Histomagia

Reuniones de vivos y muertos

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(Foto: Archivo)
(Foto: Archivo)

En todas las latitudes siempre han existido narraciones que nos sorprenden o nos proporcionan una visión diferente de la vida. En Guanajuato, es muy común que las personas, aún sin conocerte, te cuenten de manera muy personal sus historias de vida. Una noche puede pasar de ser una bohemia a ser la típica reunión en donde te cuentan lo que vivieron cuando eran niños, historias que salen de la normalidad y caen en lo sobrenatural, porque en esta ciudad es tan común la reunión de los vivos y los muertos que muchas veces ni nos damos cuenta de con quién hablamos, no sabemos si quien nos cuenta esa historia y está sentado en la banca contigua del parque, vive o muere. Debes estar atento para saber lo que ellos vivieron en vida o en su pasado.

Pero ello no nos interrumpe y escuchamos lo que él o ella tienen que decir, porque eso sí, aunque se esté muerto, a veces es necesario decir lo que no dijimos en vida, decir y contar las historias de la niñez, de la vida, de la muerte. Por eso, que un Don (un señor) te cuente que cuando era joven e iba por la carretera se encontró a un señor que iba con su sombrero bien puesto que se ofreció a acompañarlo, él dijo que sí para no irse solito, pero cuando iba a llegar a su casa los perros se fueron aullando porque el señor desapareció, como que lo había acompañado el llamado “amigo” el que quiere ser tu amigo, pero que no es otro sino que el mismísimo diablo que te quiere llevar.

Una de las historias que me han impactado y que esa sí, una amiga viva me contó, es la que se refiere a que cuando ella era niña su familia era muy pobre, tan pobre que vivían en una casa casi derruida y para colmo no era de ellos, era de un familiar lejano. El caso es que una vez que salía del baño se encontró con un señor alto y con sombrero que le hablaba y le decía que esperara, entonces él se ponía a escarbar en el muro de adobe y de ahí sacaba una moneda de oro y se la daba. Ella se la llevaba a su mamá quien a su vez la cambiaba para poder comprar víveres y poder comer. Esto, me dice, sucedió durante mucho tiempo, hasta que ya no necesitaban de ese dinerito, el señor del sombrero dejó de aparecerse. Algunos dicen que era el diablo, otros creen que era un pariente muy muy lejano. El caso es que ella lo cuenta y jura y perjura que es cierto. Ahora es una profesionista, por cierto agradecidísima por esos dineros de su infancia a ese ser, quien haya sido.

Otra cosa que te puede suceder en Guanajuato, es cuando de party, te encuentras en un antro a alguien que te quiere hablar, que quiere platicar contigo. Es una de las cosas más raras, pues todo mundo en el antro quiere desenchufarse de la vida cotidiana, bailar, beber, ver videos. Entonces esa alma de un ser muerto llega y sabes que está muerto porque su mirada es tan desesperada de que lo oigas, de saberse dentro del mundo tuyo. El sentir que se sienta a tu lado y que te dé frío que cala hasta los huesos, es una señal que tienes un  fantasma que desea ser tomado en cuenta. No es fácil tenerlo cerca, no es fácil volverse a verle, pero la vida te da una oportunidad única, por ello escuchamos lo que tiene que decir y cuenta que cuando era vivo, hace mucho tiempo, dormía en el mismo cuarto con sus hermanos y de repente se ilumina el cuarto y del mismo lado de la cama aparece una sombra que dormía con ellos: y era un señor con un sombrero de pico y abrigo grande como capa que tenía una nariz muy larga, que pasa y cruza el cuarto. No es posible que las almas espantes a los vivos, me dijo. Yo me quedé callada, pues ahí me di cuenta que él piensa, hasta hoy, que sigue vivo.

Muchas historias puedes conocer si te atreves y vienes a convivir tanto con muertos y vivos en esta ciudad eterna; el antro está por la calle Sopeña, si vienen lo conocerán al antro y al señor que se aparece de la nada para contarte sus historias. Ven, lee y anda Guanajuato.