Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Valores y legalidad

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Jorge Carpizo (1944-2012) (Foto: Especial)

En una especie de Big brother colectivo, sonando la última campanada del 29 de abril, los ciudadanos de casi toda la república, observaron desde sus casas el inicio de una fiesta. Cada Partido lanzó a sus candidatos al ruedo; los nuevos spots empezaron a aparecer uno tras otro; dos, tres, cuatro veces en cada corte. Se había acabado la prohibición para los candidatos a la presidencia e iniciaba la veda de los gobiernos. Los medios solo cambian de cliente. Ellos se quejan porque “no es negocio pues se trata de tiempos oficiales” pero sí les beneficia comercialmente ya que el equivalente al valor de esa publicidad no lo pagarán en impuestos.

Salvo los cambios a que obligan las vacaciones, toda la vida mediocre a la cual nos han condenado permanece: noticieros con su cuota informativa diaria de sangre, rostros de culpables —que al salir en la pantalla dejan de ser presuntos—, loas a los logros “del gobierno del presidente”, pero ya no firmados por entidad alguna sino por asociaciones e incluso disfrazados de gacetillas informativas. Padres y madres trabajadores de clase media, que se las ven negras con los niños fuera de la escuela, algún día de la semana harán colas en las playas artificiales de Marcelo y, los más desposeídos, los mandarán a los parques donde el pasto no crece por el agotamiento de los mantos freáticos, los préstamos de las bombas de riego para eventos de los delegados y los botes de basura que se almacenan en las bodegas filtrando lixiviados y envenenado el suelo.

Solo unos cuantos podrán ir de vacaciones, quienes quedan en la ciudad, deberán de soportar, el aumento de la deficiente recolección de basura, la prisa de las constructoras por terminar edificios, calles y puentes, incrementando la contaminación por las emanaciones y ruido aun cuando la mayoría de los coches no circulen. La iglesia está en su Semana Mayor. Los curas, más que venerar al Cristo resucitado, celebrarán que lograron cambiar otro tramo más de la Constitución —aun cuando sus personeros en el legislativo aseguraron que no modificarán otros artículos, esto seguramente va ocurrir—, el papa ya bendijo a todos, hasta a los aspirantes a relevos fueron alineaditos; Benito Juárez seguro se revuelve en su tumba y ni su legado ni el de Jorge Carpizo serán observados para detener estos “peligros para México”.
Con este escenario vemos que ha quedado en retórica el convencimiento de que la única fuerza de quien dirige —líder, gobierno o rector— es de carácter moral, sustentada, si se quiere vivir en un Estado de Derecho, en todo aquello que dimane de la Ley, pero no las normas que se promulgan de contentillo y a la medida del interés del grupo en turno; sino aquella que tiene como propósito fundamental la tolerancia —sin que ello signifique someterse o igualarse con el violento— el entendimiento, la inteligencia critica, el coraje para no claudicar en “el propósito de mejorar y estar a la altura de la responsabilidad nacional”[1].

Tal como Jorge Carpizo lo advirtió refiriéndose a la universidad y lo aplico a la nación “No es la primera vez que vientos contrarios sacuden…. y que peligros y asechanzas nos quieren confundir….”, pero el problema es que cada vez parece haber menos consciencia crítica, bien porque quienes la enarbolan se saben perseguidos o apabullados o también por el crecimiento inmoral de la pobreza, no solo financiera, sino ética.

Cuando un país debe gastar más presupuesto en la construcción de cárceles que en la rehabilitación de escuelas, estamos lejos del camino de perfeccionamiento de México. Una nación maltrecha que después de tanto derramamiento de sangre, merece dirigentes más propositivos y menos rijosos. Un pueblo que debe ser estimulado en su dignidad y no prostituido con dádivas miserables para comprar su voluntad política. Unos políticos dispuestos a renunciar a canonjías y excesos de una vida muy distante hoy, de la modestia republicana.

Cuando cada uno de los que habitamos México estemos dispuesto a servir en el ámbito que nos toque, aceptando que la única manera de trascender es ayudando al otro a crecer, a educarse, a pescar, a respetarse mutuamente, y a gobernarse sin injerencia extraña “porque somos libres y autónomos”[2] entonces y solo entonces, veremos cómo México retoma el camino de la dignidad nacional e internacional que en otros tiempos nos hizo respetables y orgullosos de un país que considerábamos sin par.

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[1] Jorge Carpizo, Mensaje a la comunidad universitaria, 29 enero de 1987.

[2] Jorge Carpizo discurso 28 de mayo de 1985.