El Laberinto

El pasto que no crece

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VACAUn hombre joven y práctico, pensando que está quitándole una gran carga de encima, trata de convencer a un anciano de sembrar un nuevo tipo de pasto en sus tierras, que una vez que se adapta al lugar ya no necesita ser podado nunca más y que no permite, por su apretado entramado, que crezca ninguna mala hierba. Contrario a lo esperado, el  anciano se molesta mucho por la oferta e incluso paga para que no se haga, argumentando que eso que él llama “malas hierbas” en realidad son dientes de león y sirven para hacer vino y que  los jóvenes viven tratando de ahorrar tiempo, dinero y esfuerzo  y que piensan tanto en las grandes cosas que se olvidan de lo cotidiano y pequeño.

Este libre resumen de un pasaje de la novela El vino del estío (1957) de Ray Bradbury me pareció un excelente incentivo para iniciar el presente laberinto, pues aborda justo el tema que quiero tocar: el cómo en pos de la velocidad y en busca de lo extraordinario convertimos cualquier obstáculo en un problema.

Inventamos cada día transportes más veloces, comida instantánea o  pasto que no crece y al hacer uso indiscriminado de ellos, dejamos de lado todo lo que conlleva hacer las cosas con tiempo y sumergiéndonos en los procesos, no disfrutamos del paisaje cuando viajamos, no gozamos de la experimentación al cocinar y nos perdemos del olor a hierba recién cortada y aunque a veces sí nos facilita las tareas y nos deja tiempo para disfrutar de lo que en realidad nos gusta, muchas veces esa loca premura por terminar lo que sea que estemos haciendo nos lleva directo hacia la nada, porque lo trascendental puede no estar al final del trayecto, sino en el camino mismo.

Resulta que, como si no tuviéramos suficiente con los hechos que en realidad ponen en peligro nuestra integridad o que nos complican la vida, aun tenemos tiempo para problematizar lo cotidiano, haciendo de los trayectos, de las pequeñas tareas o de lo inesperado y marginal una carga más a nuestras espaldas, muchos de nuestras preocupaciones nacen simplemente de la forma en que abordamos lo que se presenta, ya sabremos nosotros si nos quejamos de las malas hierbas o les quitamos el mote y  las bebemos con alegría.