Honrar, asentir, reconocer

Compartir

LAS COSAS COMO SON (columna de asuntos terapéuticos)

Jorge Olmos Fuentes

Como ya he señalado, esta técnica tiene a la familia como el eje de su concepción. Ella es el principio y el fin de nuestros actos, en una primera y decisiva instancia. Queremos pertenecer a nuestra familia, ser como nuestros familiares para no poner en riesgo nuestra pertenencia, ya que en ella hallamos seguridad, cobijo, comprensión. De ahí que nos cueste mucho trabajo, y en ocasiones no encontremos la forma de hacerlo, seguir derroteros diferentes a los habituales de nuestra casa. Sucede con frecuencia que no tenemos permiso para ello (en el alma) o no nos damos cuenta de lo que ocurre o bien decidimos sacrificar nuestras posibilidades, llegando incluso al aniquilamiento físico si hace falta.

En contrapartida, algo que suele hacer mucho bien en términos de proporcionar un verdadero descanso, es honrar a los ancestros, honrar el destino de quienes fueron excluidos, separados de la familia, olvidados, tratados injustamente, fallecidos trágicamente, o con vidas difíciles. La razón es que sacrificamos nuestras posibilidades porque estamos viendo interiormente e inconscientemente a ese o a esos parientes. ¿Cómo puedo vivir en plenitud y dicha, cuando a mi padre, como a mi abuelo, lo cercaron las deudas? ¿Cómo puedo quedarme con mi cónyuge y amarla, si lo habitual en mi familia es que las parejas sean temporales? No hacer lo acostumbrado pone en riesgo mi pertenencia a mi familia, tal vez me hace sentir que incurro en traición y que por tanto no me lo merezco. Cuando alguno de los hechos descritos se presenta, es posible que haya ocurrido antes, con otro miembro o ancestro de la familia. Entonces, por la fuerza de un amor especial, a veces por una especie de ilusión infantil, uno se sacrifica, entrega la propia vida, con los ojos cerrados, y con la idea, falsa por supuesto, de que se salva a tal ancestro de su dolor, con mi falta de éxito, con mi negación para el goce amoroso, por ejemplo. El mérito de esta técnica terapéutica consiste en sacar a la luz los pensamientos más recónditos, que son una expresión de la lealtad, del amor ciego a alguno de nuestros ancestros, o parientes en la misma línea generacional. Mirar las cosas como son es la clave.

De acuerdo con lo antedicho: todo lo que somos proviene de los ancestros. Y en esta totalidad cabe tanto lo positivo como lo que no lo es tanto. Desde el nombre y apellidos hasta lo más imprevisto de nuestro comportamiento, de nuestros pensamientos, de nuestras sensaciones y sentimientos. Para pertenecer a la familia, como hijos aprendemos un modo de mirar el mundo, de comprenderlo, de organizarlo. Y eso se refleja en nuestras frases, que están cargadas con dolor, con tristeza, con alegre resignación, y a veces con luminoso contento. Al hablar, nuestras expresiones reflejan algo de la historia familiar, refieren si somos víctimas o victimarios, muestran qué tanto somos capaces de tomar de la vida el vivir o de dar de lo que poseemos. Por fortuna, donde está el obstáculo también está la fluidez. Es decir, la misma fuerza que resiste, que frena la corriente, es la que impulsa, la que vivifica, si se la sabe descifrar y cambiar su signo. De modo semejante, el ancestro que nadie sino uno mira, y en lealtad ciega a él uno se sacrifica, es el mismo que suministra empuje vital, energías adicionales, posibilidades ciertas y nuevas. Y éste es un hecho esencial: como la sustancia del vivir nos ha llegado a través de los ancestros, allí radica la potencia. De todos mis ancestros femeninos tomo la potencia de ser mujer y sus atributos y cualidades. Como si estuviésemos en una fila que inicia conmigo y hacia atrás se acomodan mi madre, mi abuela, mi bisabuela, y así atrás y atrás. Lo mismo pasa con mis ancestros masculinos. De ellos tomo la virilidad, un carácter, la necesidad de una mujer, por ejemplo. Puede que esta visualización y sensaciones no cambien los hechos, sin embargo me brindan una condición mejor en el mundo, más estable hacia mi alrededor.

Tener esa estabilidad, esa sintonía, permite asentir al propio destino más tranquilamente. Verlo como es, con su adversidad y sus oportunidades, con su impedimento y su ventaja como afinación del esfuerzo. Esta imperfección, precisamente, fortalece a la persona, la orilla a buscar una opción diferente. Tanto se manifiesta como acto repetido que acaba por fastidiar, por mostrar la necesidad, urgente a veces, de modificar el estado de cosas. Y no es que pueda necesariamente conseguirse ese cambio, pero cuando menos uno adquiere otra perspectiva, uno establece una pizca de otro modo de mirar el mundo, de comprenderlo, de organizarlo. Y esto hace que las cosas varíen un poquito, lo suficiente para ofrecernos una cosita de nada más de libertad, de plenitud.  Y es que, estimado auditorio, aunque no lo parezca, nuestro margen de libertad es bastante reducido. Así que de entrada quizá convenga comenzar a dejar de resistir; comenzar a dejarse llevar, como se dejaría uno llevar por la corriente de un río… Muchas gracias por su atención. Hasta la próxima.