El Laberinto

Ese instante capturado

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Dublineses (Foto: Especial)

Hoy la mayoría de las personas tienen la posibilidad de retratar y publicar su cotidianidad a través de la tecnología y la comunicación, que cada día es más accesible. Paseando por facebook  o twitter   puedes conocer la  apariencia,  gustos, intereses, inquietudes, ocupaciones, relaciones y tal vez hasta sentimientos de personas comunes y corrientes, pero esto no siempre fue así.

La exhibición y el testimonio para la posteridad estaba reservado para los grandes hombres y los grandes momentos, ya fueran éstos reales o inventados a través de la historia, las novelas o  la pintura; para los simples mortales el retrato era un suceso especial,  tal vez único, entonces esperaban el momento trascendental de sus vidas (o muertes) y se ponían sus mejores galas.

Todo esto eternizaba lo importante a nivel público o familiar pero entonces, ¿quién retrataba lo cotidiano? ¿Quién habló de los días grises de  personas grises? Ese mérito le pertenece a los escritores, primero de los novelistas a través de sus personajes secundarios pero quien lo llevó al límite fue el irlandés James Joyce.

En Los dublineses (1914), Joyce nos muestra una serie de epifanías (concepto católico para designar una revelación con poder transformador) que son fotografías hechas de palabras sobre personas comunes en su contexto en un tiempo determinado dejando de lado las tramas tradicionales y siendo cortados de la realidad como un fragmento de un largo rollo de película que al ser visto nos hace pensar en que estará antes y después de este momento. Pero Joyce no se conforma con esto  y encima de mostrarnos los retratos nos muestra la psique permitiéndonos saber, además de cómo estaban, qué pensaban y sentían estos dublineses acerca de ello.

En su época este libro fue difícil de publicar y aun más difícil de vender por su crudeza y por la mediocridad que retrataba aunque su propósito era transformar a sus compatriotas criticándolos, Me pregunto si el actual éxito de las redes sociales de hoy nace de este ejercicio critico o si por el contrario es tan solo una apología de la mediocridad y el individualismo. Los lectores (y los usuarios) tienen la última palabra.