El Laberinto

Tu segunda casa

Compartir

Más que una familia, cuyo enlace es de otra naturaleza, un grupo de compañeros es una tribu,  que comparte territorio, historia, rituales, alimentación…

Compartir

Para todos mis compañeros

Mínimamente son ocho horas diarias las que pasamos en nuestros trabajos, cuarenta horas semanales, casi ocho días al mes completitos, 96 al año (aunque ustedes no lo crean, tres meses con sus días y sus noches y un poco más), en realidad el centro laboral es la segunda casa y, aunque he mencionado en otras ocasiones que hay mas mundo afuera, lo cierto es que para bien o para mal dejamos mucho tiempo y mucha vida en esos lugares.

Pensando así, a menos que estemos solos en un faro, todo este tiempo lo compartimos con otras personas, en diferentes grados dependiendo del tipo de labor que realicemos y como no somos robots se forma una micro  cultura, bromas, canciones, anécdotas, frases célebres, códigos de comunicación e incluso temores, como la niña fantasma del baño o los mensajes a deshoras.

Más que una familia, cuyo enlace es de otra naturaleza, un grupo de compañeros es una tribu,  que comparte territorio, historia, rituales, alimentación, que se fusiona o disipa según las circunstancias y donde además del rol que asumimos formalmente en el contrato, tomamos otras tareas como informar, enseñar, alimentar, ayudar, comerciar o divertir; la finalidad de todo esto es sobrevivir en el trajín diario, donde en realidad las funciones están interconectadas y en un modo más amplio porque de eso vivimos y porque muchas veces nuestra seguridad depende de ello.

Si existen adversidades o el trabajo constituye verdaderos retos e incluye la pasión de los involucrados y no la simple repetición y cumplimiento o si tenemos la fortuna de encontrar personas muy afines, es muy probable que además se formen vínculos, que en realidad trascienden los horarios de oficina, los cambios de ocupación y las barreras del tiempo.

Y aunque no se dé el caso y no todo sea siempre todo un plácido camino de margaritas, lo cierto es que esta interacción tan prolongada  nos moldea y que hasta de la peor de las relaciones aprendemos, nos formamos y nos conocemos como profesionales y al mismo tiempo como individuos.

Eso marca por lo que es una verdadera lotería encontrar a los compañeros adecuados para pasar todo ese tiempo, de esos con los que intercambiamos conocimiento y construimos un mundo.

Las cuarenta y tantas horas semanales no se sienten tan pesadas cuando es así.