Candil de la Calle

Quiero un botón

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En este mundo nada es seguro, salvo la muerte y los impuestos.

Benjamín Franklin

(Foto: Especial)

Ahora sí estamos en el primer mundo.

Tenemos la tecnología más moderna que se pueda usted imaginar.

Nos podemos ir de vacaciones sin preocupaciones, sin prisas, sin la angustia de que dejamos la casa sola, con todas las cerraduras que alcanzamos a comprar, tres perros, una cámara de ésas que en realidad no tienen ni lente, ni cinta, ni cables, pero dan el gatazo; la calcomanía de la compañía de seguridad privada que quitamos de alguna otra colonia, los mil recados con el vecino de al lado. “Hoy por mí, mañana yo le echo el ojo a tu casa”.

No habrá escondrijo que se escape a los ojos cibernéticos, digitales, computarizados, de punta, donde pueda refugiarse el ratero de la calle, el que arrebata teléfonos celulares, mochilas, vehículos, a punta de navaja o de pistola, arriba y abajo del territorio estatal.

Aquéllos vivales que pretendan andar por aquí circulando con un automóvil robado se las verán con los dispositivos especializados que detectarán las placas ipso facto, y “en tiempo real” (un concepto que me tiene sumida en angustiante perorata metafísica) policías de todos los uniformes y nombres posibles acudirán prestos a capturar a esos fascinerosos que andan tomando autos ajenos.

No le pedimos nada a la más avanzada tecnología de esos países que desde hace años se llaman del primer mundo (mucho tiempo atrás, cuando nosotros andábamos, según Luis Echeverría Álvarez, por el tercer nivel), porque ahora tenemos un Escudo.

El martes 15 se develó la placa, se anunció que ya opera, que ahora sí está activado, trabajando, opera en todo su esplendor, lo que de Escudo pasa a ser el Sistema Estatal de Coordinación, Comando, Control, Comunicaciones, Cómputo e Inteligencia. Tiene su base en el centro llamado C5i (cinco palabras que comienzan con la letra “C” y una con la letra “i”, para mejor entender).

Sólo que, para que este sueño pueda convertirse en toda una realidad, falta un pequeño detalle.

Un botón.

Pendientes de entregar están 20 mil “botones de alerta o emergencia” que son casi casi el final de la cadena, el otro lado del cordón, para que este sistema cumpla uno de sus principales propósitos, sin que haya quedado claro cómo se elegirá a los afortunados guanajuatenses que tendrán uno en sus manos y podrán recurrir a ellos ante una situación delictiva o de emergencia.

Porque estos botones de pánico (como se les llama también, aunque suene tan feo, pero sea tan real) se asignarán a ciertos responsables en algunas oficinas públicas, empresas, cámaras, organizaciones de la sociedad civil, escuelas, etcétera, para que sean activados cuando la emergencia, cualquiera, se presente.

O sea, para ver si es cierto que el tiempo de respuesta de las corporaciones, sean de seguridad o de socorro o de protección civil, es real.

Si ahora se podrá llamar al 066 y responderán (ya no digo, responderán algún día, sólo que ahora sí lo hagan, como no ocurre en muchísimos casos. Cada quien tiene su historia al respecto).

Si el 075 de atención a mujeres víctimas de violencia atenderá de lunes a domingos…o mantendrá su horario de oficinas, a pesar de que el mayor número de casos de agresiones domésticas ocurren, oh mujeres de mala suerte, los fines de semana.

Ha transcurrido más de un año desde que el proyecto Escudo se anunció, hasta este momento en que dicen que ya está listo, ya se activó, ya la hicimos. Hubiera creído que a estas alturas, con tanto mapa criminológico, tanto diagnóstico, tanto análisis y tanta estadística, ya se tendría claro en dónde y a quién es necesario proporcionarle esos 20 mil botones aquí y en Celaya, en León y en Jerécuaro, en San Felipe y en Moroleón.

Pero no. Apenas se va a definir. Pasarán al menos cuatro meses más para que se sepa.

(Cuatro meses es un plazo que puede convertirse en ocho, ¿eh? Escudo iba a estar operando en diciembre del 2013 y ya estamos en abril del 2014).

No tengo la más remota idea de qué requisitos tendrán que cumplirse para hacerse merecedor de un botón, pero pido mano.

Quiero mi botón.

¿Usted no?