Miembros de la familia

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LAS COSAS COMO SON (columna de asuntos terapéuticos)

Jorge Olmos Fuentes

Aquí constantemente vamos a referirnos a la familia. La familia por aquí, la familia por allá. Por eso mismo, para comenzar por el principio, aunque ya no estemos muy al inicio, hace falta echar un vistazo a la integración familiar, a los miembros que la conforman, desde la perspectiva de Bert Hellinger, quien sustenta todo su quehacer terapéutico en este grupo humano primordial. Naturalmente, si uno se considera miembro de la familia, forman parte, de entrada los hermanos. En seguida, papá y mamá, y sus hermanos. Ahora vienen los abuelos, claro, los paternos y los maternos. A veces alguno de los bisabuelos. Entre ellos, y a través de sus haceres en el mundo, configuran una consciencia familiar, que fortalece la identidad de sus miembros, que los moldea de cierto modo en relación con el vivir día a día, que establece patrones emocionales y sentimentales, que marca límites y estímulos para la acción, que bloquea hasta cierto punto uno o varios de los sentidos al tiempo que suministra e implanta imágenes que son como leyes: determinadas y determinantes. De ahí que la familia sea una comunidad con un destino común. Y a este respecto, me parece necesario reflexionar un poco, detenerse y mirar el significado en lo real de estas palabras: mi familia es una comunidad con un destino común… Comparto un destino, pues, característico, para bien y para mal, que suele identificarnos como familia. Y es necesario detenerse un poco y reflexionar acerca de este hecho, que no es en absoluto menor.

Sin embargo, hay todavía un conjunto de personas más que puede formar parte de la familia, si bien ellas no cuentan con la consanguinidad de los miembros referidos en primer término. Se trata de todos aquellos que hicieron sitio para otros en el sistema. Repito: los que hicieron sitio para otros en el sistema. Allí están: un primer marido o una primera mujer de los padres o de los abuelos, o las personas con quienes hubo un vínculo equiparable al matrimonio, y del cual sobrevino después una separación o un divorcio. Voy a repetir el grado de su importancia: hicieron sitio para otros en esa familia. Es decir, se hicieron a un lado para permitir que otra persona, la pareja, cumpliera el destino compartido por su familia. Por eso forman parte: porque participan en la estructuración de ese sistema familiar.

En este mismo caso se encuentran, novios anteriores (con quienes tal vez hubo una ruptura inapropiada o se estableció una relación a la ligera), una mujer o un hombre con quien un miembro de la red familiar tenga un hijo (algo muy importante: reconocido o no en términos jurídicos). Pueden haber desaparecido de la ciudad, de la vida de las personas; sin embargo, siguen integrando esta familia.

Finalmente, se consideran como miembros de una familia: todos aquellos cuya desgracia, desaparición o muerte hayan supuesto una ventaja para otros en el sistema. Por ejemplo, un soldado que salvó la vida en la guerra gracias a la muerte de otro, hace que este otro soldado forme parte de su sistema, pues no habría familia sin ese acto. Otro caso análogo proviene de las familias con hijos adoptados, pues por este hecho, la adopción, las familias de los niños (aunque no se las vea nunca de ningún modo) se entrelazan con la de los adoptantes, se fuerzan a compartir un destino común. Y no hay manera de que sea diferente.

En esta misma consideración entran las personas que comparten un destino a través, por ejemplo, de la agresión violenta de unos contra otros: hacendados contra agraristas, por señalar algo específico; víctimas y victimarios de toda índole; los que son despojados injustamente de una herencia o de propiedades; los que pierden su beneficio, legal y justo, para que lo detente otro u otros, inmerecidamente; quienes sucumben ante un cataclismo o un fatal incidente colectivo; los que se vinculan mediante un accidente automovilístico. Todos estos hechos, de los que a veces no se habla nada, o que permanecen como un secreto, o que se comentan muy a toda prisa, o de los que se habla insensiblemente, marcan la conciencia de la familia y, por tanto, de los miembros de ese grupo, llevándolos a repetir dicho destino o a adoptar conductas extrañas en el intento de “llevar” de ese peso, incluso a actuar irracionalmente por instantes. Así y todo, la única manera de atenuar o cambiar este curso de los hechos radica en el reconocimiento de las cosas como son y, en seguida, en el ofrecer un sentido agradecimiento desde el interior a las personas que corresponde, así como en honrar un destino tan difícil, aun cuando se trate de personas fallecidas o a quienes no se conoció. Para el alma no hay obstáculos: ella sabe llegar.