El Laberinto

Descuido ramen

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También puede ser que descuidemos porque estamos cansados, en este caso tenemos la mejor disposición y además puede que sepamos hacer las cosas e incluso que sea algo cotidiano para nosotros, pero simplemente el cuerpo no responde a nuestros deseos.

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Se me quemó la sopa instantánea, por ridículo que eso suene, así que desde mi posición de sobreviviente a la temida “muerte por ramen”,  con los ojos un poco irritados aún y respirando un ligero tufo del incidente, aprovechemos que el humo no pudo rematarme y que no hubo llamas que incendiaran las cortinas de la cocina para reflexionar acerca de los descuidos y sus prevención. Si ven algún error sean benévolos, la intoxicación es bastante fea.

El descuido, que también puede ser tomado como una falta de atención, por más mínimo que sea puede tener consecuencias fatales, como este laberinto, pero tiene un trasfondo, es decir descuidamos por alguna o por varias razones y he aquí que trataremos de exponer algunas.

Una de las tantas madres del descuido debe ser, sin duda, la sobrecarga y la falta de preparación, seguro es más sencillo vigilar una sola cosa que cuarenta y es probable que si estamos haciendo malabares se nos caigan algunas pelotas o todas, sobre todo si los estamos haciendo improvisadamente. Esto puede prevenirse haciendo un ejercicio de honestidad reconociendo nuestros alcances para no abarcar más de lo que podemos apretar, ni embarcarnos con cosas que no sabemos.

Otro de los orígenes está en la falta de interés, es decir estamos haciendo algo que en realidad no queremos hacer, solo tenemos que y entonces no ponemos toda nuestra atención o esmero en ello. Retomando mí carbonizado ejemplo seria que estuviese cocinando porque no tengo más opciones y no me tomara ni siquiera la molestia de leer las instrucciones. Visto así lo realmente raro seria que algo saliera bien y lo podríamos prevenir buscando la manera de hacernos placentero aquello que tenemos por obligación.

También puede ser que descuidemos porque estamos cansados, en este caso tenemos la mejor disposición y además puede que sepamos hacer las cosas e incluso que sea algo cotidiano para nosotros, pero simplemente el cuerpo no responde a nuestros deseos. Eso justo me sucedió con la sopa, pues mientras esperaba a que se terminara de cocinar, me quedé dormida y fue el humo el que me despertó, supongo que así suceden la mayoría de los accidentes de tránsito y aunque es pariente cercano de aceptar hacer más de lo que podemos hacer, en este caso la solución recae en priorizar aquellas cosas que disfrutamos, distribuyendo apropiadamente el tiempo y la energía de la que disponemos.

Hemos hablado de puros descuidos materiales, pero los más graves son los que cometemos con las personas al no dedicarles el tiempo y la atención que se merecen, si es que son importantes para nosotros, o al aceptar compañías que no queremos por obligación o por aburrimiento. De todas las maneras que podemos cometerlo tiene repercusiones, algunas reversibles y otras no, que afectan a los que tenemos alrededor, aunque sea de rebote.

Mi sopa yace chamuscada en el fondo del bote de la basura y a lo más que puedo aspirar es a corregir el olor y la tiznada que se puso la cazuela, da que pensar.