… ¡Oh, Lupita!, no lo hubieras hecho, menos aquí en Guanajuato. Abrió sus ojos y lo vio, ahí, sentado ante ella en la mesa de la sala, la luz azulada matinal le permitió ver que una figura fantasmal, “eso” era un ser oscuro como de humo gris, pero que claramente tenía cuencas negras donde alguna vez hubo ojos, no tenía nariz, su oquedad de boca negra como la noche la tenía abierta como de sorpresa de encontrar esa mañana a alguien en esa casona suya. Mi amiga lo observaba sí con miedo, pero a la vez con una fascinación porque nunca le había sucedido algo así. Valiente como los del norte, decidió tocar ese horrible rostro, ¡quería saber si no lo estaba imaginando! Se le acercó y el monstruoso ser se esfumó al instante. ¿Qué y quién era eso?, ¿en verdad esta ciudad en cada casa hay un ser de otro mundo, del más allá?, ¿por qué siguen aquí? Cavilando esas u más preguntas sin respuesta, Lupita se puso de pie, abrió la ventana, la fuerte lluvia seguía allá afuera, y entre esa cortina de agua, vio entonces como ese ser oscuro estaba allá en la acera de enfrente viéndola desde esa oscuridad desolada, esperando, tal vez, que se vaya y poder disfrutar de su estadía solo en esa casona que le pertenece, pero que está ocupada esa mañana por una joven que no puede creer y que no sabe convivir en el espanto de esta ciudad porque quienes son de aquí o vivimos aquí sabemos que las almas vivas rondan desde la muerte esta mágica ciudad que les pertenece por derecho de antigüedad, pues ellos construyeron esas casas con dolor y sacrificio y mucho trabajo en las minas. Mi amiga dice que dejó abierta la ventana invitándolo a pasar, se recostó en el sillón, cerró sus ojos y se quedó dormida.

Dicen los que saben que la vida aquí es muy diferente a la vida en cualquier parte del mundo, todos sabemos que el alma viaja al cielo, pero en este lugar se quedan aquí, no se quieren ir para poder seguir estando presentes desde el pasado en la vida de algarabía de las fiestas o en la protección que la soledad de estas casonas les da, están seguros ahí, ¿para que ir al cielo? Lupita no lo sabía, pero me dice que desde ese día, cuando deseaba quedarse en casa, hablaba en voz alta una noche antes y le avisaba que se quedaría en casa, ya el alma viva sabría qué hacer.

¿Quieres conocer esa casona del centro? Ven, lee y anda Guanajuato.