El Laberinto

Otras vidas

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Portada del libro de Bioy Casares (Foto: Especial)
Portada del libro de Bioy Casares (Foto: Especial)

Cuando vemos la amplia oferta de ficción, que va desde sencillas caricaturas, series, telenovelas, libros de todos los géneros posibles, historietas, videojuegos y películas, es difícil no preguntarse si en verdad toda esta producción es necesaria, y yo creo que lo es por dos razones principalmente.

La primera es que tenemos vidas limitadas por nuestras elecciones donde seguir un camino hace que nos perdamos del resto; edad, pues no podemos adelantarnos ni regresar a otros años; condición económica, género, nacionalidad que circunscribe nuestro entorno, el momento histórico que nos tocó vivir, las leyes humanas y las leyes naturales. La ficción nos permite disolver todas esas barreras y vivir otras vidas sin ningún riesgo.

Además no podemos ser productivos las veinticuatro horas, necesitamos descansar, distraernos y pasar el rato, todos tenemos en nuestro itinerario horas intrascendentes que necesitamos llenar y muchas veces el ritmo de vida no permite pasarlas fuera de casa. Para llenar este vacío también tenemos a las historias ficticias.

Porque cuando la ficción falta llegamos a sentirnos atrapados o vacíos o peor aun a entretenernos morbosamente con la vida de otras personas, como en el libro La rebelión de los colgados (1936) de B. Traven, donde todo el pueblo se entretiene dando seguimiento a los amoríos de un hombre casado con una viuda y esperan impacientemente el momento en el que su mujer lo descubra, pensando las mujeres “que bien que no es mi marido” y los hombres “que mal que no fui yo”.

Lo que hace que la ficción sea superior al chisme es el hecho de que en la primera no podemos terminar figurando en las tramas ni perjudicando a terceros, mejor disfrutemos de todas las vidas que nunca tendremos de forma sana, que al fin las opciones son infinitas.