Histomagia

EL HOMBRE

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Las casas en Guanajuato son en verdad de una riqueza arquitectónica que deslumbra a las personas que llegan y que se van maravillados por conocer de cerca uno de los lugares más hermosos del país. La cantera y piedra están tan bien trabajadas que a veces parece increíble que personas humildes hayan podido sacar de sus manos esa belleza que ha trascendido el tiempo.

Aquí en esta ciudad, no sólo están esas hermosas casonas del centro, también existen las casas “nuevas” o más modernas que los habitantes de aquí construyen en las laderas de los cerros de peña, una piedra demasiado dura que sólo con maquinaria pesada o a pico y mazo se puede remover; de hecho, hasta el día de hoy, por los callejones bajan y suben las mulas, caballos y burros cargados de pedazos de peña, esos callejones que son estampas de la ciudad retratan la vida de los señores albañiles que suben son sus animales que cargan el material como arena, cemento, cal, varilla, para terminar las construcciones. Esa es una peculiaridad de vivir aquí, no es tan fácil construir, por lo que los accidentes, tal como en la mina, suceden más de lo que nos damos cuenta los vecinos de las construcciones que, al parecer, también cumplen su destino fatídico cuando le toca la mala suerte de albergar, sin querer, las almas de los muertos fallecidos en ese lugar.

Me cuenta mi amiga María que tuvo una experiencia aterradora cuando vivía en casa de sus papás, ahí por uno de los callejones cerca de la panorámica del Carrizo. Su papá compró la casa con cimientos, en obra negra. La casa era tan amplia, que el diseño original tenía grandes ventanales y ventanas que la rodeaban para dar paso a la hermosa vista que brinda la ciudad con la Alhóndiga de Granaditas, pero él quito más de cinco ventanas para dar cerramiento y protección a la casa. Como dijimos, construir en callejones no es fácil, ya que es peculiar en las casas de Guanajuato, cuando construyes en callejón y para evitar el voladero, hacer los muros de piedra muy altos y así no tocar ni el callejón ni las casas o terrenos de los vecinos, por lo que esos muros como contra fuerte de la peña, son muy altos, y las más de las veces, si estás en la panorámica, los techos de las casas te sirven como estacionamiento, es por eso por lo que los cimientos y muros de las construcciones deben de ser muy fuertes. Aquí en esta ciudad, hay veces que en las entradas de las casas te recibe la cocina, un pequeño patio, o de plano una recámara, es como un mosaico de ideas de acuerdo con las necesidades de los habitantes. La casa de mi amiga tenía en la entrada la cocina.

Pues bien, me cuenta mi amiga María que cuando vivía con sus papás siempre tenía la sensación de estar acompañada casi todo el tiempo, ella lo atribuía a la buena vibra de la casa, pero después se dio cuenta de que no era el amor de sus padres lo que la acompañaba, era algo o alguien que sentía cerca, a veces tan cerca que un frío le recorría la espalda y no la dejaba en paz.

Una de esas veces en que el frío se sentía muy pero muy fuerte, ya muy noche, fue a la cocina a tomar agua, sintiendo el frío, se preguntó en qué o quién era lo que le provocaba esa sensación, no lo hubiera hecho, de pronto, ante ella apareció la silueta de un hombre alto, era como una sombra grande que estaba de pie, de frente, ella en verdad se esforzaba por abrir los ojos en la oscuridad para verlo con las luces tintineantes de las farolas del callejón, y sí, lo que veía era una silueta de un hombre que poco a poco mostró su forma: alto, grande, con camisa a cuadros, pantalón de mezclilla y botas negras. Cerró los ojos para ver si se esfumaba o desaparecía, los abrió y sí ahí estaba. Ante tal aparición, mi amiga se dio la vuelta y de prisa fue a refugiarse a su cuarto, no quería saber nada de lo que había pasado, se arrepintió de querer saber quién era. Lo que sucedió después de esa noche, la hizo comprender muchas cosas de las almas en pena.

Desde ese día el hombre estuvo cerca de ella, a veces a lo lejos, lo veía en las calles, a la entrada del callejón, recargado en la pared, fumando un cigarro, como esperándola para acompañarla o para vigilarla.

La noche siguiente una luvia pertinaz anunciaba la llegada del verano, el agua corría por los callejones, por lo que María decidió no salir. Al ir a la cocina, su mamá le dijo que no le estuviera tocando la ventana, que la había visto muy sonriente haciéndole la travesura, que podría caerse del muro con esta lluvia. María extrañada le dijo que ella no había salido de su cuarto en toda la noche, su mamá ni le creyó, le dijo: “Te vi, María”, y se fue a dormir. Mi amiga supo que ya era hora de saber quién era ese hombre, porque se dio cuenta que ese ser se transformaba en ella, él era quien tocaba la ventana, imposible que hubiera sido ella, los vientos de la sierra aquí en Guanajuato son tan fríos que en verdad te hielan los huesos, y cuando la lluvia llega y arrecia, el frío se intensifica mucho más, por eso su papá cerró algunas ventanas modificando la obra negra inicial de la casa.

Cansada de vivir con un vigía constante, una noche en que se quedó sola, bajó a la cocina, la entrada de la casa, y enérgicamente en el colmo de su desesperación, dejando el miedo a un lado, le gritó: “No estés molestando, quién eres, nosotros tenemos cuerpo tú no”. Silencio. Cansada ya de no recibir respuesta, lo enfrenta y pregunta a la nada: “¿quién eres?, ¿cómo te llamas?” de pronto ve cómo por debajo de la puerta de entrada un humo gris se va metiendo poco a poco, formando la figura del hombre, ese era el momento de despejar todas sus dudas. Con valentía María le preguntó por qué la sigue, por qué no se va y la deja en paz… entonces el ser con una voz grave y ronca de ultratumba, contesta: “morí ahí, caí desde allá arriba”, señala el ventanal y desaparece. Mi amiga se da cuenta, entonces, que ese hombre murió durante la construcción de la casa, por eso no se iba, su papá no sabía de la muerte del trabajador, no le dijeron nada cuando compró la obra negra. Ahí es cuando María decidió mandarle decir algunas misas para el descanso eterno del alma de ese ser.

A la mañana siguiente, le cuenta todo a sus padres, ellos, al principio incrédulos, al escuchar lo que vivió poco a poco van comprendiendo a su hija, su papá le dice que no hay problema que le harán nueve misas por el terno descanso del alma de ese hombre. Desde esos días de las misas, María ya nunca lo volvió a ver. Tranquila y en paz vive, eso me contó.

Los que saben dicen que cuando alguien es un ser de luz, los muertos los siguen pensando que les ayudarán a trascender, por eso cuando te pase lo que a mi amiga, ellos, los que saben, aconsejan que para cerrar tu canal energético y tu luz quede guardada en ti, debes de poner tu lengua en tu paladar, y cerrar tu boca, así ellos no te ven, y confundidos se van en búsqueda de alguien más, para encontrar su camino en las sombras de la muerte. ¿Quieres conocer la casa de los ventanales? Ven, lee y anda Guanajuato.