Candil de la Calle

Salvador Rocha Díaz

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Murió el domingo.

Me enteré porque el senador sanmiguelense (como lo fue el jurista) Luis Alberto Villarreal circuló a través de los correos electrónicos una condolencia por el fallecimiento.

Dicen que murió de una enfermedad que lo aquejaba desde hace tiempo.

En la actividad relacionada con su profesión, llegó a ser Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación entre los años 1988 y 1993. Sus últimos años prácticamente los vivió en la Ciudad de México, ocupado en su despacho de abogados, desde donde cumplió con una especie de justicia colectiva —¿o revancha social?— cuando representó a Mónica Jurado en su divorcio de Manuel Bribiesca Sahagún, hijo de Marta Sahagún… y así le fue al junior más sospechoso de los últimos sexenios frente al colmillo del litigante Rocha Díaz.

Su última actividad profesional importante fue representar legalmente a TV Azteca. Con la televisora estuvo metido en litigios como el de Canal 40 (con Moreno Valle).

Pero en Guanajuato tuvo papeles protagónicos en distintas etapas de la vida política, de las definiciones políticas que resultaron en el estado y la conformación de fuerzas que éste vive en la actualidad.

En el mundo de la política fue diputado federal en dos ocasiones, y senador.

Su personalidad y su capacidad profesional le permitieron ganar sendos amparos para que no se le impidiera fumar en los recintos legislativos cuando comenzaron a entrar en vigor las disposiciones anti tabaco en los edificios públicos. Rocha Díaz fumaba puro, y es una imagen que queda.

No fue gobernador (aunque estuvo en sus aspiraciones y en alguna ocasión sonó como candidato), pero sí fue parte de acuerdos cupulares entre las fuerzas definitorias desde el centro de la república y las figuras locales. Porque así llegaron a gobernar Enrique Velasco Ibarra, primero, y Carlos Medina Plascencia, después.

Con ambos fue Salvador Rocha Díaz secretario de gobierno, eslabón y cadena para atarlos a las voluntades del gobierno federal en turno. Fueron ambos gobiernos de transición.

El de Velasco Ibarra, quien caería al final de un sexenio, lo fue para la debacle priísta que consumó Carlos Salinas de Gortari para entregar el poder al Partido Acción Nacional.

El de Medina Plascencia, para amarrar una reforma electoral entonces de avanzada, de la que surgiría el nuevo modelo del Instituto Electoral del Estado, con un consejo ciudadanizado del que hoy sólo quedan migajas… las que se reparten los partidos políticos, los mayoritarios únicamente.

Con Medina fue emisario del centro del país, del priísmo concertador con el PAN, con Diego Fernández de Cevallos, con la venia de Fox. Hubo relaciones ríspidas, control y amarres que cortaron la cuerda por lo más fino y Rocha Díaz dejó la Secretaría de Gobierno unos meses después para que su lugar lo ocupara el celayense Roberto Suárez Nieto.

Era la primera mitad de los años noventa.

Salvador Rocha Díaz se va veinte años después de que se consumó el arribo orquestado del PAN al poder en Guanajuato, con su intervención y participación.

Sin que quede registrada una amplia versión desde su ángulo sobre lo que fue esa transición que dejó fuera de la jugada a Ramón Aguirre Velázquez, quien apenas hace unos días dijo en algún encuentro con sociedad civil que Salinas de Gortari le pidió declinar a la gubernatura “para quedar bien con Estados Unidos y con el PAN”.

Rocha Díaz, una de las manos que meció la cuna. Periplos políticos que dibujaron lo que vivimos hoy. Para bien del PAN y para mal del PRI.

Sólo que ninguno lo acaba aún de entender.